En el lenguaje de la corrección política ya no se dice secuestrado, se dice, retenido.

Pronto hablaremos de retenidos exprés y más delante conoceremos la sesuda iniciativa de algún diputado listo y vivo, dispuesto a firmar un legajo jurídico para incluir en el Código Penal el delito de retención.

Como usted sabe y todos conocemos, hace unos días los soldados del Ejército mexicano cuya misión era devolver la tranquilidad en la zona caliente de Guerrero, es decir, todo el estado de Don Vicente cuyo natalicio por cierto recordarán mañana los pocos con un gramo de memoria, se presentaron cerca del poblado El Pericón y ¡sopas, perico!, me los prenden los indignados ciudadanos siempre del lado de la razón, como le corresponde a todo pueblo con un poco de respeto por si mismo, y me los retienen.

Esto es, me los privan de su derecho de moverse ni siquiera para hacer de las aguas.

Así lo relata la prensa local:

“Tecoanapa, Guerrero.- Miembros del Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana retuvieron a militares en El Pericón, en este municipio de la Costa Chica, en respuesta a la detención policías comunitarios.

“El líder de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), Bruno Plácido Valerio, indicó que el lunes 60 soldados, quienes viajan en siete vehículos detuvieron a dos de sus agentes comunitarios.

“Ante estos hechos, los inconformes han amenazado con bloqueos carreteros para exigir la liberación de sus compañeros y la devolución de las armas que les incautaron los efectivos de la Secretaria de la Defensa Nacional.

“Sobre la carretera Tierra Colorada a Ayutla hay un grupo de militares y unos 3 kilómetros más adelante un grupo de policías comunitarios montaron un filtro de seguridad sin armas”.

Eso fue suficiente para rendir las plaza. Los soldados fueron puestos en libertad a cambio de la interlocución con el gobierno federal, instancia superior en la cual eso sí, se les advirtió a los ya dichos señores comunitarios de cuánta indignación había causado su aleve comportamiento contra los custodios de la soberanía nacional; es decir los soldados del H. Ejército Nacional, a quienes no se les debe andar reteniendo así nomás como si fueran parroquianos del Heaven, ni mucho menos.

Y le dijeron a un señor Plácido, véngase a Bucareli, aquí le ponemos un tapetito rojo y parlamentamos cuanto a su eminencia convenga, pero ya dejen de hacer esas cosas, y el Plácido se siente cómodo en la rueda de la prensa, se pasea por micrófonos legítimos y no tanto y proclama el nuevo evangelio de la sociedad armada o desarmada cuando aquí convenga contra la cual no podrá nunca el Ejército disparar, ni siquiera soñar con disparar, pues eso sería un disparate y perderían ante cualquier tribunal del mundo.

Y este fue el escueto comunicado de la muy comunicativa secretaria de Gobernación, instancia donde se usa la cola loca y se pagan los platos rotos por los gobernadores incapaces ya ser apelliden Reyna o Aguirre.

–¡Miguel Ángel, diles tú, a mi no me hacen caso… ni a los militares!

“El día de hoy, el Subsecretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, Luis Enrique Miranda Nava, y el Gobernador del estado de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, acompañados de funcionarios federales y locales, recibieron a Bruno Plácido Valerio y a varios ciudadanos de aquella entidad.

“Ambos funcionarios expresaron su condena a los hechos ocurridos en días pasados en el poblado de El Pericón, Municipio de Tecoanapa, Guerrero. Asimismo, les comunicaron que estaban siendo atendidos en la Secretaría de Gobernación con el único fin de hacerles saber que no se tolerarán actos similares y que no habrá mesa de diálogo con ese grupo hasta en tanto no haya condiciones de respeto irrestricto a las instituciones del Estado Mexicano y al marco legal que nos regula.

“Lo anterior con independencia de las denuncias penales que procedan ante las autoridades competentes, con el propósito de que se castigue a los responsables de los hechos con todo el rigor de la ley.

“Finalmente, el Gobierno de la República reitera su apoyo y compromiso con el Gobierno del estado de Guerrero para seguir implementando diversas obras de carácter social y productivo, tal como lo anunció en su reciente visita el Presidente de la República.

“Por su parte, el Gobernador del estado expresó el reconocimiento del pueblo de Guerrero y de su gobierno a la labor social y de seguridad que ha venido brindando el Ejército Mexicano a los guerrerenses”.

Podrá usted estar de acuerdo o no, pero eso de “… no se tolerarán actos similares…” si suena Pericón, por no decir cualquier cosa con rima consonante cuyo significado sea de cabrío mayor. ¡Tá Pericón…!

En fin, harto de estas cosas me fui a refugiar a mis lecturas de infancia. Andersen me confortó, pero pronto me aburrió:

“…Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, hermanos todos, ya que los habían fundido en la misma vieja cuchara. Fusil al hombro y la mirada al frente, así era como estaban, con sus espléndidas guerreras rojas y sus pantalones azules. Lo primero que oyeron en su vida, cuando se levantó la tapa de la caja en que venían, fue: «¡Soldaditos de plomo!» Había sido un niño pequeño quien gritó esto, batiendo palmas, pues eran su regalo de cumpleaños. Enseguida los puso en fila sobre la mesa.

“Cada soldadito era la viva imagen de los otros, con excepción de uno que mostraba una pequeña diferencia. Tenía una sola pierna, pues al fundirlos, había sido el último y el plomo no alcanzó para terminarlo…”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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