Si no se tratara de un asunto tan serio nos podríamos hasta reír, pero cuando uno escucha al presidente de la República, Don Felipe Calderón, en su mejor condición de custodio de la patria ensombrecida, decir cuánto ha avanzado la Policía Federal en estos tiempos suyos, no queda sino alzar los hombros y seguir el paso.
Sus palabras, plausibles en otra fecha y distinta ocasión fueron pronunciadas cuando la sala de comida rápida del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México todavía olía a pólvora.
Los policías federales, no de ningún estado coludido con la delincuencia, como usted ya sabe, se batieron unos contra otros por cuestiones del alijo cotidiano a través de esa terminal aérea cuyo director todo ignora y nada sabe.
Dicho de otra manera, los policías buenos como en el “far west” se dieron de balazos, con los policías malos. Y como siempre, ganaron los malos. En las películas ocurre siempre lo contrario.
Mientras, el presidente repitió una tesis suya de mucho tiempo atrás: los males no provienen de una política actual, sino de una herencia. Y hacerle frente a la podrida situación, era el deber fundamental de este gobierno osado y valiente.
Tuvo Don Felipe en esta ocasión y bajo la pesada sombra de los hechos, el estoicismo suficiente para hablar de la Policía Federal, esa cuyo profesionalismo, grado académico y acendrado patriotismo le permite proteger a la sociedad de todas las amenazas habidas y por venir y de paso defender su estrategia en esta materia.
«Por esa razón era fundamental –dijo– iniciar un proceso de depuración y fortalecimiento de las instancias de seguridad y justicia que es, precisamente, lo que iniciamos en esta Administración. Por eso hemos avanzado a una Policía Federal confiable que busque la confiabilidad (y la confianza, le faltó decir) en todos sus miembros y que tenga las capacidades para enfrentar la delincuencia».
Pero como se conmemoraba el “Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas”, el Presidente necesitaba un foro más. Los ha tenido todos, pero no cuando quedaban apenas unas horas para el fin de las campañas electorales.
Y a los candidatos se dirigió en tono combinado: un poco de pesadumbre; otro tanto de esperanza.
«…es un esfuerzo que debe trascender coyunturas políticas, colores partidistas y que debe seguir adelante en los años por venir. No podemos, simplemente, resignarnos y someter al país al poder de la delincuencia o hacer como si nada pasara. Porque sólo ese hecho, simular que nada pasa, fortalece a los criminales y debilita a la sociedad y al Estado…
«Simular que nada pasa y, en consecuencia, (no) hacer nada, es lo que permitió que los criminales avanzaran sin resistencia tantos años. Es suponer que cuando se está asaltando la casa, lo mejor es no hacer nada, ignorar al asaltante (sic) y dejarlo que entre libremente. Y el asaltante, no sólo termina por tomar todo lo nuestro, sino por tomar la vida de cada uno de los nuestros.»
Y tras esta parábola doméstica, el presidente sugirió, pidió o más bien exigió, no tirar los logros por la borda.
Pero de cualquier forma no han sido estos los mejores días para el gobierno. Accidentes, torpezas y una evidente falta de conexión entre las áreas, le entregan a los cuidadnos una imagen poco recomendadle mientras la candidata de Acción Nacional, Josefina Vásquez, parece llegar al fin de su descenso. Ya no puede caer más, pero tampoco puede subir ni un peldaño en dos días.
Tradicionalmente el voto de los indecisos es casi siempre (dicen los especialistas en demoscopia) un voto contra el gobierno en turno. Para dentro de dos días y con los dubitativos, quizá inciertamente esperanzada, aguarda JV el milagro anhelado. Casi una María Goreti.
Pero si bien existen los milagros, casi nunca se dan por pareja. Ella tuvo ya el beneficio de un hecho sobrenatural: llegó a la candidatura. El otro, ganar, ya resulta mucho más difícil.
Su suerte está echada a pesar de los esfuerzos denodados de sus colaboradores por inflar los pecados del PRI (la alianza de la queja), entre ellos el Monex-gate y la reiterada denuncia (compartida con el PRD) sobre la compra de votos y los apoyos indebidos de parte de los gobiernos estatales. Patadas de ahogado, dicen los optimistas.
DESGRACIAS
Y como los males (a diferencia de los hechos taumatúrgicos) nunca llegan solos, Amado Orihuela se enfila a propinarle una paliza a Marco Adame (PAN) y de paso a Graco Ramírez (PRD) y darle al PRI el gobierno de Morelos.
El martes, decenas de militantes de la izquierda perredista se le sumaron a Orihuela a la campaña, según dijo el coordinador de la campaña, Matías Nazario.
«Ahorita han sido más de mil, ustedes lo están viendo, y en el transcurso de la campaña se calcula que más de 30, 40 mil perredistas se han sumado a Amado Orihuela con su voto, con su trabajo y con su lucha electoral».