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Resulta al menos embarazoso ver el jolgorio de nuestro gobierno municipal por las dimensiones de la Rosca de Reyes más grande de la historia, precisamente en la fecha de inauguración de la torre Dubai (Burj Dubai) De un tiempo a esta parte, todo cuanto en el mundo sucede con fulgores de maravilla y progreso, nos es ajeno a los mexicanos. Somos cada vez más simples y resignados espectadores de los prodigios de la tecnología, la ciencia, la arquitectura o los viajes espaciales.

Por las mismas fechas, el anuncio de la agencia japonesa JAXA sobre túneles lunares donde se podrían alojar tripulaciones enteras en una escala para viajes a Marte en años por llegar. Mientras, los mexicanos sentimos el aletazo de la distinción genial gracias al acopio de marcas mundiales en el bobo registro de la enciclopedia Guinness de la nadería, en materias tan notables como el mayor tamal del planeta; la más concurrida pasarela de trajes de novia en San Luis Potosí o el más alto arbolito navideño del planeta.

Los mexicanos somos proclives y vulnerables al discutible honor de acumular marcas Guinness. Pronto tendremos una por haber reunido la mayor cantidad de récords, lo cual además de idiota es inútil.

Pero los hallazgos de hoy, los avances mundiales no voltean siquiera la mirada a este país. Y no se debe a nuestra condición intrínseca, sino a la mala calidad de nuestra conducción política.

Sin rubor, se nos ha dicho en tono quedo, como sin intenciones de hacer demasiada bulla: se ha cancelado para siempre el proyecto hidroeléctrico de La Parota —debido a complicaciones financieras—, mientras nadie sabe nada en torno de la incumplida inversión de 600 mil millones de pesos en infraestructura anunciados por el Presidente de la república en enero del año pasado como solución y motor para salir de una crisis cuyo inicio se avizoraba entonces.

Total, la crisis llegó y desbarató la economía; las prometidas inversiones nomás no se ven por ninguna parte.

Pero no todo está mal en este país. Hay cosas muy bellas, al menos en el tesoro arqueológico.

Un lector me manda una observación llena de orgullo y asombro. Me cuenta de una excursión a Cacaxtla, en Tlaxcala, y me envía una foto (lamentablemente de poca calidad, tomada con un celular) en la cual se observa en la cima del centro ceremonial el complemento insólito de un tinaco de plástico negro, cilíndrico e inconveniente, colocado en el único lugar donde no debería estar.

—¿Usted me puede decir qué hace allí un Rotoplás de mil cien litros de capacidad?

Pues no, don Amado Sánchez (tal es el nombre del lector), yo no le podría decir nada: en todo caso le diría, hace lo natural a cualquier tinaco: guardar agua, pero si me pregunta la razón de tal ubicación y los motivos de la manguera alimentadora y la bomba impulsora del líquido hasta la cima del venerable recinto cacaxtleca, pues me confieso ignorante.

Pero mientras alguien nos elucida tan profundo misterio, déjeme recordarle un poco cuál es la importancia de Cacaxtla.

Como todos sabemos, en esa zona hubo una confluencia cultural muy importante. Los olmecas llegados desde el Golfo de México crearon ahí un asentamiento –Olmeca-Xicalanca– cuyo prodigioso testimonio son las pinturas y celosías de incalculable valor plástico e histórico ahí expuestas.

Pero Cacaxtla tiene mala suerte.

Tanta como para haber sufrido el derrumbe de los techos construidos después de su rescate en 1998, para “proteger” el lugar. En 1971 la lluvia tiró la estructura sobre las piedras protegidas de tan endeble y miserable manera.

La zona estuvo cerrada y en abril del año pasado se abrió de nuevo. Se le colocó nueva techumbre, sólida, bien drenada, bien construida, tanto como para ponerle hasta tinacos, como cualquier azotea de Tlatelolco.

De esta manera, los políticos y burócratas festejaron en aquellos días la reapertura (¿Y el tinaco, apá?):

“… le agradecemos mucho don Alfonso –le decía el gobernador Héctor Ortiz al Director del INAH– su interés y el de su equipo, y queremos que nos siga apoyando para que sigamos embelleciendo Cacaxtla. Nosotros también pondremos la parte que nos corresponda para que este sitio siga siendo digno motivo de atracción para los turistas de México y de otras partes del mundo, que han venido a admirar estos extraordinarios murales que, como bien usted dice, en el país solamente existen otros equiparables a estos (¿Y el tinaco, apá).

“En el caso de Cacaxtla –dijo emocionado y comprometido De María y Campos, director del INAH–, lo consideramos junto con Bonampak (uno de) los dos conjuntos pictóricos murales prehispánicos más valiosos e importantes que hay.

“Tenemos la responsabilidad de ofrecer lo mejor, con la mejor tecnología y el mayor cuidado, pero siempre de una manera consensada (sic) y con toda la asesoría que podamos tener de otros países, de otras disciplinas y de otras instancias académicas, con el ánimo de tomar decisiones”.

Pero uno pregunta: ¿y el tinaco, apá?

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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