No corresponde este encabezado a la prolongación de las indignaciones feministas de hace meses cuando el fuego llegaba a los ilustres portones del Palacio Nacional y le atizaba candela al venerable maderamen del edificio.
Esta bomba de ayer fue política, gravemente política.
Será de acción prolongada, continua y provocará un incendio el próximo domingo, cuando con una cubeta de pintura color de rosa, el Señor Presidente quiere trazar un panorama económico de optimismo redentor y choque una vez más contra sus especialistas. Ya le había pasado con Carlos Urzúa y todos conocemos el resultado.
Si bien en la virológica materia del Coronavirus –por marcar un contraste incomprensible–, el Ejecutivo nos ha recomendado hacerle caso a la ciencia, en asuntos de finanzas públicas discrepa en público con sus expertos.
No riñe contra los sabios del neoliberalismo criminal ni con los corruptos globalizadores de sexenios anteriores quienes en el extremo de la tecnocracia fueron capaces hasta de hacer tratados comerciales trilaterales con Canadá y Estados Unidos; no, se trenza contra los expertos de la “Tetramutación” de la historia (si esta fuera mutante como virus); los suyos, a quienes él seleccionó y nombró para manejar el tesoro nacional..
Pero esos le han advertido del porvenir. Y sí lo han hecho antes, porque si no fuera así serían cronistas o historiadores. Buena parte del pensamiento económico es la previsión, la anticipación. Son como los meteorólogos. Anuncian cuan do va a llegar el huracán. Hay hasta mercados a futuro. Y le han advertido de un posible derrumbe de menos cuatro por ciento de los números del Producto Interno Bruto, le han dicho de la grave crisis por estallar con violencia megatónica, y la posibilidad de un crecimiento geométrico del desempleo como una nueva epidemia tan grave como el virus del siglo XXI.
Pero él no está de acuerdo, con lo cual nos dice algo muy sencillo; su mensaje del domingo por venir no será un documento técnico (¿quien se lo hará si no los economistas a quienes ahora desautoriza con su desacuerdo?), sino una polémica con el espejo, porque si el Presidente de la Rep
ública no está sintonizado y en el mismo criterio de Hacienda, entonces alguien debe irse a su casa. Y ahora lo podría hacer con el pretexto del distanciamiento social.
Pero eso nada resolvería. Los datos serios, son irrebatibles. La esperanza y la oratoria, siempre son flexibles.
En esas condiciones al sector hacendario de la administración pública no le ha alcanzado la tregua solicitada a los adversarios política y los conservadores.
Mientras Hacienda dice, “se considera un rango de crecimiento del PIB para 2020 entre -3.9 y 0.1%, consistente con proyecciones de organismos internacionales y de analistas del sector privado” y “…las estimaciones de las finanzas públicas para 2020 se realizan bajo un escenario prudente que considere un balance de riesgos acorde con la elevada incertidumbre que existe sobre la actividad económica…”, el presidente considera la epidemia, el cierre comercial, el desplome petrolero, el inminente desempleo y la terrible circunstancia mundial, algo venido del cielo, “como anillo al dedo”.
Pues si la epidemia será a fin de cuentas tan bienhechora, prolonguemos el Coronavirus por los siglos venideros.
Hace un par de días, esta columna se refería al secretario de Hacienda en estos términos. En las oficinas del Palacio Nacional se elaboraban estos pre criterios de política econ
ómica, cuyo nombre cosa previa justifica su carácter de previsión y en muchos sentidos de pronóstico.
Así decía:
“Es de esperarse otro elenco en el presídium del próximo domingo, excepto si el plan emergente se presenta como un monólogo presidencial.
“Pero por congruencia lo debería acompañar el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, cuyo rostro de angustia ya pesa demasiado. Las cuentas no le salen, ni le saldrán, si desde el Palacio Nacional se sigue confundiendo la magnesia con la gimnasia”.
Pues la gimnasia, la magnesia y todo cuanto se quiera, pero la realidad es simple: a un país recesivo, atorado en el crecimiento cero o de plano negativo, con insalvable hundimiento petrolero, además, le viene encima una epidemia con parálisis laboral (de quienes tienen empleo); voracidad fiscal y terquedad en el gasto convertido en promoción electoral dadivosa y proyectos caprichosos con pérdida de confianza empresarial e inversión extranjera, no le queda mucho margen.
“La coyuntura actual es más compleja que la que podía haberse anticipado en septiembre de 2019, cuando se presentó el Paquete Económico 2020”, dice Hacienda.
Por tanto no se puede, o no se debería, seguir pensando como entonces.