Uno a veces quisiera creerlo todo y entusiasmarse como hace unos días lo hicieron los señores ingenieros reunidos en el Palacio de Minería con el futuro presidente de México, don Andrés Manuel. De veras, debe ser hermoso creer, tener fe; no un descreído desmesurado, un nihilista amargado e hipercrítico, como le dicen a veces a uno por ahí, a reserva de otras cosas mucho más sonoras y contundentes, algunas de las cuales guardan relación hasta con mi difunta madre.
Pero no ella ni los insultos son la materia de esta reflexión sino una promesa esplendorosa vertida por el ya dicho dirigente nacional, quien con la mirada al porvenir nos ha ofrecido la potente condición de México, lo suficientemente poderosa como para transformar el equilibrio mundial de la fuerzas y convertirnos en un país al cual nadie podrá amenazar ni con malos arreglos económicos ni mucho menos con la construcción de muros. Faltaba más.
Por si usted no estuvo atento al contexto, le relato, lo siguiente: el futuro Presidente estuvo reunido con los ingenieros colegiados del país, los cuales son muchos y muy grillísimos, comenzando por Javier Jiménez Espriú, quien ha sido alto funcionario de la Universidad, entre otras cosas y será el próximo secretario de Comunicaciones y Transportes.
El tema, obviamente el central entre muchos otros, pues debía ser el Nuevo Aeropuerto de México, y la postura del futuro Presidente, pues la misma de siempre: o concesionarlo (para eso estaba ahí el creso Slim), o proseguir con la obra mediante la acuciosa revisión de los contratos, y la tercera vía, ampliar el aeródromo militar de Santa Lucía.
Y a la voz de “enchílame ésta”, don Andrés Manuel dijo además:
“(UOL).- Ante ingenieros de todo el país, Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente electo, aseguró que México se convertirá en una potencia y así nadie amenazará al país con cerrar fronteras o construir muros.
“En un largo discurso en el que resaltó 12 prioridades de su gobierno con el sector de la ingeniería, sostuvo que el propósito del próximo gobierno será convertirse en una potencia y cambiar la correlación de fuerzas.
“Nadie nos va a estar amenazando con que nos van a cerrar las fronteras, que se van a militarizar las fronteras o se va a construir un muro en la frontera, porque vamos a crecer en México, va a haber trabajo en nuestro país, para eso todos los proyectos”, sostuvo.
“Después de un desayuno en el Palacio de Minería, López Obrador pidió a los ingenieros que lo apoyen en la revisión del dictamen técnico que realiza sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
“En tono de broma, señaló que los ingenieros lo harán gratis pero que será un apoyo importante para revisar la viabilidad del NAIM.
“Los dictámenes técnicos serán entregados a los ingenieros el 15 de septiembre y tendrán un mes para analizar los documentos”.
La verdad eso de la conversión de México en una potencia es algo como ya escuchado. Era el leitmotiv de la campaña de José Antonio Meade, según recuerdo. Y sí, es el anhelo de este país desde su inicio; dejar de ser una colonia, como lo fue cuando se llamaba Nueva España y tener un asiento poderoso en el “concierto de las naciones”.
Ser una potencia significa tener ciencia, tecnología, dinero, armas (de preferencia atómicas); filósofos (como el de Güemes o como Kant), y navegantes. Hay potencias capaces de ir a la Luna cuando aquí nos estamos peleando por la compra (y la venta) de un avión ni en sueños sustituible por uno de fabricación nacional, pues —sabe usted—, aquí no hacemos aviones ni barcos ni portaviones ni submarinos; tampoco ferrocarriles de alta velocidad (excepto el trenecito de Chapultepec), satélites espaciales, estaciones siderales o telescopios en órbita.
Bueno, hasta el auto de nuestro futuro proviene de un diseño y una industria alemana, con obreros en Puebla. Los autobuses de la Ciudad de México son de patente sueca y otros tienen motores Mercedes Benz. Un ingeniero alemán desarrolló los motores Diesel (ese era su nombre) y en la nanotecnolgía de nuestros días, con la cual se hace el mundo moderno de silicio y computadoras ni siquiera pintamos, excepto cuando contratan a algún ingeniero en el valle del Silicio.
Hacemos lindos molcajetes y mejores cajitas y baúles aromáticos con madera de Olinalá. No fabricamos bienes de capital y a veces no tenemos capital ni para esos bienes.
Así pues, debo decir cómo envidio a los mexicanos emocionados ante el porvenir con las promesas del futuro Presidente y sus grandes proyectos y su fe y su entusiasmo ante la inminente transformación de México en el arduo camino del subdesarrollo a la potencia internacional, capaz de modificar en su favor la correlación de fuerzas y la geopolítica.
Y de paso los Diablos Rojos de México o los Olmecas de Tabasco, le ganarán a los Yanquis la Serie Mundial.
Rafa: aún con el humor, en verdad que llegara el momento en que los muy respetables soñadores,regresen a la realidad de los sopes y las quezadillas ( sin quezo)