Afuera del Palacio, reluciente en su estatura de dedal, las calles ya se pueblan de banderas tricolores y el imaginario fervor patrio, en el mes nacional, tiñe los tristes tonos de la mañana envuelta en bruma, neblina, llovizna, hebra fina de agua delicada, apenas diluida por un pálido sol, mientras en el patio central, los invitados aguardan el momento mágico, casi de artilugio en el cual puedan descubrir los signos, el guiño definitorio, la suave implicación, el acto revelador con cuya cabal comprensión se pueda conocer, por anticipado, el misterio reservado al mudo lenguaje de las estrellas.

–Quién se sienta dónde, a quién saluda el hombre y cómo; a quién le entrega la mano por más tiempo el Presidente en el saludo ceremonial; cual de los mencionados logra el aplauso mayor cuando se hable de su atinada gestión en bien de la patria, a quién exhibe como su mejor colaborador, a quién le dedica más tiempo en la palabra del recuento republicano;  a quién le palmotea la espalda en más ocasiones, cuál de los elegidos será el verdadero elegido, quién es el candidato, ese es el verdadero interés para acudir a este Quinto Mensaje de Gobierno en cuyas palabras el propio Enrique Peña Nieto ya pone ciertos acentos de adiós prematuro pues ya anuncia los hechos políticos del próximo año electoral.

Y los sicofantes, nigromantes, arúspices y Casandras de fin de sexenio (hay tantos) trabajan horario extendido en el gran patio convertido en galería de teatro, con su primero y su segundo pisos, con sus sillas y sus gradas y sus edecanes y sus señoras de copete y caballeros de traje oscuro.

–Mira, acaban de venir por el padre de Meade; estaba sentado más arriba, lo cambiaron de lugar.

Todos están ahí, todos quieren interpretar, adivinar, seguros de asistir a un acto así, por última vez en el sexenio, pues para estas fechas del año 18 de este siglo XXI, cuya definición es –en palabras del esperanzado presidente Peña–, el tiempo mexicano por venir, otros serán los soles sobre los pedregales de la ambición, las praderas del negocio prometido, del empleo anhelado, de la oportunidad esperada.

En ese sentido Peña juega con la cara impenetrable.

Para no mencionar a ninguno, habla de todos los posibles –Narro, Osorio, Nuño, Meade—con la pura referencia a los ámbitos de su competencia. Jamás un nombre, jamás.

Por eso el discurso se divide en los cinco ejes anunciados desde el principio del gobierno y al último un  mensaje de índole personal, de oferta individual, de esfuerzo humano, de compromiso único.:

–“Hace cinco años, México eligió un cambio con rumbo.

Los ciudadanos decidieron hacer realidad la transformación que el país requería. Había varios desafíos que debían atenderse de inmediato:

“Poner fin al control territorial de las organizaciones criminales y mejorar la seguridad.

“Acelerar el paso para reducir los niveles de pobreza.

Ofrecer una educación de calidad a nuestras niñas, niños y jóvenes.

“Eliminar las barreras que frenaban el crecimiento económico.

Ampliar las oportunidades de empleo y prosperidad en todas las regiones.

“Y proyectar a México como un país orgulloso de su identidad, congruente con sus principios y decidido a ser un actor relevante en el escenario internacional”.

Y como todo, de acuerdo con la lectura ha salido bien, todos han salido bien. Las instituciones y los programas, por encima de los hombres.

Entonces, con la cabeza fría, los impacientes deberán esperar ese tiempo por venir  cuando (como dicen quienes aman por encima de todo el lugar común), los astros se alineen de otra forma y otras constelaciones formen el universo de las importancias y los prestigios.

Pero hay otros ingredientes:

Fue quizás apenas una insinuación, una leve referencia, pero suficiente para poner atención en esas pocas palabras, porque el Presidente Enrique Peña Nieto en su Quinto Mensaje –posterior al cumplimiento constitucional de entregar un informe al Congreso, a ese tembleque Congreso cuyas cámaras se cimbraron con furia de desconcierto en los días previos—, habló sobre la sucesión, sobre el proceso del próximo año en el cual tiene confianza a pesar de los riesgos (eso dijo) de retroceso.

