Apenas ayer se recordaban los días horribles del sismo más grave de la historia de la ciudad, cuyas “réplicas sociales”, si así se pudiera llamar a la nueva actitud ciudadana generada a partir de los terremotos, no han cesado.
No es posible atribuir el surgimiento de una nueva actitud política únicamente al evento sísmico de hace treinta años, pero se trata de un ingrediente fundamental: la ciudad de México no será más la misma –nunca–, y sus estructuras políticas, por consecuencia, tampoco.
Lo interesante es ver cómo esta circunstancia del activismo ciudadano, se ha trasminado al resto del país y cómo fue quizás el germen de la nueva actitud hacia el poder.
Propongo una hipótesis: sin el sismo y las explosiones del sector Reforma, en Guadalajara, no habría ocurrido la alternancia. Ni tampoco se habría movido el péndulo.
No se trata de la idílica toma del poder por parte de los ciudadanos libres. No es la infinita recuperación o apropiamiento del espacio por parte del vecino cuyo entusiasmo sustituye al pasmo del gobierno frente a la emergencia. Eso sería parcial y falso, pero si se trata de una redistribución y de un nuevo activismo en el cual la revancha es también un componente notable.
El terremoto generó una especie de corriente eléctrica distribuida por todos los grupos sociales. Por una razón unos, por otra causa los demás, pero todos cambiamos. Y si bien en muchos casos la mutación obedeció a fines de justa reivindicación de derechos, en otros no fue sino la ventana rota por la cual se colaron los oportunismos y la corrupción.
Si la hipótesis vale para relacionar al sismo con la evolución política y social del país, con sus elementos coincidentes como por ejemplo las instituciones de Derechos Humanos, Transparencia, vigilancia y demás; la proliferación de las ONG´s tanto en sus aspectos realmente humanitarios como en el quinta columnismo extranjero e interesado y la creciente actitud de rechazo a todo cuanto signifique autoridad o imposición (con la punible excepción del cobro fiscal frente a cuya majestad se opone la enorme economía informal), estamos entonces frente a una prolongada agonía del concepto mismo de la autoridad.
Y en cuanto a esa merma se pueden poner algunos ejemplos notables, el primero y más grave de los cuales es la constante denostación de la figura presidencial. El acoso incesante en contra del Ejecutivo, sea quien sea.
No importa si se exageran los rasgos rancheros y palurdos de Vicente Fox (gracias a los cuales paradójicamente ganó las elecciones con un notable bono electoral) o se exageran los yerros estratégicos de Felipe Calderón hasta responsabilizarlo personalmente por los muertos en una decidida actividad policiaca y militar de persecución al delito o se magnifican los dislates de Peña Nieto en cuestiones a veces anecdóticas como los libros leídos o por leer para después insistir en asuntos de conflicto de interés o la cena del Palacio Nacional.
Nada. O todo. Nada es meritorio y todo es censurable.
Y ante eso el gobierno asume una actitud reactiva y de reserva. Quizá en muchos momentos su conducta corresponda a una palabra recurrente en el lenguaje popular: se “azorrilla”. Un gobierno atemorizado por las reacciones, cuya actitud solamente logra atizar otras reacciones similares a las cuales quiso evitar.
Un ejemplo: el gobierno decide suspender la fiesta en el Palacio Nacional y darle un nuevo sentido a la celebración septembrina del “Grito”. El gesto de austeridad es interpretado por el ubicuo tribunal de las redes sociales como el paso hacia atrás, la muestra de la mala conciencia y aun los grupos invitados a la plaza son puestos como acarreados con el señuelo de la “Arrolladora Banda Limón”. Los fuegos de artificio se convierten, para esa inquisición, en los impuestos hechos humo.
Nada satisface q quienes viven ( sobreviven) en el permanente o cede. Otro caso similar es el de Iguala: el tribunal ya le ha adjudicado la responsabilidad histórica a quien no la tuvo. La tesis del crimen de Estado es inamovible, con el auxilio de las organismos internacionales y sus apéndices locales.
No hay salida. Como Gulliver, atado por miles de fuerzas minúsculas pero concurrentes. Las hormigas devoraron al Leviatán. Jonás intoxicó a la ballena.
