La fotografía es impresionante.
Un hombre de edad con el rostro cubierto por un cubreboca –como los demás–, y los brazos en la espalda. Junto a él, en la misma actitud del Belisario Domínguez, estatuario en el patio del antiguo Senado, el canciller Marcelo Ebrard, la mano extendida en el ademán de la reiterada elocuencia, se apresta a hablar –con la boca descubierta–, para la historia, mientras señala una cúbica caja azul con ruedas y dos foquitos rojos en la parte frontal como escenografía recuperada de los artefactos malignos en las películas de “El santo”.
En el otro extremo una mujer de falda a media pantorrilla. Su brazalete y su collar son rojos, como su ancho cinturón, blanca su blusa. Las manos entrelazadas reposan sobre el vientre. Una férula exhibe una lesión en el pie izquierdo.
La máquina en la foto, es un ventilador pulmonar fabricado en México a partir de la ingeniería biomédica del Instituto Nacional de la Nutrición y las empresas privadas Femsa, Bocar y Metalsa, las cuales se ha sumado la Fundación Mexicana para la Salud –el 22 de junio, Funsalud ya había donado 500 respiradores a través de la Fundación Alberto Bailleres— (pura minoría rapaz, pues) y con recursos de la Agencia Mexicana para la Cooperación Internacional y el Desarrollo (por membretes no paramos, dijo Don Chon).
El resultado es prodigioso. Si el ventilador tuviera líneas un poco menos rectas, más delicadas y redondas, podría confundirse con R2D2, el robotito de “Star Wars”.
Pero esas son divagaciones cinematográficas, propiciadas, por el encierro. La noticia importante no es la fotografía de la directora de Amexcid, Laura Elena Carrillo o David Kershenobich, director del Instituto Salvador Zubirán, en la ceremonia donde fue presentado el ventilador de los focos rojos.
No, lo importante es la solidaridad fraterna: les vamos a mandar a los caribeños necesitados, 16 de esos aparatos, producto de nuestra avanzadísima ingeniería biomédica.
–¿A cuáles?
Pues a los de Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, Belice, Guyana, Haití, Santa Lucía, Surinam y la República Dominicana. Entre todos esos pequeños y hermosos países suman casi 23 millones de personas. Solamente Haití y Dominicana tienen 21 millones 300 mil (+ o -).
Dicho lo anterior es muy sencillo dividir ventiladores entre habitantes. Cada aparato le serviría al 0. 000000696 de la población. Obviamente no todos lo necesitarán, ni todos se van a enfermar.
Eso lo sabe muy bien el señor Canciller Ebrard –como también sabe lo importante de darles cobayos humanos a los italianos cuyas dosis de vacuna experimental se aplicarán en algunos voluntarios mexicas– y por eso nos ha dicho con inalterable objetividad y sentido humanitario:
“…Puede significar un gran cambio, aunque sean pocos equipos… Se trata, de un acto de congruencia de la política exterior de México. Es la primera vez durante la pandemia que México donará a los países del Caribe(pues, si, porque ¿sabe usted, por primera vez tenemos una pandemia, no?) .
“Se envían los equipos a estos países porque nos importa muchísimo la suerte que tengan, es lo que (les) hemos exigido a los poderosos, a los que tienen más industrias, más recursos. Les hemos dicho: ‘tiene que ser universal (el acceso a vacunas y los medicamentos contra el Covid-19), tiene que ser equitativo, tenemos que ser solidarios, somos un solo pueblo, una sola comunidad’”. ¡Aleluya!
Así pues la pandemia se atiende en cascada, como las escaleras o la anticorrupción, de arriba para abajo. Los países ricos les venden a los pobres y los pobres les regalan a los miserables. Cuando algo se cae de la mesa, casi siempre es una migaja, o un mendrugo, pero no hay tasa para la generosidad.
La solidaridad humana como valor supremo, nos permite ser buenos y también ser felices.
Pero para no ser candiles callejeros y apagadas velas dentro de la casa, la misma información nos dice:
“…En los próximos días se distribuirán 51 equipos similares en 14 entidades del país: Aguascalientes, Baja California, estado de México, Hidalgo, Guerrero, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz y Yucatán”.
Entre estos estados se agrupa casi la mitad de la población nacional. Digamos 50 millones de habitantes. Cincuenta y un ventiladores, para todos ellos. Uno por millón.
Y una curiosidad final, ¿FEMSA es la misma empresa cuyas aguas negras envenenan al pueblo y lo hacen susceptible ante el virus del Covid19, como dice López Gatell (“Gatinflas”)?
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