Sólo faltan doce meses, 52 semanas; una docena de lunas como platos celestiales; 363 días y quien sabe cuántos miles de miles de horas, minutos y segundos (la cuenta vendría siendo una ociosidad) para ver quién y hacia dónde llevará la barca de nuestro destino nacional.
Hoy no es tan importante el semestre consumido del año en curso, este sangriento y azaroso 2011 de confidencias, traiciones y desdoblamientos , sino los meses por venir en la culminación cíclico sexenal de la democracia electoral pues de otra por lo visto no tenemos sino atisbos y pocos logros.
Pero las cosas no son tan simples como parecen.
No todo se llevará a cabo con la disciplinada sujeción a los mandatos del tiempo y del ciclo mismo. Hoy no tenemos ese clima casi festivo de la alborada del siglo cuando la llegada de los nuevos tiempos –la transición hoy vista como amenaza–, coincidió con la salida del Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos.
No vive en esa casa de poderosos un presidente como aquel Ernesto Zedillo de (en algunos) tan triste memoria, para quien la entrega del poder fue casi un orgullo vengativo. Una especie de misión cumplida ante de irse a vivir a los Estados Unidos.
No, de ninguna manera.
Hoy el inquilino de la residencia Miguel Alemán se resiste a entregar el poder y para no hacerlo (o al menos no cruzado de brazos, si tal hubiera de suceder) manipula y fuerza la contienda interna; contamina el proceso y se gana la queja de algunos grupos dentro del Partido Acción Nacional mismo, ya no se diga fuera de él.
Demasiado conocida es su arenga a los mil y tantos delegados del gobierno federal y burócratas de mediana estatura a quienes reunió en una magna asamblea para simbólicamente ungir a Ernesto Cordero como para ahondar en el asunto pero queda como antecedente de los dados cargados y el inicio de otras cargadas, hechas con mayor o menor aseo y eficacia.
Aseo y eficacia, eso se le demanda a veces a la política. A veces nada más eso y con harta frecuencia ni esas condiciones tiene.
Hoy existen muchos focos amarillos, rojos y de otros colores en el panorama.
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El encono nacional producido por las intervenciones de Vicente Fox, cuyo inicio jubiloso y su promesa del advenimiento de una nueva era se hundió penosamente en un mar de irresponsabilidad corrompida dentro y fuera de la casa, hoy es factor permanente si bien por otras causas.
El Instituto Federal Electoral, por ejemplo, imaginaria garantía de decoro institucional hasta antes de la jornada electoral de hace un sexenio, hoy acumula desde ahora la desconfianza generalizada de todos los actores políticos, hasta internamente.
Hoy el Consejo General del IFE, órgano de gobierno del Instituto, está incompleto e inservible. No solo por la falta de tres de sus integrantes sino por la guerra intestina en la cual se halla el germen de su futura inviabilidad como garante de procesos electorales legales y justos. Ni aseo ni eficacia.
Un ejemplo de esto es el reciente sainete en relación con los reglamentos para la propaganda en los medios electrónicos y otros de diverso avance tecnológico. Si las modificaciones constitucionales para hacer del instituto el único conducto para la promoción partidaria en medios electrónicos concesionados o permitidos tenía como finalidad emparejar las oportunidades en la propaganda más allá de las capacidad financieras de cada grupo, hoy esa igualdad se ve amenazada por las complicaciones burocráticas del instituto.
Obligar a los radiodifusores a reducir sus tiempos de recepción de materiales electorales, su programación y exacta difusión sin una verdadera razón de fondo, es buscarles glándulas mamarias a las lombrices, como dicen en los ranchos.
La votación en ese sentido, como la relacionada con el derecho de réplica (como si ese derecho se ciñera únicamente al ejercicio político o la vida electoral), únicamente sirvió para ahondar dentro del consejo las diferencias (hasta necesarias) de los partidos fuera del Consejo.
Francisco Guerrero, quien hasta hace unos días presidía la comisión relacionada con los medios electrónicos, envió una carta de renuncia en la cual desde ahora advierte los conflictos por venir y de ellos se aparta, pues –dice–, “resulta más conveniente para los trabajos futuros del Comité de Radio y TV mi separación definitiva del mismo”; (en tanto) los cambios practicados al reglamento, “podrían alterar el cumplimiento rumbo al proceso electoral federal 2012 “ y no se puede ser “comparsa” de decisiones peligrosas para la elección presidencial del próximo año.
“No podemos –aseguró a secas–, llegar al proceso electoral 2012 si no existe un consenso más amplio ni tenemos la simpatía y cooperación de los medios”.
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Obviamente esa actitud generó la ira de otros consejeros, especialmente Benito Nacif y Alfredo Figueroa (el mismo cuya pretensión es legislar el Derecho de Réplica desde el IFE) quienes convirtieron la orientación de los votos en evidencia de sumisión política, lo cual, si es válido para quienes de ellos disintieron (señaladamente Marco Baños y Juan Guerrero), también lo sería –por contraste– para ellos mismos.
