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Fin de semana con Rafael Cardona

Cuando ocurrió el ataque al centro financiero de Nueva York, conocido en el mundo como el 11-9, George W. Bush, quien a la larga sería calificado como el peor presidente en la historia de los Estados Unidos

Se puso un anillo mágico en el dedo.

Todos sus problemas se resolverían a partir de entonces de manera muy simple: a cada necesidad sobrevendría la divulgación de un mensaje amenazador de Osama Bin Laden con lo cual el responsable, seguro y altamente confiable sistema de defensa americano se pondría en alerta naranja o amarilla o de plano roja si fuera necesario, para meterle miedo a los ciudadanos a través de los medios y por la misma vía, hacerlos sentir la salvadora protección de un gobierno infalible a pesar de todo.

El héroe capaz de colocar el escudo del Capitán América, la capa de Batman y el monograma de Superman sobre los Estados Unidos y rechazar, antes de su comisión, todos los ataques en contra de la libertad, la democracia y los demás valores estadunidenses incluida la Coca- Cola, estaba presente y vigente; alerta y vigilante del sueño de los hijos de la tierra prometida.

Ni uno solo de esos ataques anunciados ocurrió.

Al Qaeda se convirtió en una presencia virtual, al menos en Estados Unidos, pero las libertades civiles retrocedían un pasito cada vez, consecuentemente con los mensajes intimidatorios.

Esto informaban los medios de entonces con tono alarmista:

““El gobierno estadounidense elevó su nivel de alerta a naranja -el segundo más alto- que indica un «alto riesgo» de ataque antes del primer aniversario de los atentados del 11 de septiembre.

“Es la primera vez desde los atentados que se declara un nivel de alerta tan alto. El secretario de Justicia, John Ashcroft, el director de Seguridad Interior, Tom Ridge, y el director del FBI, Robert Mueller, hicieron el anuncio.

“Simultáneamente, el Departamento de Estado anunció que cerraba temporalmente al público unas dos docenas de oficinas diplomáticas en el mundo. Diversos funcionarios dijeron que embajadas en Indonesia y Malasia recibieron amenazas”.

En 2006 la información era ésta:

“El líder de la red internacional islámica Al Qaeda, Osama Bin Laden, en una grabación que fue autentificada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), afirmó que se preparan nuevos atentados contra Estados Unidos y al mismo tiempo ofreció una tregua que Washington rechazó.

“En la grabación, Bin Laden amenazó a Estados Unidos con nuevos ataques asegurando que «se están preparando» operaciones en ese país y «las verán en sus casas cuando estén listas», pero a continuación propuso también una «tregua de larga duración».

«No tenemos objeción alguna en ofrecer una tregua de larga duración con condiciones justas que respetaremos porque somos una nación a la que Dios prohíbe la traición y la mentira», afirmó, sin explicar las «condiciones justas».

Hasta hora nada. Bush se ha ido por el caño y parte de su herencia es un pesado mecanismo cuyo desguace le ha tomado demasiado tiempo a Barack Obama, seguramente por los pocos deseos de hacerlo en verdad.

La constante de todos esos mensajes era su condición beligerante y su destino inmediato: hacerlas analizar por la Agencia Central de Inteligencia para confirmar si de veras esas palabras eran pronunciadas por quien se decía. Los peritos de esa agencia, quizá por comparación con viejas grabaciones guardadas en un banco de voces, podían determinar –mediante espectrógrafos y aparatos complejos–, si se trataba de una estrategia real o falsa.

Y ahora en México estamos en las mismas, pues desde mediados de la semana escuchamos a los hombres más poderosos del gobierno, confirmar algo en cuya repetición ha sustentado el calderonismo parte de su integridad moral al menos en la lucha contra los delincuentes: no vamos a pactar con ellos.

En verdad la idea del trato ya se había alejado de la cabeza de muchos pues son demasiadas las ocasiones del público rechazo a ese recurso innoble, causante –dicen ellos–, de la eclosión rebelde de los años del combate frontal en contraste con la paz disimulada de los pútridos años de la convivencia silenciosa.

Pero a partir de los hechos de Michoacán (la captura del Minsa y sus consecuencias de violentísima respuesta), varias voces (Manlio Fabio Beltrones, José Luis Soberanes y algunos más) exigieron el replanteamiento de la estrategia en el combate militar contra los narcos, una voz milagrosa bajó del cielo: habló “La tuta”.

