Rugen en la pista los motores, diría algún cronista de automovilismo deportivo poco antes de iniciarse una carrera.

Los autos tiemblan al impulso del primer golpe de acelerador, así como piafan los potros en el arrancadero o se agitan como cuerdas de acero los  músculos de los corredores antes del balazo inicial de la carrera de cien metros planos. Pura adrenalina.

Así, los políticos también  se estremecen en la espera.

–Me llamó el Presidente, dice uno de los ganadores a la candidatura para un gobierno estatal. Me pidió ir a Los Pinos. A diferencia de otras ocasiones me recibió sentado en su escritorio, sin  ponerse de pie. Yo estaba quieto frente a él.

–¿Sabes por qué viniste?, me dijo.

Yo no quería dar una impresión ambiciosa ni desbordada.

–Vine a escuchar lo que usted me quiera decir, le contesté.

–Pues te quiero decir que me llamaron del Partido y me anunciaron que serás el candidato. Te felicito.

–Y entonces se puso de pie y me dio un abrazo.

Pero esos son los rasgos del rito y la liturgia. En otros casos, como le ocurrió a esa dama cuyos pasos nadie sigue en el camino al estacionamiento y cuya candidatura no se logró, solamente la llamaron para decirle, espero tu buena actitud para unirte a esta candidatura. Todos somos necesarios. Esta vez la decisión no te favoreció, pero debemos presentar una imagen de unidad.

Por eso aparecen fotografías en los diarios donde aspirantes frustrados y un ganador dichoso, se dejan ver con el presidente del Partido, colmados con  amplias e histriónicas  sonrisas de felicidad, pues ya se sabe, los ganadores llaman a sus compañeros para explicarles la diferencia entre una derrota y una tragedia y para solicitarles la lista de aquellos a quienes se debe cuidar en el equilibrio de todos los intereses del estado.

–Yo, dice uno de los elegidos, me reuní de inmediato con mis compañeros pre candidatos y se los dije. ¿A quién debemos cuidar, a quién del equipo debemos incorporar?

Y así debe ser, no somos caníbales, no somos vengativos ni revanchistas. Se acaba la contienda y comienza el futuro. ¿Eh? ¿Qué tal con esa frase, te gusta para el inicio de la campaña?

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“Por eso, “al inaugurar los trabajos de la VI Reunión Plenaria del Grupo Parlamentario del PRI y el PVEM en el Senado, Emilio Gamboa, se comprometió a sacar adelante las iniciativas del Jefe del Ejecutivo en el nuevo periodo de sesiones que iniciara en febrero (Crónica).

«Tenemos un compromiso enorme con la iniciativa del Presidente Enrique Peña Nieto, en materia de Seguridad y Justicia. Espero que en febrero podamos aprobar esta reforma”, apuntó el senador, que coordina el Grupo Parlamentario del PRI.

“Luego de guardar un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas de la explosión del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, hizo un balance de lo realizado en el anterior periodo de sesiones.

“En el periodo pasado aprobamos cuatro reformas constitucionales, se expidieron cuatro nuevas leyes y decretos; se reformaron 52 ordenamientos legales, se realizaron 115 nombramientos relevantes para el país”, apuntó.

“Con la presencia del gobernador del Edomex, Eruviel Ávila, Gamboa resaltó la unidad en el PRI, “entendiendo los momentos que requiere nuestro partido para sumarse a la unidad, esa palabra que se dice tan fácil y que en muchos partidos se simula y que a veces en mi partido también”.

Sin embargo los efectos de simular o disimular en cuanto a la unidad interna, le permiten al PRI avanzar en sus agendas y después restañar heridas, cicatrizar tajaduras y raspones; soldar fracturas y hasta trasplantar órganos, cosa tan rara en estos días en la vida de otros partidos (ya ni hablemos de los Chuchos y la desbandada) cuando los panistas, por ejemplo se dicen cosas horrorosas (ahí están las cartas biliosas de Juan Molinar y Felipe Calderón); mientras su organización nacional se desacredita y se hunde en el cenagal.

Ya hasta Javier Lozano ha dicho, por andar echando culpas al pasado perdimos las elecciones.

Pero la unidad de buen grado, por convicción o por conveniencia; simulada o bien actuada, nos deja una duda. ¿Son lo mismo la Unión y la Unidad? Quizá la unidad sea un procedimiento y la unión una circunstancia definitiva, pero en los matices de la lengua se puede perder la sustancia del trabajo político.

–“Perdimos, hermano”, le comento a alguien no favorecido, como dijo (dicen)  don Adolfo Ruiz Cortines cuando no quiso apoyar en serio a un viejo amigo suyo con sueños de congresista.

–No; me ganó el cacique, dice mohíno el caballero cuyo luminoso futuro pronosticado por todas las encuestas se estrelló contra la realidad de la política.

Pero eso no lo abate en su cumplimiento disciplinado. Un breve ribete de rebeldía indumentaria, una pequeña inasistencia, un gesto desdeñoso, pero a la hora de la hora, “alinearse por la derecha, ¡ya!”, como en las filas militares, aun cuando en este asunto, como en otros muchos, venga inevitable el recuerdo de la mínima poesía de Efraín Huerta:

“Alienarse por la derecha, ¡YA!”

Pero alienados o alineados los priistas van a buscar competencia favorable para los fines de una administración y salvado el primer obstáculo, el interno, los candidatos ungidos por tan singulares y unificadores procedimientos, no las tienen todas consigo, pues si se quita la relativa facilidad de “Alito” en Campeche a los demás las cosas se les ven cuesta arriba cuando no cuesta abajo (en la rodada) como podría cantar Gardel en San Luis Potosí, Sonora, Querétaro  o Nuevo León.

Pero no caigamos en el feo vicio de pronosticar el futuro cuando siempre ha sido más fácil hacerlo con el pasado, como hubiera explicado George W. Bush cuando su invasión  de Irak alzó la economía petrolera y los precios del crudo hasta límites de opulencia, tan distintos de los actuales cuyo efecto en la economía le ha hecho tanto daño al secretario de Hacienda,  Luis Videgaray quien con  semblante de falso control sobre una situación desbordada nos anuncia lo siempre negado: la nave boga con un agujero en el casco. El torpedo petrolero le pegó en la mera línea de flotación (donde no hay coraza útil) y ahora viene el tiempo de apretarse los cinturones, recurso útil, siempre y cuando se  tenga algo para estrechar la cintura, como no sea sentir la panza pegada al espinazo.

Al recorte hemos llegado y eso significa restricción, astringencia, merma, disminución de todo en un país donde sólo el gobierno mueve la economía y la vida misma.

–¿Me prestas un peso?

–Hermano, perdí la candidatura y con esto del recorte te puedo prestar un centavo de 1950 (ahora ya ni esos se acuñan)… y eso, con réditos.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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