Con esto llegaríamos a una definición endógena: los consejeros nada más obedecen a sus patrocinios políticos. La pugna se extiende entonces a quién tiene más piezas en el tablero de las instituciones supuestamente neutras.
Y eso obliga a reconocer un hecho contrario al dogma de lo políticamente correcto en el discurso de la nueva institucionalidad “democrática”: el Instituto no es una zona de arbitraje sino un campo de batalla, en la extensión de los pleitos partidarios lo cual lo anula en definitiva como la perfecta institución cuya condición ciudadana nos quisieron vender los promotores de una “civilidad electoral” tan falsa (desde el primer día, debemos decirlo) como una moneda de tres pesos.
Pero otro de los elementos incidentes en la complejidad del año por venir guarda relación con la actividad política del Presidente Felipe Calderón quien opera la selección del candidato panista en medio de una ola de rencores y quejas de sus correligionarios, por una parte, y de indecorosas adhesiones por la otra, según ha denunciado por TV el consejero nacional Juan José Rodríguez Prats en abierta acusación al activismo presidencial.
“En el PAN no somos una manada de corderos detrás del Cordero con cencerro”; dijo.
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Otro elemento de preocupación es la cantidad de pendencias a las cuales hace frente el Presidente de la República. Como si aquella fama de la “mecha corta” fuera un atributo y no un defecto (al menos en la política) el presidente la ha emprendido simultáneamente contra mucho y contra muchos.
Ya podemos poner en su catálogo no solo a los criminales cuya cobardía y demás malos atributos forman parte del discurso cotidiano (y bien está hacerlo) sino en últimas fechas hasta los jueces y los obispos. Clamores infructuosos.
No pretendo un presidente con los ojos cerrados ni un avestruz en medio del páramo de la complicidad ciega y muda, pero la misma búsqueda de justicia se podría tener con un poco menos de estridencia. Y no solo por buen gusto, sino hasta por eficacia.
Siempre será mejor descargar el carro de los epítetos después de lograr justicia y no antes, especialmente cuando el remedio no llega y todo se queda en la bravata y la echada.
Por ejemplo aquella parrafada con Javier Sicilia:
“Me pregunta usted como persona, como padre de familia, como hermano, como hijo. Por supuesto que yo coincido en muchas cosas con usted. Y si me pregunta, además, acerca de las cosas en las que creo, de que ahora ciertos personajes se nos ponen como modelo de santidad por los obispos. A mí lo único que me evoca es una frase, don Javier, la que dice ‘sepulcros blanqueados y raza de víboras”.
Y en cuanto a los jueces, así en genérico referida también al caso Hank:
“…Hay casos muy importantes donde un día se encontró a un muchacho asesinado en una calle y se encontró un casquillo; se examina el casquillo y se sabe que corresponde al homicidio. Pero un día, tiempo después, meses después, se encuentra el arma, y esa arma se prueba en esos laboratorios y se sabe que ese casquillo que encontraron un día en una calle, por ejemplo en Tijuana, corresponde a un arma encontrada
“…Esa es una evidencia que pido a los jueces: que consideren, que no obvien, que no nulifiquen. Porque me uno a la exigencia de fin de la impunidad de toda la sociedad”.
Y también nos hallamos con esta noticia:
“El Consejo de la Judicatura Federal (CJF) suspendió ayer al Juez Noveno de Distrito en Materia Administrativa del DF, Álvaro Tovilla León, por la investigación que inició a su juzgado tras el encarcelamiento del secretario Esiquio Martínez Hernández, acusado de tener un patrimonio ilícito de 50 millones de pesos.
“Según el CJF, la medida fue para facilitar la fiscalización de su juzgado y, aunque dijo que será temporal, no tiene límite de duración y se mantendrá «durante el tiempo que resulte necesario para agotar la investigación y emprender las acciones que resulten necesarias», indicó la Judicatura en un comunicado.
“Tovilla tiene 25 años de carrera en el Poder Judicial de la Federación”.
Ese mismo día hubo novedades en otro juzgado:
“El abogado Xavier Olea Peláez cumplió este miércoles su advertencia de presentar ante la Procuraduría General de la República (PGR) una denuncia penal en contra del obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda Silva; del ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Sergio Valls, y de los tres magistrados que integran el octavo tribunal colegiado en materia penal en la ciudad de México”.
Obviamente, sobre todo en este último caso, no hay relación ninguna con la Casa Presidencial, pero sí se mezcla a un personaje perteneciente a los sepulcros blanqueados, el singular obispo de San Cristóbal Ecatepec, Onésimo Cepeda quien hoy –literalmente— eleva el cáliz en medio de un proceloso mar de aguas de drenaje.
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Funcionaria notable en la representación del gobierno del estado de Veracruz en la ciudad de México, Liliana Yunes, presentó su examen doctoral en derecho. Un paso adelante su fructífera vida. ¡Felicidades!