“La tuta”, gracias a esa extraña costumbre de feminizar los apodos de jefes mafiosos (¿se acuerda de “La quina”) es el nombre de Servando Gómez Martínez a quien se le ha adjudicado un rol importante en el cártel llamado “La familia”, el cual no solo trafica estupefacientes, enervantes, estimulantes y otras sustancias prohibidas, sino, sostiene un desafío permanente al Estado a través de la venta de protección en todos los estamentos de la sociedad michoacana, pues lo mismo somete y corrompe alcaldes, diputados, funcionarios, policías o extorsiona, vende protección, secuestra, roba cosechas; ganado y doncellas.

El caso fue pues muy oportuno: “La Tuta” externó su respeto por el presidente Calderón a quien de pasadita le recordó la derrota electoral; delimitó los campos de batalla, seleccionó públicamente a sus enemigos, le hizo un favor al Ejecutivo al decirle quienes no le son leales (la emprendió contra Genaro García Luna con viejas acusaciones nunca probadas) y de paso ofreció una ramita de olivo.

El Presidente envío a la arena al secretario de Gobernación pues no iba a ser él, quien se pudiera de tú a tú con “Tuta” y el señor licenciado Gómez Mont le respondió con la contundencia a la cual nos tiene acostumbrados:

“…El gobierno federal no dialoga, no pacta ni negociará jamás con organización delictiva alguna. Se combate por igual a todos los grupos criminales sin distingo con la convicción de que no existe para sus integrantes más alternativa que el sometimiento a la ley.

“En un Estado de derecho, las acciones de los grupos criminales no tienen justificación alguna; no la pueden tener los secuestros, los asesinatos, las extorsiones, la producción y distribución de drogas, que convierten en esclavos a miles de niños y jóvenes, literalmente acabando con sus vidas.

“Las organizaciones delictivas a las que el Estado mexicano está combatiendo están integradas por criminales cobardes y sin escrúpulos que todos los días agreden y laceran a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestro país. Por más que pretendan enmascarar con todo tipo de explicaciones sus acciones, estos grupos extorsionan, amenazan, secuestran, torturan y asesinan sin escrúpulos lo mismo a ciudadanos que a agentes del orden…”

Con esas palabras nadie puede llamarse a engaño. No importa si parecen sacadas de un guión leído hasta por el pobre Germán Martínez quien cuando se divulgaron las confidencias de Mauricio Fernández Garza de cómo la policía de ese rico municipio es impuesta por el cartel de los Beltrán Leyva, negaba “in eternis” cualquier componenda:

“…el PAN no pacta con delincuentes; no hemos pactado y no vamos a pactar con narcotraficantes ni con delincuentes…”

Sin embargo la virulencia de los ataques contra las fuerzas de seguridad y los soldados, hace necesario refrendar el compromiso. No por dudas en torno de su vigencia, sino por la necesidad del gobierno de sostenerse de cualquier cosa para evadir los dos temas fundamentales de estos días: la gravedad y profundidad de la crisis económica y la visibilidad del desastre electoral del Partido Acción Nacional.

Hace unos días comenté en la radio: la lucha contra la delincuencia fracasó como recurso electoral, sería una tragedia si también fracasa como política de Estado. A estas alturas nadie puede dudar y ni siquiera tiene derecho a hacerlo, de lo irreversible de este empeño. No se puede ya meter la reversa; los costos serían enormes, catastróficos. La rendición del Estado sería el paso previo a su extinción.

En este sentido la negociación sería una forma de la rendición. Parlamentar y capitular a menudo son fases inevitables para el fracaso definitivo.

Además siempre se tiene la impresión del motivo para buscar un pacto: no estar seguro de la victoria. En ese sentido “La tuta” estaría hablando de negociar la derrota. Pero en el batiburrilo de su contradictorio mensaje, también anuncia una batalla interminable.

“Con un elemento de nosotros que cometa una falta de esas, nosotros tenemos un código, nosotros tenemos un código y lo llevamos a cabo y le hacemos pagar la falta al muchachito que comete un error y ¿qué estoy dando a entender con eso?

“Que queremos que nos entiendan, que queremos actuar con respeto; que las autoridades andan detrás de nosotros porque es su trabajo, pero también que no molesten a nuestras familias, que se dediquen a agarrarme a mí, a mí, a mis muchachos, a la gente que está, que todo mundo sabe quienes somos”.

