RAFAEL CARDONA
Tan indignante como los hechos es la respuesta ante ellos. El descaro y la reiteración de los mismos rituales para exculpar a quienes deberían estar desde ya pagando por la muerte de los hombres y mujeres cuya vida fue tan inútilmente segada y abrasada en verdad no tienen límite.
No hay frontera para el descaro de la secretaría de Gobernación cuya definición de lo legal, lo permitido, lo correcto y lo indebido se funden en una mermelada de explicaciones insensatas y lugares comunes inadmisibles con una única finalidad: lavarle la cara al patrón.
El fallido fervorín del señor secretario Francisco Blake Mora la semana anterior en Monterrey no es sino un intento ridículo para desviar las responsabilidades y no dejarle una sola al Ejecutivo.
Cuando dice, “…Estas acciones (se refiere al terrorismo), sin embargo, lejos de dividir y minar nuestra unidad frente al crimen organizado, deben fortalecer, aún más, para superar el desafío que éste representa para el país, para sus ciudadanos y para las instituciones” no está diciendo nada, pero a pesar de la mala construcción de sus ideas (si esas son ideas) Blake les pide a quienes lo escuchan un respaldo político a un gobierno cuyo ejercicio en pos de la paz no ha dado resultado y al cual—según esto—se le deben gratitud y comprensión.
“A pesar de dolor y de la tragedia es momento de actuar unidos y de identificar a plenitud el enemigo común de México que es el crimen; lo es para combatirlo eficazmente (¿cuánto hemos de esperar por la eficacia pacificadora?) y para no tolerar como sociedad actos como este”.
Lamentablemente “actos como este” no solicitan la tolerancia de nadie y la identificación del “enemigo común de México” es otra petición, envuelta en caramelo de azúcar luctuosa, para no hacer olas cuando pase la barca presidencial en los procelosos mares de la actualidad.
Por desgracia los mexicanos sabemos colmadamente quiénes son los enemigos. Quien parece no saberlo es el gobierno cuya lucha no atina a mermar ni su poderío ni sus acciones. “Como ésta” y como las otras.
“Es el momento de trabajar juntos (¿otra vez es el momento?). Es el mejor tributo y honra que podemos hacer a las víctimas. El Gobierno Federal estará cerca de Nuevo León y de su gente en estos momentos y no va a haber escatimación (quizá quiso decir escatima [sic]) de esfuerzo alguno para dar con los responsables y combatir esta expresión de barbarie y de agravio a nuestra sociedad”.
Una vez más estas palabras dejan ver el fondo.
No se trata de atender ni de entender. Se trata de emprender una fuga lo más airosa posible con la estéril (ya llevamos cinco años de escucharlo) convocatoria de usar “toda la fuerza del Estado” para detener y castigar, etc, etc.
Pero tal poderío debiera llevarse hasta el señalamiento de responsabilidades de los concesionarios de los casinos y sus abogados, no tanto por la naturaleza intrínseca de su negocio, sino por la codicia criminal como operan sus locales.
El cierre deliberado de las puertas de emergencia y el aprovechamiento de las rendijas judiciales para ampararse por el todo y así incumplir las partes relativas a Protección Civil y adecuado funcionamiento, son tan criminales como los incendiarios mismos.
En este sentido quedan para la historia universal de la poca madre las declaraciones de Juan Gómez Jaime, el abogado del “Casino Royal”, propiedad de los hermanos Raúl Rocha Cantú y José Alberto Rocha Cantú quienes también se aburren los días 10 de mayo.
No soltarán los concesionarios ni un centavo para indemnizar a nadie pues no fueron ellos los responsables de los hechos, dice el leguleyo, como si los pirómanos hubieran entrado a poner candados en las salidas de emergencia antes de soltar el primer cerillo; “porque la empresa no es la que dio lugar a esos hechos, no es una responsabilidad”.
Cuando más –anuncia orondo– se pagarán a los trabajadores “gastos de hospital y funerarios”, y generosamente se les seguirá dando chamba en ese o en lugares similares, lo cual hace pensar en las dimensiones de la confianza: creen los tahúres en lo perdurable de sus negocios de recolectar dinero en ratoneras criminales.
¡Ah!, pero ya el SAT nos habla de cómo se han decomisado máquinas tragamonedas (o sucedáneos electrónicos) metidas de contrabando, lo cual le debemos agradecer a la llamarada de hace unos días cuyo resplandor permitió ver todo cuanto la “normalidad” antes impedía.
Pero a pesar de todo ya podemos respirar en paz.
El señor cardenal Norberto Rivera Carrera ha dado con el responsable de este crimen: fue el diablo.
Ayer en su homilía el Santo Varón nos dijo muy en serio: fue un crimen diabólico. Y como toda oportunidad es buena para anunciar los más recientes productos en el supermercado de la simonía, pidió la intercesión del Beato Juan Pablo II (casualmente en exhibición en la Basílica de Guadalupe, representado en un muñeco de cera), para lograr la conversión de los criminales quienes deben volver al camino del bien pues no podrán escapar a la justicia divina.
Ora pro nobis…