Un texto de Arturo Ramos Ortiz y Liliana Gómez
Las oleadas continuas de migrantes siguen presionando las capacidades de la Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados (COMAR); es obvio que las capacidades instaladas no tienen relación con la magnitud del drama humano: familias completas moviéndose por el Continente Americano y, a raíz de esto, fenómenos como el surgimiento de un Pequeño Haití, un improvisado campamento instalado en la Plaza Giordano Bruno, de la Colonia Juárez.
Hasta ese lugar llegaron los haitianos expulsados originalmente de su país por la pobreza; algunos de ellos llegaron ya al norte, pero fueron retachados desde allá ante las nuevas normas migratorias que les exigen estancia reglamentada en México para tener una esperanza de ser admitidos en suelo estadunidense.
La Plaza Giordano está a un par de cuadras de la COMAR y de la banqueta frente a la Comisión en la que se quedaban originalmente los migrantes a pasar la noche. A raíz de que Crónica publicó algo al respecto, las autoridades migratorias, con apoyo policial, impiden está pernoctación frente a sus oficinas.
En su búsqueda de lugar de acampada, los haitianos fueron seguidos por unos pocos de migrantes de otras nacionalidades hasta la pequeña Haití que está siendo construida básicamente con cartón.
Este lunes las fichas de atención han sido pocas y unas 150 personas se han puesto a esperar la noche y las lloviznas cobijados por lo que han podido cargar de mantas y los cartones que han logrado acopiar, aunque hay quien si llegó con casa de campaña. Una vez más, como en Europa, como en las fronteras de Venezuela, lo más doloroso es ver a los niños tratando de pasar el tiempo en un tránsito forzado de días y días. Una pequeña de unos 10 años ha aprovechado la abundancia de cartón para hacerse una pista de baile en la que lanza windmills impecables.
Un círculo juego a pasarse un balón guiados por un muchacho, aparentemente centroamericano, que revela secretos del buen golpeo a niños y niñas que en lo tocante al futbol son parte de la Concacaf.
Desde enero, la COMAR se comprometió a atender 300 casos al día, pero los migrantes insisten que dependiendo el día, solamente es capaz de pasar a 60, 80 o en ocasiones notables a unos 120 migrantes. Este lunes ha sido malo y la pequeña Haití se ha nutrido sobre todo de familias que esperan ser atendidas en los próximos días.
La migración en familia ha abierto un reto nuevo para los solteros, señala Joshep a mitad de la Pequeña Haití, las autoridades dan prioridad a quienes traen niños consigo y eso agota las escasas fichas de atención.
“No soy un criminal, ¿por qué no me dan oportunidad? Me dicen que esto puede tardar mucho”. No fue elegido para la atención oficial de este martes, pues “sólo familias”, es lo que señala que le han dicho.
En la Pequeña Haití diferentes migrantes refieren de los esfuerzos de los policías que vigilan las filas ante COMAR por aprender otros idiomas: piden monedas para agilizar el paso. Esta historia aparece una y otra vez, en tanto las autoridades niegan que suceda o que sea algo tolerado.
Los haitianos son un grupo que se ha tornado experto en la migración, así que muchas veces saben moverse mejor que los taiwaneses, los ciudadanos de países del medio oriente y los afganos que empiezan a ser frecuentes en las filas de solicitud de estancia humanitaria. Estas nuevas nacionalidades son cada vez más frecuentes, pero no pueden compararse en número con los provenientes de Haití que han vagabundado por Brasil (construyendo estadios en su momento) y Centroamérica, la como frontera débil que les permite el tránsito hacia México.
Ahora han llegado a la colonia Juárez donde en la que tiene su sede la Comisión que les puede dar un papel pactado por los tres amigos (AMLO-Biden-Trudeau) como indispensable que para que el gobierno de los Estados Unidos de esperanzas de ingreso a su territorio.