La única pregunta en este asunto es si verdaderamente fue “La familia” a través de Servando Gómez la voz difundida por la televisión michoacana en el programa de Marco Knapp quien nada más ha dicho: «después del programa llegó el Ejército, la PGR a solicitar el video, yo me puse a su disposición. Todo estaba ahí, no hay nada que ocultar».

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Hace muchos años, cuando el general Rogelio Flores Curiel era jefe de la policía de la ciudad de México, un familiar suyo tuvo un accidente de Tránsito. Lo detuvieron y lo llevaron a una delegación.

Pudo telefonear y le llamó al jefazo. De inmediato éste le llamó al agente del Ministerio Público y le ordenó de mala manera soltar a su pariente.

–¿Usted es el general Flores Curiel?, preguntó escamado el tinterillo.

–Sí, ya se lo dije, ¿no entiende usted las cosas?

–Si entiendo, pero le voy a pedir un favor: venga y dígamelo aquí, por favor…

–¿Se da cuenta de lo que me está diciendo?, le gritó el militar furioso

–No me lo tome a mal –dijo el licenciado–, es que por teléfono cualquier pendejo es general….

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Cuando ya se le daba por fastidiado y harto de tanto enredo en el PRD, aparece el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas con su estilo sugerente e indirecto de viejo e ignorado patriarca y llena las primeras planas y los noticiarios:

“El partido en sus condiciones actuales está incapacitado para cumplir con el compromiso que tiene con el pueblo y la nación, compromiso que surge de los grandes movimientos de reivindicación del siglo XX y que asumió el PRD desde su fundación. El partido en sus condiciones actuales está traicionando a sus muertos y lastrado como se encuentra por las violaciones a sus reglas internas, pierde su condición de instrumento de lucha por la soberanía de la nación, el progreso y la democracia”.

“Un último llamamiento”, le ha llamado Cuauhtémoc a esta larga y dolorida carta. No se sabe si esa condición terminal es una referencia ante el hartazgo de arar en el mar o simplemente por llamar de alguna manera este responso, este epitafio.

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Muy en el estilo de las viejas reuniones del PAN; con pastel y “Mañanitas”, César Nava fue entronizado de manera anticipada como presidente del CEN del partido. Se fue a registrar y aprovechó el día de su cumpleaños. Le cantaron el “happy birthday” y por poco el mitin se convierte en kermés, sin importar la condición de tropiezo con la misma piedra.

“Represento, en suma, a una generación, no a una corriente, a un grupo o un interés político particular. No tendría la base ética ni de valores para venir ante ustedes a plantear mi propuesta para dirigir a Acción Nacional, si no pensara en todos los panistas», dijo el favorito a quien la magnificencia presidencial ha perdonado después de los episodios ya sabidos (y los no tan sabidos y a los cuales no me habré de referir).

Nava (de quien ayer decían en son de chunga en el PAN, “peor es Nava”) irrumpe y promete quedarse también con su chamba en San Lázaro de manera muy mediocre, lejos de las comisiones y sin nada por delante: diputado raso, o sea, “calientacurul digital”. Es la nueva política digitalizada: el “dedazo” del “levantadedo”.

En su discurso y en posterior entrevista dijo que su intención es sumar a todas las corrientes del Partido Acción Nacional (PAN) y trabajar sobre tres ejes básicos que son: identidad en los gobiernos panistas, en los liderazgos del partido y en la forma de comunicarse con los ciudadanos.

“…ni el presidente de la República pretenderá gobernar en el PAN ni el presidente del PAN pretenderá dictar la agenda partidista al gobierno federal…», dijo como quien le corta un gajo a la epopeya.

LAVADO

Como ejemplo de las actividades sociales en respaldo de la lucha contra el narcotráfico, se desarrolló con mucho éxito jueves y viernes en esta ciudad la convención de la Federación Mexicana de Desarrollo, bajo la presidencia de Patricia Jurado Maycotte, reunión en la cual fue analizado uno de los fenómenos sin cuya existencia y respaldo, no podrían cometerse otros delitos: el lavado de dinero.

Muy importante entre las ponencias fue la de Roberto Eduardo Trujillo Domínguez director general adjunto de Normatividad y Relaciones Nacionales e internacionales de la Unidad de Inteligencia Financiera, complementada por Michael McDonald, quien habló de la prevención del blanqueo de capitales en operaciones con estados Unidos.

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Alejandro Martí pidió hallar a los responsables de la muerte de su hijo. Ahora ya hallaron demasiados. El colmo

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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