La inevitable polarización en torno de cualquier acto político nacional, venga de donde venga y provenga de quien sea, establece automáticamente dos bandos.
De un lado quienes apoyan de manera ciega la “guerra” contra el narcotráfico y la delincuencia a través de las fuerzas armadas, sin importar el costo paralelo, y quienes por otra parte la analizan, critican o piden una reorientación de la estrategia.
En el lenguaje oficialista los primeros son mexicanos responsables. Los otros son traidores a la patria por el pecado mortal de criticar al gobierno, cuya alta majestad, como sabemos, lo debería hacer blanco de elogios, obediencia y tributos silenciosos. Callar y obedecer. Nada más.
Por eso en medio del encono maniqueo generado por una estrategia a todas luces fallida y las críticas a todas luces desatendidas, resulta una lectura conveniente y reveladora el breve y reciente ensayo de Mario Vargas Llosa (ideológicamente muy afín a Felipe Calderón) cuyos argumentos vienen a ser un contrapunto de las generalizaciones.Una opinión «neutral», proveniente de una voz respetable.
Obviamente MV no es responsable de los encabezados de “El país” ni tampoco de los sumarios en su texto, pero quien sintetizó el texto lo hizo de manera insuperable: “La experiencia de México lo confirma: no es posible derrotar militarmente al narcotráfico. Habrá cultivo y tráfico de drogas mientras haya consumo. La despenalización es el único remedio.”
Pero Vargas Llosa sí es responsable de esto:
“Los argumentos de los críticos (en México) son, principalmente, los siguientes: no se declaran guerras que no se pueden ganar. El resultado de movilizar al Ejército en un tipo de contienda para la que no ha sido preparado tendrá el efecto perverso de contaminar a las Fuerzas Armadas con la corrupción y dará a los cárteles la posibilidad de instrumentalizar también a los militares para sus fines. Al narcotráfico no se le debe enfrentar de manera abierta y a plena luz, como a un país enemigo: hay que combatirlo como él actúa, en las sombras, con cuerpos de seguridad sigilosos y especializados, lo que es tarea policial.
“Muchos de estos críticos no dicen lo que de veras piensan, porque se trata de algo indecible: que es absurdo declarar una guerra que los cárteles de la droga ya ganaron. Que ellos están aquí para quedarse. Que, no importa cuántos capos y forajidos caigan muertos o presos ni cuántos alijos de cocaína se capturen, la situación sólo empeorará. A los narcos caídos los reemplazarán otros, más jóvenes, más poderosos, mejor armados, más numerosos, que mantendrán operativa una industria que no ha hecho más que extenderse por el mundo desde hace décadas, sin que los reveses que recibe la hieran de manera significativa…
“…El problema no es policial sino económico. Hay un mercado para las drogas que crece de manera imparable…
“…¿No hay, pues, solución? ¿Estamos condenados a vivir más tarde o más temprano, con narco-Estados como el que ha querido impedir el presidente Felipe Calderón? La hay. Consiste en descriminalizar el consumo de drogas mediante un acuerdo de países consumidores y países productores, tal como vienen sosteniendo “The Economist” y buen número de juristas, profesores, sociólogos y científicos en muchos países del mundo sin ser escuchados…
“…Lo que ocurre en México es trágico y anuncia lo que empezarán a vivir tarde o temprano los países que se empeñen en librar una guerra ya perdida contra ese otro Estado que ha ido surgiendo delante de nuestras narices sin que quisiéramos verlo”.
Ojala lo lea Joaquín Villalobos de cuyo oficialista ensayo en “Nexos” nos ocupamos apenas ayer.
KORRODI NO PASA
Hay flores efímeras. Hay sueños tan fugaces como ellas. Hay ilusiones volanderas como aves asustadas. Y hay patrañas políticas de muy corta duración como la candidatura “de izquierda” de Lino Korrodi en Tamaulipas, impulsada por la dirigencia de Nueva Izquierda en el PRD.
Para acabar con tan guajiro sueño se apareció Armando Vera, militante del PT desde hace muchos años (en un estado con escasa presencia electoral de ese partido, es cierto) lanzó a la arena su sombrero, y en una carta claridosa dirigida al líder A.M. López O., les dice a él y a los militantes: Korrodi quiere comprar la candidatura y aquí el candidato debe ser uno de la genuina corriente zurda, como yo. O al menos quiero serlo.
“(Korrodi) es, ha sido y será siempre un representante de la derecha nacional; es, ha sido y será reconocido por haberse metido a la política para fortalecer y apoyar los manejos financieros oscuros e ilegales de la campaña de Vicente Fox…
“Lino Korrodi no vive en Tamaulipas. Radica en Ciudad Juárez Chihuahua. Desde hace más de 40 años no ha estado en Tamaulipas…
¿Alguien puede decirnos cuál es el interés de fondo de Lino Korrodi? o ¿Cuáles son los compromisos contraídos con este señor por parte de la dirigencia nacional del PRD?”
De este modo y en evidente seguimiento de las instrucciones recibidas por el jefe máximo del PT, (AMLO, para quien no lo sepa), Armando Vera les recuerda a los oferentes “Chuchos” quien manda ahí:
“Andrés Manuel López Obrador en el 2006 levantó la votación en Tamaulipas hasta 324 mil sufragios porque representó una opción genuina y honesta de izquierda progresista. El reto nuestro es no perder el sentido de la lucha social con espejismos derechistas”.