En este sentido es necesario reconocer una de las fuentes de esa actitud: la desacralización de la figura presidencial, estimulada desde la década de los ochenta y llevada a su punto mayor cuando se exageró injustamente la actitud de Miguel de la Madrid en el terremoto, abrió la puerta a la creciente crítica sin sentido. La superficialidad de los señalamientos llegó hasta la profundidad de los cimientos.
Otro ejemplo de la medrosa condición del neo sistema: se publica la posible venta de un avión para uso de la Presidencia de la República. Larga campaña en los labios de opositores y críticos. El aparato fue comprado en otro gobierno, con otro tipo de cambio. Se adecuaron las instalaciones del Hanga Presidencial (¡Ah!, pero las hizo Higa, el mismo, de tal y de cual).
Y como si en verdad las críticas fueran justas (o se tratara de un bien de aprovechamiento privado), el gobierno piensa venderlo, como en su momento se dijo de la Casa Blanca.
No importa si se hace o no la venta.
Lo notable es ver cómo todo es materia de censura y de satisfacción a la suspicacia. La campaña antiaérea ha dado resultado. El gobierno actúa culposo y la culpa genera inseguridad; la inseguridad errores, los errores pérdida de la legitimidad y esta desprecio, acrimonia, saña. Y entonces no queda sino ceder, ceder en todo. Pero la cesión no genera certidumbre; provoca pasos posteriores en el linchamiento.
Otro ejemplo: el presidente actúa con ensayada cautela, con preparada actitud en la ceremonia del “Grito”. Nada se deja al azar ni en la indumentaria familiar ni en la jubilosa presencia en el balcón. ¡Ah!; pero míralo, se ve rígido, no es espontaneo, no es natural.
Acribillan a un grupo de mexicanos en Egipto. El gobierno reacciona hasta el límite. El destartalado avión presidencial aterriza junto a la Esfinge, la canciller (¿cuándo comenzarán los pedantes del femenino d las chiquillas y chiquillos de decirle “cancillera”?) exige explicaciones, satisfacción; información.
–¿Y los 43, Apá?¿Cómo con ellos no tuvieron esa rápida reacción? Nada más nos quieren impresionar con un gobierno dizque atento, dizque preocupado. No fueron capaces siquiera de traerse los cuerpos, momificados o no, a la manera egipcia, dijo algún idiota.
Y en el constante empuje contra las cuerdas ahora el Presidente se enfrenta al tribunal en su propia casa. Los padres de los 43 (de los 41, mejor, pues dos ya fueron certificados en su muerte), debidamente acompañados por los becarios (expertos internacionales en el arte del viático) le van a alzar un cadalso en el Salón López Mateos o donde el estado Mayor decida la reunión en cuyo curso se analizarán las conclusiones de los “expertos” y se pondrá en la picota al gobierno a cuyo jefe no le quedará sino tragarse el sapo sin hacer pucheros.
Ya no se pone a un negro en la feria para tundirlo a pelotazos. Hoy la nueva corrección política permite –y obliga–, a acribillar al Jefe del estado de cualquier manera, con impunidad, sin decoro, sin reflexión mayor.
El ogro filantrópico ha muerto. En su lugar se estremece a pausas el eunuco maniatado.
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Palabras de Alejandro Moreno Cárdenas en su toma de posesión como gobernador de Campeche: ¿Oratoria o compromiso? El tiempo lo dirá:
–“La transformación de Campeche será un encuentro con su futuro, el presente se construyó ayer, el futuro se construye hoy, para ello es fundamental una sociedad fuerte y protegida, para la cual asumo plenamente el valor del derecho y de la ley.
“Conozco las facultades que las leyes me otorgan, y que no haya ninguna duda, las voy a ejercer a plenitud, y con mucha firmeza. Nada ni nadie por encima de la ley, conozco las limitaciones que la ley me impone, las cuales acataré plenamente y con responsabilidad, y seré el primero en poner el ejemplo, y convoco a todos los servidores públicos también a mantener una conducta ejemplar.
“Ejerceré un gobierno de firmeza y cero tolerancia a las violaciones legales y frente a las conductas delictivas, tanto en el ámbito del servicio público como en el contexto de las atribuciones propias de la procuración de justicia”.