Con la implacable precisión del tiempo, como una precisa pleamar y con toda potencia, la marejada de las campañas políticas y su parloteo incesante, falso, reiterativo, sin originalidad alguna; mentiroso, cínico en ocasiones, pleno de disfraces, maquillajes y caretas, baja sobre nosotros con la amplitud de un deslave, una avalancha de lodo y piedras, un alud de nieve sucia, una ácida llovizna pertinaz y desesperante, frente al cual no hay defensa alguna, pues los medios de comunicación —–en especial los electrónicos concesionados, secuestrados por una ley confiscatoria y asfixiante–, nos prometen treinta o más millones de mensajes; cada uno de los cuales es un golpe de palabras sin sentido, vana publicidad, fervorín de ateos sin catecismo válido, porque eso son las campañas: intentos de conversión de ciudadanos crédulos, esperanzados en el futuro porque ni modo de buscar la salvación en el pasado o en el grave presente de los balazos, la inseguridad, la corruptela y la simulación.
Treinta millones de impactos a la inteligencia de quien la tenga o a la resignación de quien la padezca.
Ya comienza la Pascua, han dicho quienes buscan los huevos de la codicia escondidos en los jardines de la desmemoria. “Corre conejo, corre veloz”. Ya comenzaron las campañas y viene siendo tiempo de preguntas sin respuesta.
–¿Cuántas veces nos han prometido lo mismo con el mismo resultado?
Pero son los 90 días en cuyo transcurso se conmoverá a México, no por el contenido de las campañas formales (lo otro fue un ensayo grotesco para todos, entre el disimulo y el cinismo), sino por su inevitable resultado: la clase política se renovará (en Congresos, gobiernos estatales, municipios y el Ejecutivo Federal), al menos en las personas, y en el ejercicio del poder veremos conformarse el nuevo rostro nacional, cuyas facciones no han cambiado mucho en los últimos tiempos.
Otros actores interpretarán los mismos papeles y veremos tropezar el Ejecutivo, sea quien sea, en los pantanos de una burocracia politiquera y repartidora de favores, pagos, prebendas, canonjías y mentiras.
Habrá quien diga, el Estado soy yo, mientras otro proclame, yo soy sin Estado y uno más se pregunte, ¿dónde está el Estado?
Los partidos les pagarán sus facturas a quienes les han permitido llegar de tan favorable manera al reparto de las posiciones.
Los opositores de hoy quieren ser los oficiantes de mañana y en pos de los favores de la urna ofrecen la virginidad de las ostras y sus perlas; la Luna y las estrellas, tal y como lo hicieron los anteriores, los ineptos, los incapaces, los pícaros de siete suelas, los represores y los cómplices, los verdugos sin capucha y sin hacha, los defensores de la Independencia, la Soberanía, la Dignidad Nacional (nada tan patriótico como las mayúsculas); la infalible ciencia del pueblo, el implacable juicio de la historia (siempre distorsionado, siempre aplazado y sin consecuencias), la involuntaria comicidad del ridículo y hasta el cinismo de olvidar historias pasadas, delitos disfrazados de activismo social, historias personales, cochupos infatigables, maniobras infinitas, traiciones, reacomodos, mimetismo de camaleones avorazados, serpientes de nueva piel. Hay para todos, como en la botica.
Pero como ahora se tienen las obligaciones de la comunicación pues se confunde (en contra del credo divulgado) comunicar con gobernar; el problema se reduce a la elegancia con la cual se quiera engatusar a los incautos; porque las clientelas cautivas ya no tiene muchas dudas, y así las miles y miles de menciones, ofertas instantes (como el café en pollo o las sopas sin sopa) nos agobian y llenan de falsedades.
Comunicar, en todo caso, es convencer. Al menos en el mundo político.
Pero ahora es tiempo quizá de señalar cuáles son los ingredientes para escribir la historia hasta estos días. Quienes son los personajes, cuáles las actitudes, dónde las novedades y dónde los vejestorios cuya vigencia ha ayudado a conformar y teñir con falsedades, medias verdades, ofertas y promesas en la historia política reciente.
