Mientras los mexicanos no logremos una nueva forma de organización seguimos viendo con interés y a veces con desesperación el comportamiento de los partidos políticos. Censurar la partidocracia nada más por repetir una frase políticamente correcta, es un desatino y una necedad.

Alguna vez desde la Presidencia, Felipe Calderón, en uno de sus desahogos analíticos nos recomendó a los mexicanos, si no les gustan los partidos actuales, pues hagan nuevos, como si de eso se tratara. De 1977 a la fecha, podemos decir, la mayoría de los partidos hoy actuantes son nuevos (en la amplia relatividad del tiempo y la historia) y no por eso superan a los antiguos. O arcaicos, según se quiera ver.

Por eso vale mucho analizar algunas voces.

Para iniciar con la antigüedad, como en los toros, pues hablemos un poco de la catarsis de dos ex presidentes del Partido Acción Nacional. Primero Manuel Espino quien ha visto cómo pende sobre su cuello la guadaña de la expulsión y se acoge a los posibles beneficios protectores del Tribunal Electoral.

Espino simplemente recomienda, regresar a los orígenes. No pide nada imposible, nada más reconstruir al actual partido para hacerlo semejante al de sus esforzados, sensatos y democráticos fundadores con una finalidad única: llamarle PAN al PAN, sin mentir ni equivocarse.

A cambio de eso y quizá para confirmar la preocupación sobre la cual montó sus reflexiones, lo echaron con una resma de acusaciones menores. Muy menores. No volverá, al menos durante este gobierno si el tribunal no falla lo contrario.

En ese mismo campo del análisis público, de la ropa sucia colgada en el tendedero, Germán Martínez ha escrito un análisis cuya brevedad no lo disminuye. Ha puesto en la arena una palabra escabrosa: el PAN está enfermo, pero no desahuciado.

“Su achaque tiene tiempo. La causa no está fuera del PAN. Es interna y profunda. No se aloja en el PRI, o en las encuestas, ni en los medios de comunicación. No es un complot externo contra los panistas.

“No es, tampoco, la causa de ese dolor, como dirán los puritanos «porque llegó al poder». Los males del PAN no le vienen de tener poder. Conquistarlo y retenerlo es esencia de un partido político. Su enfermedad se manifiesta con algunas maneras de «ser panista» y con algunos «estilos» de gobernar”.

En este punto, sin demeritar la osadía de Martínez, deberíamos tomar con una cierta reserva su alusión al estilo de gobernar, pues desde la primera edición del opúsculo de Don Daniel Cossío Villegas la frase se ha quedado como una más de las ideas “tótem” sobre la presidencia mexicana. Gobiernan los presidentes; no los partidos.

Y él le ha servido a uno de los dos únicos presidentes panistas, con maneras no muy ortodoxas, si de algo vale el eufemismo.

Por eso en los seis puntos de su análisis sobre los síntomas de la patología panista, Martínez es condescendiente con su propia historia. Fue él quien por instrucciones superiores acometió furiosamente al PRI con acusaciones de irresponsabilidad histórica e incurable, hasta el extremo de sacar de quicio a Beatriz Paredes quien se lo sacudió con el remoquete de “muchachito pendenciero”.

“Ese desorden programático –dijo en otra de sus intervenciones escritas–, construye un escenario para que regrese el PRI de siempre, sin programa, sin compromiso, sin referentes medibles y exigibles. ¿Contra qué va a compulsar el ciudadano las promesas de campaña del PRI si los panistas tenemos un galimatías?”

Aquí vale señalar la obsesión con el PRI. En este sentido hay un espacio en blanco: ¿de veras el PRI va a regresar? Y si lo hace, ¿de dónde viene la certeza su falta de programa o su inexistente compromiso? No tiene sentido entonces diagnosticar como interno el origen de los males azules.

Martínez sin embargo ha hallado el elíxir, la pócima, el antídoto y la medicina para los males panistas: libertad. Libertad de sus militantes, supongo. El partido, dice, “perdió las ganas de ganar (en lo electoral, creo), como un enfermo pierde las ganas de comer”.

Así pues, si su anorexia no proviene de las urnas ni es producto de un contagio, sino de una condición endógena, la receta de la libertad debe ser hacia el interior.

¿Y de quién o de cual sometimiento se deben liberar los panistas hoy, a un año de la elección presidencial? No lo sé cómo tampoco sé quien los subyuga o los domina.

Pero si es quien estoy pensando, entonces Germán nunca habría sido presidente del partido. En eso tiene razón el senador Ricardo García Cervantes: viene el virus a hablarnos de la enfermedad.

MANLIO

Al finalizar la reunión en la cual Humberto Moreira repitió el sonsonete de la unidad en el PRI, Manlio Fabio Beltrones dijo algo de enorme sensatez:

“Lo más importante dentro del partido, repito constantemente, es que concluyamos el objetivo de nuestra lucha política: el proyecto de país; ¿cómo nos imaginamos México dentro de 25 años?, ponerlo en un documento, plasmarlo y después encontrar quién nos va a llevar a la victoria electoral para cumplir con ese proyecto.

“Hacerlo al revés sería un despropósito”.

Hace años Reyes Heroles advirtió:

“la teoría sin práctica puede llevar a la esterilidad; pero la práctica absoluta, sin teoría, puede llevar a la barbarie”. O a la derrota si se me permite la apostilla.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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