Con motivo de las críticas a mi columna del lunes anterior y los señalamientos por la ausencia sistemática de censuras de mi parte al trabajo de Enrique Peña Nieto algunas personas me enviaron mensajes recriminatorios, algunos de los cuales con todo y su desorden conceptual y gramático reproduje parcialmente en entregas de esta semana.

Como no creo en la naturalidad de dichas críticas y más las veo como las primeras evidencias de los talleres de mensajería inducida por partidos y corrientes políticas cuando comienza el año electoral (el IFE lo dará por inaugurado en octubre próximo), las tomo de manera deportiva.

Me recuerdan, de alguna manera, a los “reventadores” en las plazas de toros. Para quienes no estén familiarizados con el término o loa fiesta les explico brevemente. Un reventador es un aficionado de alquiler cuya misión consiste (junto con la de otros veinte o treinta, según el caso) en gritonear toda la tarde cuando ejerce el matador contra el cual le han pagado para silbar y escandalizar. Cualquier cosa es censurada.

–Párate, mamarracho, ya no bailes (y le silban “La raspa”); más cerca, pico, pico. En fin, todo un catálogo de gritos incomodos con los cuales un novato se puede poner nervioso y él mismo malogra su faena. A veces los “espontáneos”, esos aparentes románticos de la fiesta, se le tiran al matador al ruedo para echarle a perder la embestida al toro, crear confusión en el ruedo y perjudicar al coletudo.

Cuando hay actividad electoral quienes hacemos radio vemos cómo aumenta el trabajo de los fantasmales “call centers”. Decenas y decenas de llamadas en un sentido. Hoy se pueden inundar las redes sociales con mensajes de cualquier tipo y el “derecho de réplica” y otras novedades jurídicas, le dan combustible a quienes quieren inducir opiniones, tergiversar juicios y perturbar el trabajo de los medios o al menos de los analistas.

Habrá quien se espante con eso. Yo no.

Los periodistas estamos inmersos en el juego político. Al menos yo lo estoy desde hace más de 40 años. Y no se cuece este gallo al primer hervor, ni le pegan cornadas los erales. Ni cuernos tienen. Los profesionales ajustamos nuestro trabajo al cumplimiento de la ley y si así no lo hiciéramos nos atendríamos al trabajo de los tribunales.

En su biografía de Joselito, “El rey de los toreros”, Paco Aguado narra una tarde cuando los “reventadores” le gritan a José.

–¡Ladrón!, le dicen. El matador los encara y les espeta furioso:

–“Si soy un ladrón me podéis demandar”.

Y si he usado ciertos giros del lenguaje taurino y hasta aquella anécdota, pues ahí va otra con la cual quien lo quiera y le convenga podrá entender cómo asumo la crítica. Especialmente la inducidas. Y a quien le venga la casaca, se la puede poner. Después de esto no volveré sobre el tema.

Circulaban por una calle de Polanco Luis Castro “El soldado”, matador recio, de enorme personalidad y mayor leyenda y el genial dibujante Rafael Freyre. El torero dio un giro distraído y otro automovilista lo mató a bocinazos. Lo emparejó y tras decirle viejo pendejo, lo cubrió de mentadas de madre.

“El soldado” ni se inmutó.

–Luis, le dijo Freyre con sangre veracruzana, siquiera contéstale…

–¡Ay! Rafael, cuando llenaba las plazas y quedaba mal, me la mentaban de treinta mil pa’rriba. Cuando triunfaba miles me aplaudían. ¿Crees que este pobre me importa?

Pues yo, como “El soldado”.

GARCIA MORALES

Los conocí a los tres. Al general Marcelino García Barragán, a Javier García Paniagua y a Javier García Morales quien murió asesinado hace unos días en Guadalajara.

García Morales era de buenos modales y finuras a veces excesivas. Con alguna frecuencia llegaban sus mensajeros a mi casa. Una caja de jitomates enormes, gordos y colorados. Una caja de botellas de tequila (Mamá Pita, era su marca) y un día una caja de madera con vidrio, dentro de la cual hay una bandera nacional con el águila bordada con hilos de oro.

No lo había visto últimamente pero quiero enviar una condolencia a sus familiares y amigos.

HAREM

No se conoce caso igual. Ni siquiera cuando gobernaba Pepe López.

Tener en la nómina del gobierno (casi simultáneamente) a la ex esposa, la “exex” esposa y la futura cónyuge.

Tal hazaña se le debe adjudicar a Marcelo Ebrard.

Casado con Mariagna Pratts, quien realizaba tareas en el DIF local, contrató a su primera señora, Francesca Ramos, en el cargo de asuntos internacionales del gobierno.

Y luego se hizo asesorar por Rosalinda Bueno con quien quizá contraiga matrimonio. Cosas veredes.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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