Nadie sabe quién fue el primer tartamudo en aplicar esta muletilla sin la cual resultaría ahora imposible cualquier noticiario radiofónico.
Por ahora no hablaremos de la TV, pero la recurrencia de esta fórmula, mitad definición, mitad confusión (mental y oral) resulta hoy un elemento indispensable en la presentación informativa.
Desde la cabina un conductor, casi siempre tan confuso y atenido a fórmulas primitivas como los reporteros cuyo enlace telefónico celular con frecuencia se interrumpe por la gracia de una pila baja o un enlace distorsionado en el mundo de la mala telefonía móvil; anuncia, por ejemplo, una manifestación de maestros en las inmediaciones de Los Pinos o el Paseo de la Reforma.
El reportero escucha atento cuanto su pastor dice “al aire” y cuando llega su dorada oportunidad de trascender el éter (como se decía antes), sentencia jactancioso:
–Así es, en efecto, como tú bien dices estamos aquí EN LO QUE ES el Paseo de la Reforma junto A LO QUE ES PRECISAMENTE la Torre Mayor, en esta marcha de maestros de lo QUE ES la Sección 22…
Y sigue con una imprecisa relación de hechos donde todo es “al parecer, supuestamente, según nos han dicho” y demás ligerezas , para darle paso a una entrevista editada para un máximo de diez segundos, donde alguien farfulla y los demás no entienden.
El conductor insiste en preguntar todo cuanto ya le han dicho, ¿dónde dices que estás?, pregunta cómo Núñez de Balboa en la contemplación del Océano Pacífico, a lo cual el reportero, seguro de sí mismo insiste en su ontológica definición
–Estamos aquí en lo que es el Paseo de la Reforma junto a lo que es precisamente la Torre Mayor… Y así hasta el infinito.
Como cualquiera lo advierte el sentido de la frase queda exactamente igual si el LO QUE ES se suprime. Para volver al ejemplo anterior:
–Así es, en efecto, como tú bien dices estamos aquí en el Paseo de la Reforma junto a la Torre Mayor, en esta marcha de maestros de la Sección 22…” No pasó nada y lo que es, es de todos modos.
Pero más allá de esta ociosa tautología en la cual LO QUE ES, ES uno quisiera preguntarse sobre el origen de tan filosófica actitud de la radiofonía mexicana, pues los humanos siempre nos hemos preguntado sobre los misterios del ser.
El Cristo redentor decía, yo soy el que soy, lo cual era de una evidencia palmaria. William Shakespeare se preguntaba junto con el príncipe de Dinamarca sobre el dilema de ser o no ser, cuestión tan profunda como para no resolver su interrogante por los siglos de los siglos.
Pedro Infante nos cantaba yo soy quien soy y no me parezco a “naiden”, lo cual es una muestra muy notable de autoafirmación individual. Cuando Polifemo le preguntó su nombre a Ulises, quien lo cegaría, le dijo “Outis”; nadie, lo cual es la negación si no del ser, si de su identidad.
El ser y el tiempo, leímos cuando vagamente se suponía sencilla la lectura de Martín Heidegger cuyas letras acabaron por congestionar las meninges de más de uno, pero en fin.
–¿Quién les dijo a los reporteros de radio sobre la necesidad de uniformar su tartajoso lenguaje con eso de estar AQUÍ EN LO QUE ES…? No se sabe, como también se ignora quien no les corrige ni les informa sobre otras maneras de hablar, de ampliar el escuálido vocabulario de sus 200 palabras, propio de la desventura educativa de este país cuyo promedio ni supera el quinto año de primaria.
Hace muchos años, cuando comenzaba el auge de la radio hablada, alguien dijo de los locutores: junto a ellos cualquier periodista de prensa medianamente alfabetizado resulta un consumado intelectual.
A fin de cuentas los ágrafos hablan.