El mayúsculo desastre de Acapulco, cuya gravedad empeora las de por si deterioradas consecuencias producidas por el abandono, la incuria y la violencia, podrá ser resuelto, quien sabe en cuanto tiempo, mediante una inversión calculada por Ángel Heladio Aguirre, gobernador del Estado (por segunda vez y en esta ocasión peor de cómo fue la primera) de cinco mil millones de pesos.

Si ese gasto es necesario para recuperar lo perdido y dejar las cosas como estaban será dinero tirado al mar.

Acapulco no puede seguir siendo el escenario de la desgracia recurrente. Los sitios donde hoy se sufre son, en una buena proporción, los mismos de cuando Paulina llegó con sus torrentes y ante la furia natural sólo hubo las mismas explicaciones: esto nunca había ocurrido, es un fenómeno atípico.

Como hoy. Igual.

La excepcionalidad de los fenómenos naturales no puede justificar los asentamientos donde no se debe, la mala calidad de la obra pública, la impreparación la desidia.

México esta lleno de Atlas de Riesgos producidos algunos con rigor y otros más o menos de manera superficial. Pero de nada sirve saber dónde están los riesgos si no hay una previsión real. Prevenir no es acudir vestido de amarillo con cara de circunstancia cuando ya han ocurrido los aluviones y la destrucción. Una verdadera política de prevención debería comenzar retirando a las personas y sus asentamientos de las zonas en peligro.

México necesita, casi en todas partes, un reacomodo poblacional. Todo lo demás es una política masturbatoria.

Eso vale para las barrancas de Álvaro Obregón en el Distrito Federal como para las laderas del anfiteatro acapulqueño o las tierras bajas de Tabasco. Redistribuir a la población, construir ciudades pequeñas y sustentables (como se debió hacer en San Juan Grijalva y no se hizo más allá del relumbrón); en fin gobernar más allá de los discursos y los lamentos.

Si no hacemos eso, México estará condenado a sufrir siempre los efectos del nunca.
Nunca había llovido así, pero siempre llueve así y suceden las mismas cosas.

Y en cuanto a la administración de los fondos de la reconstrucción, bueno sería crear un fondo, fideicomiso, patronato o cualquier figura por la cual no se les deje meter las manos a los políticos cuya voracidad ha causado este desmadre sin salida, empezando obviamente por el actual gobernador.

MANCERA

El informe rendido a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal por el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, fue totalmente favorable los intereses de alguien por cuya imagen pocos habrían apostado un níquel. Llegó como el Canelo y salió elegantemente arropado por los suyos y por los ajenos.

Quizá la parte más notable de su discurso no fue el fatigoso recuento de obras casi municipales (hasta el hijo de “El Tata” dormitaba), sino cuando en el más rentable de los estilos de la política mexicana asumió su responsabilidad y no regateó el pago de los costos de sus acciones. Estos son fragmentos:

“…No rehuiré mis responsabilidades, ni tampoco las consecuencias de mis decisiones.
La tolerancia es símbolo de fortaleza, nunca de debilidad. Pero la tolerancia encuentra razón cuando hay diálogo constructivo, cuando no se afectan los intereses de terceros.

“Por ello somos firmes en el ejercicio de Gobierno.

“Las afectaciones a la vida cotidiana de la Ciudad, generan justificada indignación, el costo de la capitalidad queda claro, a las y los capitalinos mi expresión solidaria con toda responsabilidad; aquí reitero que quien ataque a la Ciudad, encontrará la respuesta de la ley, evocando a Juárez: “Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”.

“Mi compromiso es con los habitantes de la Ciudad. A ustedes me debo y a ustedes respondo. He gobernado y lo seguiré haciendo de frente a la ciudadanía, asumiendo con responsabilidad los costos políticos que ello implique, privilegiando el diálogo y garantizando los derechos de los ciudadanos.

“Ante hechos como los que hemos vivido, debemos garantizar el desarrollo de las actividades públicas y privadas de las y los capitalinos, pero también la paz pública.
Solicitaré de manera respetuosa y coordinada al Gobierno Federal la creación de un Fondo de Capitalidad, orientado al apoyo extraordinario a las y los capitalinos por afectaciones propias a su condición política…

“… La Ciudad de México ha dado muestra de solidez y tolerancia. Mi Gobierno ha actuado para garantizar el bien jurídico mayor que es la protección de la Ciudad y la vida de sus habitantes.

“El desarrollo cotidiano de nuestras actividades convive con la expresión de diversas organizaciones de distintos puntos del País que se manifiestan en esta Capital.
En este periodo se han presentado en la Ciudad más de 2 mil 370 manifestaciones; de éstas, mil 611 que equivalen al 68%, son por problemáticas ajenas a la Ciudad.

“No promoveremos escenarios violentos ni caeremos en provocaciones que nos orillen a tomar decisiones equivocadas”.

Una vez más la política de frente da frutos. Mancera se dijo dispuesto a pagar los costos, lo cual es una forma de reducirlos. Eso y su propuesta de casi hacer mesas de negociación en las cuales se exhiba a los interlocutores públicamente, como el “Reality show” de la política pone a los manifestantes en un predicamento: todo mundo se enteraría de sus insensateces y sus pretextos para poner de cabeza una ciudad inocente de sus querellas y caprichos subversivos.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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