Cuando Salvador Zubirán, cuya máxima obra en la vida fue el Instituto Nacional de Nutrición ocupó la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, un movimiento de ignoto origen lo echó a la calle.

“Una boca oscura sopló sobre nosotros”, dijo con aliento poético el médico y se marchó a probar su valía en un campo benefactor de la vida humana y social. En aquella ocasión –1947– el “movimiento” (mal estamos cuando en una universidad SIEMPRE pesa más el movimiento y menos el conocimiento) fue originado en la aprobación del Reglamento General de Pagos, cuya mera existencia ya era –decían los pugnaces–, una violación del concepto constitucional de gratuidad educativa.

Por una inscripción de 25 pesos la turba echó abajo a un sabio mexicano. Algo similar le ocurrió a Francisco Barnés quien ahora, con un candor incomprensible en un hombre cuya experiencia fue tan amarga en el paso por la rectoría, insiste en la actuación de las autoridades para restablecer el orden perdido.

Cuando Barnés era rector fui invitado a comer a la torre. Íbamos el dueño de un diario bajo mi dirección y algunos colaboradores. Barnés, a la hora del postre nos soltó la bomba:

–Vamos a buscar un sistema de cuotas diferenciadas y voluntarias por el rango económico de nuestros estudiantes. La UNAM necesita recursos y muchos podrían aportar cantidades comprensibles, dijo más o menos.

Todos elogiaron la visión del Rectore y su arriesgado compromiso con la mejoría financiera de la UNAM. yo le pregunté:

–¿Y esto ya pasó por la consulta?

–Si, ya hablé con el Presidente (Zedillo) y me dijo, adelante.

–Pues entonces esto se va a ir al voladero. Zedillo no es de fiar. Lo va a dejar a usted colgado de la brecha. Yo me refería a la consulta allá, y le mostré el amplio ventanal con vista al oriente, debajo del cual como minúsculas siluetas silenciosas deambulaban los estudiantes.

–Allá abajo, le dije, debajo del piso, debajo de las apariencias, hay una caldera hirviendo. Si no lo maneja usted desde allí lo van a sabotear hasta el extremo.

Obviamente las cosas ocurrieron de ese modo. Barnés, como antes Zubirán, como González Casanova, como Chávez, cayó tras un movimiento muy similar a este de hoy cuya prolongación da una idea remota de su desenlace.

He citado esos dos casos de rectores defenestrados por hallarse en ambos una constante: movilizaciones motivadas por la defensa de un principio constitucional: la educación gratuita. Totalmente gratuita, en contraste con esta irrupción absolutamente anarquizante (definida así por sus actores principales), en la cual no hay nada por defender como no sea la impunidad de un grupito de expulsados del Colegio de Ciencias y Humanidades, separados de la institución tras otra invasión vandálica en la cual –quedó probado– no había sino una disputa territorial por la venta de drogas en la zona escolar.

Hoy el rector Barnés, como el doctor Guillermo Soberón y tantos más (De la Fuente, Sarukhán, Barnés mismo y Rivero Serrano), piden prudencia, calma y energía a un tiempo. La rectoría sigue ocupada mientras en un acto extraño muchas de las demás áreas de la universidad prosiguen sus labores como si nada estuviera pasando allá abajo donde arde el eterno perol de la política universitaria.

El domingo, en plena esquizofrenia, 60 mil o quizá más personas, gritaron y pegaron alaridos a unos metros de la ocupada rectoría donde los invasores miraban el juego de futbol cuyo resultado les permitió a los “Pumas”, pasar a la liguilla en el torne de liga de la Federación Mexicana de FGitbol y sin la anunciada visita de los “porros” de la “Rebel” y otros ultras dispuestos a desalojar “por órdenes superiores” el campamento de la rectoría. Pues no hubo ordenes superiores, ni desalojo, ni nada de nada, excepto dos goles de Javier Cortés y otro de Luis García quienes pusieron a su equipo en la ronda final de la competencia.

Mientras tanto quedan para la reflexión estos datos:

“Las cosas llegaron a mayores porque los huelguistas chocaron con la policía bajo el mando del general León Lobato, quien encarceló a varios líderes, ocupó diversos edificios de la vieja sede universitaria, y ejerció la violencia en la que hubo, según notas de prensa, dos muertos (no confirmados) y un número indeterminado de heridos del lado estudiantil.

“Zubirán abandonó la rectoría, pero el problema no se resolvió. La Junta de Gobierno intentó designar un rector interino de manera ilegal, según la llamada Federación Estudiantil Universitaria (FEU, organización que decía representar a todos los estudiantes).

Como se ve este país no cambia. O la UNAM no cambia.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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