La noche de ayer fue la última de la fantasía. Ya quedó atrás el famoso puente “Guadalupe-Reyes” con el cual los mexicanos –casi por decreto—, celebramos la molicie como una de las mejores tradiciones nacionales y hallamos el mejor de los pretextos para dejarlo todo a la más favorable de las fechas: cualquiera, menos hoy.
De unos años a la fecha el jefe del Ejecutivo nos regalaba con un mensaje de Año Nuevo. En esta ocasión lo hará también, pero lejos del inmoderado optimismo de ocasiones anteriores. El señor presidente Felipe Calderón, ya ha ofrecido un anticipo al menos del tono dominante de sus palabras de enero: la preocupación.
Eso ya se los dijo a sus colaboradores directos quienes –unos más, otros menos— adivinaron en las recomendaciones presidenciales los posibles riesgos para su estabilidad laboral dentro del equipo.
Si bien la presidencia fue escueta y críptica en el comunicado con el cual nos hizo saber a todos la reunión plenaria del arranque de año, se traslucen en las palabras presidenciales del día tres y posteriores, ciertos rasgos de agobio.
“Los secretarios –dice la Presidencia—, recibieron un mensaje inicial del presidente Calderón donde enfatizó la importancia de continuar con el esfuerzo y las acciones de este gobierno que mantengan resultados concretos y respondan a las expectativas de los ciudadanos (o sea, un bonito discurso).
“Durante la sesión se evaluaron los resultados en el 2008, revisando las metas planteadas, así como los logros alcanzados (¿y los no alcanzados?) en los principales programas de esta administración.
“Asimismo, se dio seguimiento a la planeación de los principales programas a desarrollar por cada una de las dependencias y la coordinación entre éstas para alcanzar las metas para este 2009.
“Finalmente, el titular del Ejecutivo Federal habló al gabinete sobre el tema de la situación económica internacional y de las acciones que el gobierno federal impulsará para enfrentarla”.
Cuando alguien revisa, como dice el boletín, los logros alcanzados en los principales programas, también se deja a la lógica la notoriamente importante parte de lo no alcanzado. Lo mismo cuando se dice sobre las acciones para enfrentar la situación económica internacional para cuyo control decididamente no tiene alcances.
Podrá controlar algunos efectos en lo interno, mas no la situación completa, como aseguró ayer al, inaugurar uno de los trenes de Enrique Peña Nieto en Lechería, pero se haga cuanto se haga el diagnóstico escueto es sumamente claro:
“Será un año muy complejo”.
Y quien habla de complejidad lo hace de dificultad y riesgos de penuria y quien usa estos términos no tiene sino un remedio: definir cuáles peligros se deben evitar: menos empleos, más pobreza; menos oportunidades, más violencia y menor crecimiento.
“México es hoy con todo ese riesgo (internacional) y esa adversidad que estamos enfrentando, uno de los países con menores niveles de riesgo macroeconómico, con menores niveles de riesgo que muchas otras economías del mundo, dijo el Presidente en un capítulo más de la exaltación del blindaje macroeconómico, a todas luces insuficiente para resolver, pero si útil para evitar males más grandes.
“Cuando se examina por ejemplo –dijo—, el grado de préstamo respecto del capital de los bancos, o el grado de capital de los bancos respecto de los activos que tiene o el tamaño de las reservas internacionales respecto de la deuda de corto plazo, las reservas de México son varias veces la deuda de corto plazo o incluso son varias veces el circulante que tenemos en la economía.
“Cuando se examinan una serie de variables México tiene menor riesgo financiero y macroeconómico que países como Chile, Brasil, Rusia, Sudáfrica, India e incluso mucho menor riesgo financiero y macroeconómico que grandes economías consolidadas como Japón, el Reino Unido y Estados Unidos”.
Pues todo eso es verdad; pero no lo saben ni el tendero de la esquina ni el pequeño empresario cuya tijera ya ha destazado la nómina; ni el patrón experto en hacer contratos por 30 días, ni el trabajador resignado a cobrar siempre por honorarios (cuando cobra) sin acumular derechos ni prestaciones ni estabilidad ni pensión ni nada de nada.
Pero lo sucedido ayer en Lechería es un signo alentador: inaugurar obras de infraestructura. Sólo así se va a paliar la crisis, con el gasto público como se ha hecho en el Estado de México