Hace un poco leí un artículo terriblemente interesante: “Diatriba contra Santa Fe”. La palabra diatriba a menudo se confunde con reprimenda o regaño. Y no, significa discurso violento e injurioso contra persona o cosa, según ilumina el diccionario.
Y no he leído en las líneas de Jesús Silva-Herzog Márquez, autor del texto referido, ninguna injuria –entendida como insulto u ofensa–, contra Santa Fe, ese fallido Houston en pequeño (su origen naco no lo podría comparar con Shangai o Pudong, Singapur o Dubai)–, ni tampoco ninguna majadería.
Tampoco contienen las palabras de JSHM ninguna mención directa, con nombre y apellido, contra quienes hicieron posible esa desmesura tan simbólica del destino mexicano: la modernidad edificada sobre la basura.
Y ya sabemos cuando alguien oculta el nombre de otra persona con la cual ha tenido tratos, lo hace por culpabilidad compartida, por protección o por compromiso vigente.
No es el caso de Jesús quien simplemente incurre en omisión. Pero yo comenzaría por señalar tres nombres: Juan Enríquez Cabott, Marcelo Ebrard y Manuel Camacho Solís. Pero como este último ya mora en el oriente, no tiene caso discutir con los difuntos.
Hoy Santa Fe es, en paralelo, es una muestra más de lo imposible de fingir la velocidad de la historia. Y la no menos ardua victoria de las demagogias orientadas a los ricos o a los pobres.
Es cosa extraña; en el Valle de México dos ejemplos nos llevan al mismo lugar, al menos en lo simbólico. En el primer caso, ya dicho, la peregrina idea de improvisar el progreso y querer cambiar las condiciones reales del suelo a partir del uso del suelo) un basurero sobre minas de arena o simplemente arenales compactados y de baja resistencia, en un fraccionamiento de lujo, si ésta palabra nada más fuera sinónimo de alto precio.
El precio del neo riquismo es la inexperiencia.
Compraron donde les dijeron, no donde debieron, por eso lo pagan con sus constantes embotellamientos, atascos, malos servicios y tiempo-auto, así uno de los promotores iniciales del asunto, MEC, haya construido la Supervía poniente y Andrés Manuel se haya visto forzado a permutar cañadas por cemento para hacer el Puente de Los Poetas.
Hasta hoy (y valga esta digresión) no entiendo el motivo de bautizar un puente con el nombre de Carlos Pellicer o Jaime Sabines. Para ellos hubieran quedado bien los parques, las reservas territoriales y hasta en el caso de Jaime algún paraje donde se pudieran encontrar “los amorosos”.
Pero el caso es notable:
El salinismo quiso hacer proyectos relumbrantes. El principal de ellos, cuando la mira estaba hacia abajo (Santa Fé como falta de solidaridad) , fue el programa Solidaridad. Y su arranque en Chalco. Mucho “fachadismo”, mucha electrificación no como parte de una evolución urbana sino como punto de encendido para una ganancia post electoral de la Presidencia impugnada.
Y Chalco, pocos años después, quedó sepultado bajo miles de litros de aguas negras, lo cual quiere decir en buen castellano, bajo la mierda.
Si en verdad se hubiera querido una mejor vida para esos buzos de la excrecencia, se les debió haber trasladado a una zona segura, no dizque mejorar los bajos del valle hundido por la desecación de las lagunas.
En Santa Fe, en contraste con la otra política, la fraternidad con el capital inmobiliario y el auge de la construcción a cualquier costo (como ahora con la proliferación de Plazas sin ton ni son, en agravio de la funcionalidad ya precaria de las angostas calles de la ciudad), se cometieron dos errores o se actuó sin tomar en cuenta lo erróneo de las cosas, lo ilógico.
El primero, no construir vialidades suficientes antes de fraccionar la cañada arenosa. El segundo, hacer una ciudad “planetoide”, si se le compara con la obra inmobiliaria de Miguel Alemán (no de su gobierno, sino suya propia) en Ciudad Satélite, la cual tuvo los mismos defectos excepto la dureza del piso.
Hoy Santa Fe le rinde cuentas a la lógica.
Los grandes edificios no se han caído ni se van a venir al suelo: su altura los ha cimentado, por necesidad, muchos metros abajo de los arenales. Las zonas desgajadas, para espanto de los condóminos cuyas miradas de horror y fraude se dirigen a una autoridad heredera del problema, no son el problema. Son una parte de él, de la naturaleza depredadora del binomio “fraccionadores voraces y autoridades corruptas”.
Ese matrimonio ha destruido la ciudad de México y nos está construyendo un pequeño Santa Fe en cada antigua buena zona de la ciudad, se llame “Oasis” (nuevo refugio anheloso de wannabis”), Plaza Delta, San Ángel o Antara.
Don Rafa. Disfruto al leer sus artículos, éste en especial en el que en forma elegante entiendo que MCS está en el Oriente (cielo?) pero por sus tropelías debería estar en el poniente (infierno) pagando sus pecados de avaricia y envidia que en vida los llevò hasta la sepultura. Parece que son pecados comunes de los jefes de gobierno y en forma elegante los cometen sin penitencia en vida, sòlo algún destierro voluntario y precautorio… Porque entre éstos gitanos antes de leerse la fortuna ya prevén el infortunio de verse «fuera de la foto» y el error de quedar fuera del presupuesto….