Pues ahora vemos cómo el gozo se va por el pozo porque nos acabamos de dar cuenta de los detalles del acuerdo trilateral comercial y no hemos escuchado quejas de los canadienses, pero los mexicanos, como se dijo hace unos días en esta columna vamos a vivir en la Tercera Certificación, la laboral y sindical (antes fue la del narco y luego la migratroria), y nuestros negociadores, en especial el ufano señor Jesús Seade, quien se exhibía experto en presumir con el sombrero ajeno, se dicen sorprendidos y ajenos a tan inicua determinación americana.
Ya la embajada se apresta a otorgarles especio y oficinas a los supervisores laborales, quienes son del todo un detalle menor, porque si no se hubiera cedido en el capítulo salarial y de “democracia” sindical, no habría espacio para esos inspectores, dicho sea con rigor idiomático.
Inspectores, veedores, como en tiempos coloniales. Veedores, oidores, supervisores.
Y conste; algunos lo avisamos a tiempo. Esto se publicó aquí el 8 de diciembre:
“…Mal están las cosas cuando nos alegra algo tan mudable como el temperamento de Trump, el cual exhibe la acrecencia de principios diplomático en la relaciono con México: lo hice por pedido de un señor con el cual simpatizo. ¿Y cuando la simpatía se acabe o cuando sople el viento o la mosca vuele? Y eso, si de verdad existiera.
“…Pero ahora se cierne otra amenaza: el comercio trilateral.
“El Tratado salinista de Libre Comercio, impugnado en todos los tonos por la entonces izquierdas opositora y defendido ahora por la izquierda gobernante, ha garantizado periodos de estabilidad y crecimiento en muchas áreas de la economía mexicana.
“Su manifiesta utilidad ha sido comprendida por todos, excepto por Donald Trump (el simpatías, le dicen en Palacio Nacional) quien desde su campaña electoral (ahora va por la reelección), lo calificó como injusto para su país y de leoninos rendimientos para el nuestro, lo cual es una absoluta mentira.
“Trump amenazó con denunciarlo (como se dice en el lenguaje del comercio bilateral o trilateral) y salirse de él y de inmediato todos se pusieron a temblar. Por eso y nada más por eso se ha intentado el Temec.
“Pero México, donde al amparo de la urgencia por todo casi siempre ser nos queman las habas, se dieron dos circunstancias: Enrique Peña Nieto quería irse con algo para presumir en el ultimo acto de su gobierno, y el actual Señor Presidente quería demostrar cómo un tratado neoliberal se sustituye con otro tratado más neoliberal, pero desde su óptica propia.
“Ildefonso Guajardo fue el artífice de este nuevo tratado al cual Jesús Seade, el actual subsecretario de Relaciones Exteriores, le vino a poner sólo la cereza en el pastel. Le dejaron el trabajo terminado en la parte más difícil. La Secretaria de Economía, Graciela Márquez ni lo ha leído. Es irrelevante.
“·Pero ahora el tratado, con todos los riesgos, ha sido sometido a un adendum o agregado o complemento o enmienda. Y en ella se echan abajo muchos de los beneficios logrados en la anterior versión sin añadidos incómodos.
“Esa versión no les interesa a los estadunidenses quienes tienen un estira y afloja político electoral cuya hondura pasa hasta por la impugnación presidencial obediente a otros motivos, pero presente en un pleito interminable entre la Casa Blanca y el Partido Demócrata en el Congreso americano.
“Y quien ha puesto piedras en el asunto ha sido la señora Nancy Pelosi (bueno, ella no personalmente ; su partido en la Cámara de Representantes), a quien, candorosamente, el gobierno mexicano le ha pedido por carta, si fuera tan amable de apurarse con el despacho del tratado…”
Pero cuando todo se firmó no cabían los aplausos en el Palacio Nacional. Duro muy poco la euforia a pesar del reiterado, “misión cumplida”, de Marcelo. Pues será micción cumplida, porque se les fue el chorro por fuera de la bacinica.
El Señor Presidente dijo en tono precautorio (12 de diciembre):
«Es una muy buena noticia. Nosotros ya cumplimos, ya lo firmó el Ejecutivo y lo ratificó el Senado de México. Ahora corresponde hacer lo mismo al congreso estadounidense y de Canadá…Nos va a ir muy bien con este tratado».
Pero la alegría duró poco: como la gorda cuando se quita la faja en la noche de bodas, el espanto llegó a los ojos de nuestros negociadores: ahora nos dicen, no sabía.
Si no sabían les vieron la cara y no de chamacos. Y si lo sabían quieren engañar con otra falsedad. Puro tragar dulce poblano.