Los partidos políticos, en general, actúan como las agencias de publicidad. Cuando se ha dejado de vender un producto de manera satisfactoria, se le cambia el envase, se le modifica la etiqueta, se le da otra forma; se esgrime una modificación de la fórmula para hacerlo más potente y se le presenta como “El nuevo”; adicionado (dicen en el neolenguaje publicitario), con recién descubiertos ingredientes; reforzado, recargado, infalible, luminoso, ultra, súper cualquier cosa. Pero en el fondo se sigue vendiendo lo mismo así se le hayan incorporado “mejoras” milagrosas, mágicas.
La propaganda hace el resto. El último paso lo da el consumidor, quien con su adquisición cree estar abriendo las puertas de un nuevo mundo de satisfacción.
“Nunca habíamos llegado tan lejos”, piensa mientras se traga el anzuelo.
Desde la campaña de Francisco Labastida, el Partido Revolucionario Institucional se ofrece a los electores como “El nuevo PRI”. Obviamente el viejo, el de la “nomenklatura” ya no le inspiraba confianza a muchos mexicanos. Resulta ocioso repetir las razones por las cuales perdió votos y devotos. Tampoco es novedoso decir cómo el neoliberalismo zedillista lo reventó desde dentro para cumplir compromisos con el extranjero y algunos sectores empresariales y políticos del interior.
Por eso el PRI necesitaba en estos años de su reconstrucción ofrecer un nuevo rostro. En algunos casos no ha ofrecido sino eso, nada más. En otros ha planteado propuestas interesantes y gobiernos eficaces, como en Yucatán, por ejemplo o el Estado de México, lugares donde los gobernadores gozan de simpatía popular y altas calificaciones.
Pero el partido en sí necesita una nueva forma de presentarse ante la gente.
Eso explica quizá el consenso por el cual se ha dado la unanimidad (o al menos la aceptación decorosa sin disensos estridentes) en torno de Humberto Moreira quien ha iniciado su pre-gestión con una actitud orgullosa, altiva y altamente crítica en contra del Partido Acción Nacional, su gobierno y sus personajes; procedimientos, resultados y actitudes.
El ex gobernador de Coahuila, integrante él mismo por razones generacionales del novedoso PRI, puede ser una sorpresa en la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional solamente para quienes no hayan seguido su trayectoria.
Quienes lo vieron actuar en la aciaga ocasión del estallido y derrumbe de la mina de carbón en Pasta de Conchos, en Coahuila, con mucho una de las grandes tragedias de los últimos años, saben cómo puede actuar en defensa de sus ideas, convicciones y responsabilidades.
Solamente baste recordar cómo se puso del lado de las víctimas cuando el gobierno de Vicente Fox, representado por el actual diputado Javier Salazar, trataba de exculpar del drama al poderoso Grupo México, cuya culpabilidad criminal quiso ser puesta en segundo plano mediante un pleito con el dirigente sindical Napoleón Gómez Urrutia, quien los acusó de homicidio industrial y desde entonces es perseguido de la justicia.
En el nuevo programa, Moreira le he dicho ignorante al secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, quien ha respondido de manera timorata y sin recursos. Después tuvo para tundir a Alonso Lujambio como ejemplo del “ninismo”: “ni saben ni pueden” ha dicho de los secretarios de Calderón y al del Trabajo, Javier Lozano le ha recomendado guardar silencio, pues antes formó parte de cuanto ahora critica.
“Le digo que no hable, pues él habló del pasado y el formó parte de ese pasado. Su barriguita se llenó con el salario de ese pasado del que habla. Entonces que no hable. “
Y son muchos los ejemplos de tan amplio repertorio de zapes, manotazos, coscorrones y rapapolvos de este hombre cuya aparición en la escena ha causado emoción en algunos, alzamiento de cejas en otros y críticas de los morigerados por la actitud peleonera, atrabancada y montaraz, adjetivos con los cuales lo miran desde la esquina de la desconfianza sin darse cuenta de cuál es la conveniencia para un partido de oposición, para cuyos fines siempre hay un doble discurso: una cosa se dice en la plazuela y otra se acuerda en los gabinetes.
Nadie ha calificado de peor manera al Presidente de la República, por ejemplo, como Andrés Manuel y sin embargo ni él ni el Ejecutivo han tenido reparos para compartir candidatos cuando la ocasión lo ha hecho necesario.
Uno olvida los calificativos recibidos; otro olvida los adjetivos pronunciados. Luego comparten y se reparten el botín, como en Oaxaca.
Muchos le recomiendan a Moreira bajar el tono pues al público no le gustan las injurias e insultos. Le recuerdan aquel famoso “¡Cállate chachalaca!” Otros lo alientan a seguir en esa línea para marcar distancias pues a fin de cuentas nadie pasa de las palabras a los hechos (excepto Sarah Palin). Estos a la hora de la hora son capaces de sentarse en la misma mesa.
Sin embargo a Moreira se le deben reconocer sus aptitudes para “jalar” reflectores. Hoy por hoy ha logrado en menos de dos semanas “azorrillar” a muchos funcionarios quienes se ven torpes y equívocos cuando le responden, como por ejemplo Lujambio, un intelectual exquisito, ajeno del todo a la rencilla de callejón (y no hablo del caso Guerrero).
Hace unos días un integrante del gabinete presidencial me dijo algo y lo remató con un humorístico pero real, no lo vayas a publicar, no se me vaya a enojar Moreira.
Lo único importante para la causa del nuevo PRI vendría a ser un verdadero catálogo político serio y realista para enfrentar los problemas. Si las actitudes de Moreira son nada más para llamar la atención de la parte más superficial del electorado, servirán de algo, pero si todo se llegara a quedar ahí, no tendrían caso.
Moreira mismo se convertiría en un “nini”, aunque nos haga reír a carcajadas. Como Polo-Polo.
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Ayer, el líder de la CNOP comenzó los preparativos para la Asamblea Nacional de cuya labor dependerá crear una nueva estructura de organización y vinculación con las clases medias del país. En la reunión de ayer estuvieron presentes, Joel Ayala, presidente de la FSTSE, los diputados Sammy David, María Esther Terán, Claudia Ruiz Massieu, Jesús Ramírez Stabros, Guillermo Ruiz de Teresa y la presidenta de Metepec, Ana Lilia Herrera, entre otros integrantes de la dirigencia nacional
cenopista.