Hace muchos años Abel Quezada me invitó a una conferencia suya. Lo habían convocado los Rotarios a una comida importante. Era su orador huésped. Manteles largos, caras sonrientes.

Abel criticó, siendo él mismo un exitoso empresario, a los pusilánimes hombres mexicanos de negocios. “Negocitos”, decía con sorna. Y les dijo: si ahora mismo cualquiera de ustedes me propone invertir en un negocio viable, rentable, inteligente; lo hago con gusto. Le meto dinero a un proyecto.

Nadie hizo alguna oferta.

Entonces les contó un chiste. Abel era tan jocoso cuando hablaba como cuando escribía y dibujaba sus inmortales cartones.

“Un día, les dijo, un gringo y un  mexicano estaban presumiendo las cualidades de los jóvenes de cada uno de sus países, como ejemplo de por qué una nación es rica y poderosa y la otra pobre y atrasada. El mexicano no se dejaban ganar la pelea. Decidieron hacer una simple competencia.  El gringo puso un ejemplo y llamó a Tom. Se presentó un joven de jeans y tenis. Pecoso, flacucho.

— Tom, veme a comprar unos cigarrillos Lucky Strike a la tienda. Lo más rápido que puedas.

–¡Yes man!, dijo el adolescente.

EL gringo imaginó: ahora ya se fue por la escalera para no esperar el elevador, ya llegó a la calle, ya va rumbo a la tienda, ya pidió los cigarrillos, ya los pagó, ya tiene el cambio, viene de regreso, está en el corredor; acaba de regresar.

Tom tocó a la puerta y devolvió las monedas y entregó los cigarrillos.

–Gracias, dijo el americano.

El mexicano replicó, eso es sencillo. Mira cómo Juan lo hace más rápido.

–Juan, vete por unos Delicados. De volada.

Y el mexicano repitió el imaginario recorrido, las escaleras la banqueta, la tienda, el dependiente, el cambio, los cigarrillos y la inmediata llegada de Juan.

Tocó a la puerta.

–¿Ya?

–Si, jefe pero es que, bueno, se me perdió el dinero y la verdad ya luego no me acordaba. ¿Qué me encargó?

Eso les acaba de suceder a los congresistas mexicanos quienes hace ya meses y meses se han olvidado de uno de los pendientes más acuciantes de la vida legislativa nacional y por cuya falla recibieron dos palmetazos en la mesa. El primero del secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos quien los conminó  trabajar en la Ley de Seguridad Interior o como se vaya a llamar, merced a la cual las Fuerzas Armadas dejarán d actuar al filo de la legalidad, con graves riesgos para la institución  castrense, para los militares mismos y en general para el país.

El segundo manazo fue del Presidente Enrique Peña Nieto.

Y lueguito, lueguito se presentaron para preguntar:

–¿Qué me habían encargado?

Hoy llegan los días de las urgencias decembrinas y ya se va en pos de un periodo extraordinario para hacer en poco tiempo aquello para lo cual hubo tantos meses y hasta años, pues ya se sabe, esto se quedó en la congeladora hace casi un sexenio.

Malos tiempos para legislar porque si todo sale con la calidad de la Constitución de la CDMX, más les valdría a los militares quedarse como están.

Lo primero será, casi en el Centenario Constitucional modificar el artículo 129 cuyo texto recluye e loa soldados en sus cuarteles y los inhibe de hacer nada fuera de sus ocupaciones habituales mientras sean tiempos de paz.

–¿Son estos tiempos de paz? Jurídicamente si porque no estamos sometidos ningún “casus belli” así la torpeza de Felipe Calderón haya llamado a este desmadre una guerra contra el narcotráfico.

Pero encontrar una rendija constitucional y luego una legal para ver a los soldados combatiendo en su propio país, es cosa peliaguda.

GUEVARA

Condenable desde cualquier punto de vista la agresión sufrida por Ana Gabriela Guevara en un incidente de tránsito. Cuatro ventajosos varones le tundieron. Por fortuna su vida no corre riesgo.

Como todos sabemos la señora Guevara es senadora. No me pregunte por qué.

Y tampoco me pregunte por qué todos los partidos políticos subieron a la tribuna ayer a “posicionar” su condena; cuando no hacen tal cosa frente a la endémica violencia en lugares como el Estado de México con alertas de género un día si y otro también, por una incontenible ola de salvajismo  contra las mujeres (no senadoras) , dentro y fuera de sus casas.

Claro, no son legisladoras, ni figuras notables del deporte.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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