Uno de los elementos nuevos ha sido, indudablemente, la patraña de las candidaturas independientes (las otras, las de los partidos, ya son hábito, costumbre y uso nacional reconocido, y poco interés hay en recordarlo) la cual se nos ha revelado como un ingrediente más en la interminable costumbre del engaño, como engañoso es el mundo de la virtualidad como herramienta de persuasión para los incautos.
Los “bots” no votan, pero hacen votar. El voto robot es como el sexo servicio de la Hot Line”. Recurso de masturbadores, como se verá más adelante.
Pero volvamos a los “independientes”. Absurdos los requisitos y obvia la forma de cumplirlos o salvarlos: la trampa, el atajo, la simulación.
Por esas conductas se han reventado la ambiciones de Jaime Rodríguez (alias “El bronco), y de Armado Ríos Piter (alias, “El Jaguar”), sin importar cómo a pesar de ellas, le han entregado credencial a Margarita Zavala de Calderón. Todo ha sido como “haiga” sido y para desdoro del Instituto y sus Consejeros, quienes quizá se enfrenten al palmetazo final del Tribunal Electoral cuyos rounds de sombra ya han terminado.
En estos casos la moneda sigue en el aire, no importa la altura alcanzada en el momento del “volado”.
En este lustro han pasado muchas cosas sobre las cuales ya alguien tendrá tiempo y cabeza para especular, pero lo verdaderamente notable ha sido la carrera de Ricardo Anaya cuyo aerolito veloz parece ahora haberse enfriado por las acusaciones sobre su vida personal y sus negocios inmobiliarios, pero su rapidez para herir adversarios, saltar por sobre los obstáculos, alzarse de la diputación simple al control de su bancada, la presidencia de San Lázaro, la constitución del frente, la presidencia del Partido y la candidatura, es algo notable, se vea como se quiera ver.
Como también es un hecho digno de análisis, la metamorfosis del PRI cuyo candidato no se atreve a pronunciar su nombre, pues ha pedido lo mismo de los rancios dinosaurios y a los frescos votantes de un electorado joven: háganme suyo. El PRI sin candidato oriundo; el PAN en brazos de un pragmatismo sin credo, sin conciencia, sin historia y manipulado por una banda de vivos cuya juventud es a un tiempo alimento de su ambición y su soberbia.
El equipo de Anaya borda la límites del desfiladero. Como él mismo.
Imposible presentar al candidato de Morena, cuyo partido ha crecido de manera veloz, pero con base una fuerza sumamente frágil: al ser el partido de un solo hombre, como dijo su antiguo maestro Enrique González Pedrero del México de Santana, su presencia, ubicuidad y fortaleza son al mismo tiempo su mayor riesgo: todo depende de él, por él, con él y fuera de su dirección, selección, orden, dictamen y hasta capricho, Morena queda en lo único visible de los tempos de la izquierda: un partido “alzachusmas”, como dijo George Blake, biógrafo de Churchill del Nacional Socialista de Hitler.
“Alzachusmas”, sí, pero la chusma vota y su volumen suele ser amplio.
Pero líneas arriba se hablaba de los robots y la virtualidad y ese es un ingrediente fuera de control por su novedad y la obvia inexperiencia en su manejo.
Hoy nadie sabe bien a bien cómo funcionan y mucho menos como se controlan los datos del mundo dispersos por el mundo. Nadie sabe cómo se pueden evitar los ataques cibernéticos, pues los muros de fuego en cualquier sistema hallan –como toda obra humana—un antídoto cuya evolución marca los nuevos tiempos y encuentra nuevos caminos para romper la seguridad, saltarse los muros invisibles y los cercos en llamas.
Y la manipulación de las conciencias a través del conocimiento de las nimias preferencia de datos dispersos en Facebook o redes similares, es un hecho tan real como el trabajo de los rusos quienes combinan la alta especialización tecnológica y cibernética, con los venenos de Lucrecia Borgia; la heroína de adolescentes soñadoras de antaño.
Es obvia la capacidad de manipulación. La única pregunta es quien será el mago más mago de todos. Quien ya tiene los recursos de Cambridge Analítica y cuántos “pegasus” vuelan por el cielo electoral sin espacio para los ojos educados en el siglo XX.
–¿Quien va a ser el invisible elector por encima de los poderes visibles?
Con esto sucede como decía el gallego: yo no creo en las “meixas” (brujas), pero que las hay; las hay.
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