Una maestra que tiene que llenar microbús e ir apoyar a Sheinbaum desde una Utopía. Lo mismo en los Pilares. Los proyectos de gobierno convertidos en acarreo
El día llegó, es tiempo de volver a invitar a la mayor cantidad de gente que se pueda, es la consigna si quieres seguir trabajando en algún lugar público de Iztapalapa.
Profesores que trabajan en una Utopía, en una territorial o colaboran en un programa de la delegación, piden a quienes usan sus servicios que los acompañen a ver a Sheinbaum.
«Chicas, por favor, necesito de su ayuda, está en riesgo mi trabaj», suplica la maestra, «me van a mandar un micro solo para nosotras, por favor, acompáñenme», dicd al final de la activación física.
Algunas asistentes a la clase asienten con la cabeza, pero sólo dos alzaron la mano en señal de apoyo a la maestra desesperada. Dos de diez, mal porcentaje pero al menos ya tiene algo para ir al mitín de Arranque de la campaña Presidencial de Claudia Sheinbaum en el Zócalo capitalino.
La cita es de 12:45 a las 13:00 horas, es una invitación para usuarios, pero una exigencia para quién trabaja en una dependencia del gobierno. Algunas asistentes dicen «no nos pueden obligar a asistir, las clases son gratis, la mayoría tenemos cosas que hacer por la tarde, como recoger a los niños de la escuela, y también a los adolescentes de la secundaria».
Sí, la acarreadora Sheinbaum no vive los tiempos de Echeverría que tanto añora su jefe AMLO. Aqui acarrear no es tan fácil, la gente se atreve a decir que no, aun en Iztapalapa.
«Además, ¿para que nos citan tan temprano si la cita es más tarde, ya no estamos en el pasado», dice una chica de las más jóvenes de la clase, «tanto que criticaron a los partidos del pasado y están peor», añade la Didi, una doñita que va todos los días a clase, pero que a eso de ir al Zócalo, pues no, se resiste. «Además, si voy, me regaña mi esposo», le secretea a una compañera mientras mueve la cabeza de forma negativa.
Mientras tanto en un tianguis de los muchos que hay en la demarcación, los conerciantes son igualmente obligados a llevar dos personas per cápita al Zócalo.
«Jefa, ya sabe, la esperamos el viernes con sus acompañantes, habrá transporte», le dicen mientras ella paga la cuota para poder vender. «Siempre es lo mismo», dice la vendedora, «yo no sé para que tenemos que ir, piensan que estamos aquí por gusto, lo hacemos porque tenemos necesidad de ganar un salario, no robamos a nadie, ganamos algo de forma honesta y está gente solo nos obliga a dejar nuestro puesto un día para ir a fuerza a apoyar a Sheinbaum».
E insiste, estábamos mejor antes, no era a fuerza iba quién quería y ahora el acarreo es obligatorio, peor que en el pasado, porque ahora no solo es ir uno es llevar a dos o a tres, que desesperante es esto, dice la señora mientras mueve la cabeza de manera negativa.