–¿Nos vemos mañana?

–No puedo, me invitaron a lo de Evo. Qué suerte.

Cíclicamente la sociedad mexicana adquiere un nuevo ídolo extranjero. Siempre vivimos casi en el paraíso. Bueno, ellos.

Así somos los mexicanos, fetichistas.

Si en  los tiempos del cardenismo todos trataban de ver a Trotsky –hasta el Señor Presidente recomienda en estos días leer a Padura y su pasmosa novela,  “El hombre que amaba los perros”– , ya no se diga a los españoles célebres del exilio (nada más como un dato adicional, ellos llegaron en el buque “Sinaia”, México no les mandó barco alguno, ni avión extraordinario, el viaje lo organizó el Servicio de Emigración de los Republicanos Españoles (SERE), con auxilio de Comité Técnico de Ayuda a Refugiados Españoles).

El asilo de los españoles va de los republicanos de la Guerra Civil del siglo pasado, al cantante Joan Manuel Serrat en tiempos más recientes. Pero ni siquiera el catalán despertaba la curiosidad totémica del hermano Don Evito (diminutivo afectuoso), como después veremos.

Durante el gobierno de Ávila Camacho la rastacuera mexicanidad capitalina ansiaba encontrarse en el Ciro´s con el depuesto rey Carol de Rumania y la “Madame Pompadour de los Cárpatos”, la indescriptible Magda Lupescu, cuya vida en Coyoacán (era vecina de Salvador Novo y Dolores del Río), se vio afectada por su poca tolerancia a la altura del valle, y por eso se fue a Río de Janeiro, donde se casó, por fin con su reyecito, antes de hundirse en la amargura del destierro definitivo en Portugal, con música de  fados llorones.

Como escribía José Emilio Pacheco:

“…El desastre europeo colabora a la transformación de la capital. Son los cafés de los republicanos españoles; la presencia de Louis Jouvet y Jules Romains, […] es su Majestad el rey Carol y madame Lupescu […] Es el México nuevamente mestizo –judío, árabe, libanés– que el cine nacional idealiza […]”. Además, la presencia de Trotsky en México colocó al país, a la ciudad, en el mapa estratégico del camarada Stalin…

O Hugo Gutiérrez Vega:

“…Carol II y madame Lupescu, refugiados en el México avilacamachista y acosados por los nuevos ricos y los rastacueros encantados con la idea de tener un rey en casa y agasajarlo con comidas folclóricas que, a decir de madame, acabaron con la flora intestinal del larguirucho monarca destronado que fue a dar con sus huesos reales al pudridero monárquico de Estoril.

“Petru Dumitriu, tan chismoso como Tácito, nos dio material para entrar a saco en las vidas privadas de la casa real rumana, y nos obsequió retratos dignos de un ¡Hola! mezclado con Alarma”.

En los tiempos de Portes Gil todos aconsejaban a Sandino y en tiempos de Echeverría (quien inició el exilio chileno, argentino montonero y uruguayo tupamaro)  los hermanos Ortega Saavedra hacían viajes a México para recibir dinero y hacer la Revolución  en Nicaragua.

Y ya en tiempos de la Revolución Sandinista, vimos el resultado. Entre Gustavo Iruegas y Gómez Villanueva, no hicieron sino –inocentes—entronizar al barbaján Daniel Ortega en el poder. Por cierto, gran amigo este individuo de nuestro distinguido huésped.

Ya me lo decía Edén Pastora:

–Ese ha vuelto un hijoeputa.

–“No, Edén, nadie se vuelve un hijoeputa;  eres o no eres desde el principio”. En fin:

“(Soledad Loaeza).- Cuando el presidente Cárdenas otorgó asilo político a León Trotsky, quien llegó al Distrito Federal en enero de 1937, profundizó las sospechas de los conservadores mexicanos respecto a la influencia bolchevique sobre su gobierno, mientras que la mayoría de los comunistas mexicanos se sometió a las directivas de Moscú y también repudió la decisión.”

Pero eso es historia y esto parece historieta: la señora Regenta de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, cuyo conocimiento de los sistemas políticos es nulo, pero grande su oportunismo, le otorga a Evo Morales la condición  distinguida de visitante non, sin reparar cómo ya le había sido conferida antes de su huida de Bolivia, por el actual canciller, Marcelo Ebrard cuando fue jefe de Gobierno de la ciudad de México.

Marcelo ( a quien le deberían explicar cómo el Sha Pahlevi obtuvo visa, no asilo), distinguió a Don Evito en el año 2010. Le entregó además de la distinción ya dicha, la llave de la ciudad.

Sheinbaum ni llave ni llavero.

Pero la doble distinción, como la vida,  no vale nada: séquito, guardias, camionetas, dinero, esa es la tradición  del asilo. Eso sí vale.

“Toma el llavero, Claudita…”

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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