Se ha descrito a los sindicatos —exitosamente— como pandillas indeseables y en verdad a esa demonización han contribuido en muchos casos, los excesos de líderes y dirigentes enriquecidos hasta el delirio. Hoy dos sindicatos están en la mira de la atención pública. El del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) y el de los poderosos petroleros.
Un dogma recurrente del pensamiento neoliberal globalizado es las satanización del sindicalismo. La organización de los trabadores para defender en bloque sus derechos y lograr sus aspiraciones, puede servir –a la distancia— para canonizar a Lech Walesa, pero nadie quiere –al menos en el México bien portado—, un sindicato en su casa.
La prensa y la “comentocracia” afines a los pronunciamientos anti-sindicalistas, enemigos de la contratación horaria y devotos de la tercerización de los servicios han llevado al extremo la condena y la propagación de una imagen degradada de cualquier organización sindical.
Las han presentado como causantes de todos los males de la patria y han sembrado una idea inamovible ahora (hasta en la reforma laboral) un trabajador no es sino un elemento más en la cadena productiva y debe rascarse con sus propias uñas, por eso debe rechazarse, de inicio, cualquier tipo de contratación o defensa colectiva.
Se ha descrito a los sindicatos –exitosamente— como pandillas indeseables y en verdad a esa demonización han contribuido en muchos casos, los excesos de líderes y dirigentes enriquecidos hasta el delirio.
Hoy dos sindicatos están en la mira de la atención pública. El del Sistema de Transporte Colectivo, (Metro) y el de los poderosos petroleros.
En el caso de los “metristas” ya se advertía, hace tiempo, el riesgo de contratar externamente los trabajos de mantenimiento.
Ahora, ha dicho Fernando Espino, se necesita la experiencia de quienes han mantenido al STC en operación por cuatro décadas.
“…Las condiciones en que opera el Metro –decía en 2013—, preocupan a sus trabajadores, pero también nos preocupan las decisiones que se han tomado en torno a las relaciones laborales, dejando de cumplir obligaciones patronales, además de llevar a cabo contratos de externalización de trabajos en actividades que son materia de nuestro gremio…”
Mientras tanto durante los trabajos de la Comisión de Energía en la Cámara de Diputados, Irazema González (PRI) adelantó el cambio de pasivo laboral de Pemex a deuda pública en el futuro Presupuesto de Egresos del 2015.
La conversión de esa carga en deuda pública, fue planteada por el sindicato como una necesidad inaplazable, pero también advirtió (Ricardo Aldana): no será a costa del futuro del contrato colectivo ni la pérdida de los derechos adquiridos.
“La aprobación del dictamen de la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que contiene el rescate de las dos empresas (Pemex y CFE), estará condicionado (El Economista), según los diputados, a cambio de que a más tardar en un año se cambien los contratos colectivos de trabajo.
“El diputado priista Ricardo Aldana, integrante de la dirigencia del sindicato de Pemex, anunció que se reservará el tercer transitorio incluido en el proyecto de reformas siempre y cuando, Petróleos de México modifique el contrato colectivo de sus trabajadores.
“El priista dijo que propondrá una nueva redacción porque considera que la actual violenta los acuerdos entre empresa y sindicato, así como los acuerdos internacionales donde dice que no debe haber intervención de ninguna legislación en los contratos colectivos”.
Ambos casos recuerdan el canto de los cisnes.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com