Un texto del recién graduado periodista Jorge Aguilar. El joven parece haber tocado fibras en el Gobierno de la Ciudad que se afanó en que este texto no apareciera. Un habito que se está haciendo común, ignoramos si con conociemiento de Claudia Sheinbaum. aquí está para nuestros lectores:

No es necesario hacer un largo recorrido para encontrar desperfectos en el Metro de la Ciudad de México; al subirse en la estación Centro Médico de la Línea 9 y avanzar hacia la siguiente parada que es Chilpancingo, el convoy no abrió las puertas, por lo que no permitió que los usuarios bajaran hacia su destino. Aunque las personas jalaban las puertas para no quedarse encerradas, el tren siguió su camino, pues es común que el usuario del Metro, quien es quien paga su pasaje, sea el que peor trato recibe en el transporte público, ejemplo de ello son los choques y el desplome que costaron la vida de pasajeros.

En la línea 3, sólo es necesario caminar algunos pasos para percibir los olores fétidos que invaden el ambiente, puede ser que éstos provengan de los líquidos que constantemente están en el piso o de las goteras en los tubos rotos que se encuentran entre los pasillos de transborde.

Cuando se logra esquivar esa agua que probablemente sea del drenaje, evitando que caiga sobre la cabeza, ese líquido turbio que recorre los techos y las paredes, se logra abordar al tren. Aunque el viaje no se vuelve menos incómodo, porque en las puertas hay pedazos de comida con la que se debe tener cuidado para no ensuciarse.

En medio del tumulto, moviéndose para no manchar la ropa con la suciedad de las puertas, es obligación del pasajero procurar tomar agua constantemente y llevar algo para ventilarse, porque a pesar del calor que se siente en los vagones y la mala circulación del aire, es imposible que los conductores enciendan el aire acondicionado, por lo que cualquier persona se podría desmayar con la temperatura sofocante. No se sabe cuánto tiempo llevan sin mantenimiento.

Después de varias horas en un tren que marea a todo aquel que se sube porque las corrientes de aire no existen y agregando que el viaje se vuelve más fastidioso porque la velocidad del Metro es mínima, los obstáculos para transbordar en el transporte se vuelven más difíciles.

En la estación Oceanía de la Línea 5 es importante tener cuidado con los restos de comida en el suelo en el área de espera (así pasa en todas las estaciones), y se debe a que al andén se llena porque el Metro tarda más de 10 minutos en llegar; mientras esto ocurre las gotas que caen de los tubos oxidados pueden salpicar la ropa o la cara del que está parado.

Cuando se debe de bajar, no importa en que estación sea, se viven emociones encontradas; es decir, durante horas de traslado el pasajero fue víctima de estar expuesto con basura, putrefacción y retrasos por la falta de mantenimiento de los trenes, pero cuando camina sobre los andenes es imposible no observar la propaganda del Gobierno de la Ciudad de México que en letras gigantes se regodea del transporte con el que la capital cuenta. Tanto al Metro, Trolebús y Metrobús los llama sustentables, seguros y rápidos. Las situaciones y realidades que viven los usuarios y las autoridades son distintas, para los primeros es una película de terror, para los segundos es un mundo de fantasía.