“…Ese futuro se tiene que construir y proteger cada día, sobre todo cuando existen riesgos visibles de retroceso. Hace años que México no se encontraba en una encrucijada tan decisiva y determinante como la actual. La disyuntiva es muy clara: seguir construyendo para hacer de México una de las potencias mundiales del siglo XXI o ceder a un modelo del pasado que ya ha fracasado…”

“…Un modelo del pasado que ya ha fracasado…” linda frase para grabarla en el frontispicio de un cementerio político.

Retroceso como riesgo, como peligro, como posibilidad.

–¿Y quién encarnaría ese retroceso?

Pues en todo caso –como dijo el gran filósofo mexicano Juan Gabriel–: “lo que se ve, no se pregunta…”

–Ni se juzga, diría el otro.

Pero las leves alusiones al futuro electoral cimbran, con trepidantes aplausos,  el patio palaciego, donde el Pegaso (no el “Pegasus”) vuela sobre la fuente cegada, en el estremecimiento provocado por  las palabras dirigidas sin margen de error,  con destinatario claro, al gobierno de los Estados Unidos; es decir a Donald Trump.

“La relación con el nuevo gobierno de Estados Unidos, como con cualquier otra nación, se tiene que basar en principios irrenunciables: soberanía, defensa del interés nacional y protección de nuestros connacionales”

“Lo he dicho y lo reitero: no aceptaremos nada que vaya en contra de nuestra dignidad como Nación.

“Estoy seguro que siempre en unidad habremos de defender la dignidad de México y el interés nacional”.

Pero un poco después el Ejecutivo ofreció su verdadero mensaje, el exclusivo, el íntimo; las palabras de la reflexión propia, la primera persona con voz esperanzada:

“El proceso electoral ofrecerá, una vez más, un espacio para la discusión y la confrontación de ideas y proyectos.

“No hay que olvidar que la política es la única vía para concretar cambios positivos y duraderos en la vida de las sociedades.

“Por eso, la política debe reivindicarse como un instrumento de transformación al servicio de la sociedad.

“Hacer política implica no convertir las diferencias en divisiones; hacer política exige no confundir a los rivales con enemigos; hacer política significa sumar a todos en favor del interés general.

“Los ciudadanos nos exigen continuar en la ruta de la renovación y el cambio, y estamos comprometidos a hacerlo.

Seguiremos trabajando para avanzar más rápido y ofrecer mejores resultados a la sociedad.

“Y lo haremos siempre teniendo presente el objetivo fundamental que nos hemos fijado: que todos los mexicanos puedan ejercer todos sus derechos.

“La transformación que hemos emprendido seguirá adelante, porque México no se detiene.

“Como Presidente, estoy decidido a seguir poniendo lo mejor de mí para que así ocurra; todo mi empeño, dedicación, pasión, entrega y esfuerzo sin reservas.

“Mi objetivo es rendir buenas cuentas a la sociedad de hoy. Y, al mismo tiempo, contribuir a dejar una mejor nación para los mexicanos del mañana.

“Con la certeza que nos da el haber transformado a nuestro país en los últimos años, los mexicanos continuaremos el cambio con rumbo, como así lo hemos emprendido.

“Con convicción y claridad de objetivos, mantendremos el rumbo firme para que el país arribe al destino de bienestar que por tantos años ha buscado.

“Y lo haremos, insisto, en unidad; como lo hemos hecho los mexicanos en los grandes momentos de nuestra historia.

“Tengamos presente siempre que un mejor país ─que un mejor México─ es responsabilidad de todos y se construye cada día, con el trabajo de todos”.

NOVEDAD

De un mmen to a otro el Congreso le cerró la puerta en la cara al Prfesidente de la República. Comenzó con Vicente Fox. Desde entonces todo es un sainete grotesco en la sede del Legislativo.

Pero ahora no solo le impiden la entrada al Presidente de la República, el PAN, el viernes anterior, le cerró la puerta al Presidente de la Cámara de Diputados.

Todo chantaje debería conocer su propio límite.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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