El edificio no tiene de ninguna manera el señorío de la vieja Roma. Ni de algunas partes de la nueva. Es más bien una construcción de mediana altura sin mayores ornamentos, a pesar de estar ubicada en una de las calzadas más hermosas del mundo, la de la Conciliación, como se llama ese largo vial cuyo trazo culmina en la indescriptible Plaza de San Pedro. Pero en medio de toda esa grandeza fue construido el Hotel Cristóbal Colón. Gris, parroquial, oscuro.
Y ahí llego cuando ya pardean los tejados de la colina y en el restaurante, al fondo, solo, me espera Girolamo Prigione, uno de los hombres más famosos de la iglesia en México.
Prigione llegó a México como delegado apostólico cuando el espíritu reformista no permitía al Estado Mexicano sostener relaciones diplomáticas con el Vaticano ni reconocerle personalidad jurídica ni política a la Iglesia Católica. Pero todo existía. Se vivía en un conveniente arreglo y una mutuamente conveniente tolerancia.
–La iglesia viola el artículo 130 –me decía un viejo maestro de Derecho–, a cambio de disimular cuando el gobierno viola todos los demás”.
Pero vinieron las reformas, en cuyo diseño él participó junto con decenas de especialistas bajo la mirada vigilante y el tacto político de Joseph Marié Cordoba Montoya, las cuales le dieron por fin un espacio a la iglesia y a sus ministros. Ya podían votar, poseer y seguir haciendo política para continuar (ahora sin recato) en su incesante afán de dominio.
–El Papa a mí me dio una encomienda, recuerda. Restablecer las relaciones diplomáticas. Eso era todo. Yo no tengo la culpa si ustedes (los mexicanos) me dieron más, mucho más de lo que pedíamos en un principio.”
Y al decir eso dibuja una sonrisa tan delgada como el filo de una espada.
–Pero a cambio de eso –le digo—le negaron el cardenalato. ¿Cómo hicieron cardenal a Norberto Rivera, a quien muchos ven como hechura suya? Hoy usted trabaja, y no lo niegue, en un asunto menor en la estructura vaticana, no se si indigno de su mérito en la recuperación del país guadalupano, pero de simple ocupación por cualquiera otro.
Prigione me mira con la espada endurecida. Bebe un sorbo de su refresco de Cola y relaja las mejillas. Casi sonríe.
–Yo soy un hombre de la Iglesia. Y un hombre de la Iglesia nada pide, pero nada rechaza. El Santo Padre siempre sabe lo que hace y por qué lo hace. No estoy yo para juzgarlo, sólo para obedecerlo.”
Hoy muchas cosas comienzan a quedar en claro. Y una de ellas es el rechazo de la jerarquía al delegado apostólico –primero— y contra el nuncio, después. Queda claro tras la carta de Ernesto Cardenal Corripio Ahumada divulgada ayer por la revista “Proceso”: el alto clero nacional lo odiaba.
Dice la carta de Corripio a Juan Pablo II:
“…con toda humildad y movido por un deber de conciencia (ECA) se permite exponer a Vuestra Santidad lo siguiente:
1).- Nunca habría podido pensar que antes de llegar a la edad de mi renuncia habría quedado vacante y en forma dramática la segunda vez, la arquidiócesis de Guadalajara.
2).- Por otra parte en el espacio de 15 meses llegarán a estar vacantes otras 5 arquidiócesis de la iglesia en México y un servidor llegará a los 75 años de edad.
3).- Todo esto sucederá en un contexto más general de fragilidad debido a la agresividad organizada de grupos clericales radicalizados e intransigentes a la difusión dilagante de sectas fundamentalistas y a un secularismo consumístico y ateizante propiciado por grupos laicos masónicos.
4).- Por otro lado, el actual nuncio apostólico, mons. Jerónimo Prigione se encuentra en México desde hace 13 años, complicados a causa de compromisos adquiridos por él con grupos de poder y de dinero, en medio de muchas vicisitudes y vulnerabilidades, con polémicas no siempre edificantes trascendidas a la prensa y con arrogantes y prepotentes con sres. Obispos, mezcladas con el gusto de hacerse unos propios clientes dentro del Episcopado Mexicano.
5).- De esta situación relativa a S.E. Mons. Prigione me ha tocado conversar en la Santa Sede, también a nombre de otros señores obispos, desde el tiempo en que era sustituto de la Secretaría de Estado, S.E. Mons. Martínez Somalo.
“En esa ocasión Mons. Martínez Somalo me aseguró un pronto cambio de representante pontificio, lo cual probablemente se tuvo que posponer hasta la conclusión de las tratativas entre el gobierno de México y la Santa Sede y el cambio de las leyes constitucionales.
“Por todo lo cual, me permito señalar humildemente como deber de conciencia sometiéndolo directamente a la benévola atención de Su Santidad, que:
“a).- EL actual nuncio apostólico S.E. Mons Jerónimo Prigione, sea sea sustituido por otra figura de representante pontificio más ponderado y aceptable.
“b).- Que la provisión de las 6 arquidiócesis y de las diócesis vacantes en la actualidad se suspenda hasta que el nuevo nuncio, con calma y serenidad, pueda haber tomado conocimiento de la situación, para no perjudicar a nuestra iglesia con nombramientos apresurados.
“Con sentimientos de profundo respeto y afecto beso devotamente la mano de Vuestra Santidad”.
Como es obvio viene a la cabeza si entre esos grupos de “poder y dinero” habrán estado los hermanos Arellano Félix y la raíz del asesinato del Cardenal Posadas Ocampo, con Prigione sobrevolando Guadalajara y Tijuana como un murciélago apostólico.