Mucho deberán reflexionar los miembros del Partido Acción Nacional (“Fuartido”, le dicen ahora) en torno de las palabras ásperas y duras del Presidente Felipe Calderón sobre la moralidad como perdido monopolio de la decencia en el podrido ámbito de la política mexicana, pero de entre las lucubraciones una debería estar por encima de ellas: la del propio Calderón.
¿Fue una crítica o una autocrítica?
Con mucha frecuencia los políticos en una asamblea de iguales, de correligionarios, al calor de las asambleas las sesiones de Consejo, los mítines o cualquiera de las variables multitudinarias de la vida política, hablan de la vida interna de su organización y menciona una larga lista de pecados pero nunca de pecadores.
La reflexión dominical del Presidente, cuya presencia en la avenida Coyoacán fue presentada de manera uniformada por los medios como discreta y poco aparatosa (al menos en cuanto a seguridad), no fue ajena a ese tipo de reflexiones crípticas y hermenéuticas tan frecuentes en la política.
Habló de algunos cuya intención es (en libérrima paráfrasis de su deporte favorito, el futbol) meter la pelota en su propia portería. Esa denuncia así, al aire o al desgaire, debió haber estado acompañada de una definición un poco más clara y torunda.
De otra manera se corre el riesgo de soltar a los perros de la guerra en el interior del Partido y no faltarán acusadores y hasta delatores prestos y decididos a congraciarse con el presidente alentando sospechas, denuncias y quejas sobre el comportamiento de sus compañeros.
–¿Seré yo, maestro? Podrían preguntarle algunos.
Pero quizá la más severa de las reflexiones presidenciales en voz alta, fue aquella relacionada con la corrupción y la pérdida de los valores dentro del Partido.
Si el Partido Acción Nacional no se distingue por su lucha contra la corrupción, se pregunta Juan José Rodríguez Prats, consejero nacional de esa organización y crítico de la política felipista, “¿en qué otra cosa se podría distinguir?”
Pues quizá se pudiera distinguir por haber claudicado de aquella intención original.
“Todo partido tiene un dilema. Si uno de sus militantes, al arribar al poder, no se desempeña conforme a los principios que fueron parte de la propuesta electoral, ¿debe la institución protegerlo a cualquier precio?, ¿debe llegar al grado de la complicidad?
“En el PRI nunca ha dudado en acudir en defensa de sus correligionarios. El PAN, en cambio, ha sido un denodado y tenaz crítico de las desviaciones del poder. Imitar la conducta priista, al grado de llegar a una enorme alianza de complicidades, implica traicionar una de sus más persistentes propuestas e incurrir en una ostentosa incongruencia.
“Si el PAN fue crítico como oposición, ¿tiene que ser consecuente cuando es gobierno? La obligación ética es ser aún más exigente. Los partidos deben postular a los mejores candidatos, aun no estando en sus filas, pero en los cargos deben vigilarlos como si fueran los peores”.
Esas palabras de Juan José Rodríguez Prats por las cuales dicen algunos diarios* chocó frontalmente contra FCH en la reunión del domingo pasado, no por los dichos sino por los hechos, tiene un eco en la expresión presidencial:
La falta de claridad en esos principios “puede llevar a muchos ciudadanos a restaurar de buena fe todo un sistema basado en la corrupción”.
“No nos engañemos, el solo hecho de que en términos de honestidad Acción Nacional sea percibido por los ciudadanos como igual que los demás es suficientemente grave.”
*(Milenio) “Que el diablo se le metió al ex senador Juan José Rodríguez Prats en la reunión de ayer del Consejo Nacional del PAN.
“El también ex priista Rodríguez Prats se le fue encima al mismísimo presidente Calderón. Primero le dijo en corto que no coincidía con lo que el mandatario acababa de expresar.
“Y luego en tribuna le pidió a Calderón que, antes que nada, el discurso presidencial debería ser verosímil”.