Como sucede de tiempos inmemoriales en aquella época de lluvias la planicie de Iztapalapa se inundó.
Si bien los terrenos lacustres tenían en épocas idas la ventaja de sus chinampas y sus cultivos, la anegación de los terrenos, cuando se ha edificado de manera inadecuada en zonas cuya vocación no es el asentamiento humano sino la agricultura resulta ahora absolutamente catastrófica.
Bajo un encabezado de fuego –miente de nuevo el delegado de Iztapalapa—escribí una columna crítica sobre las personas cuyos escasos bienes flotaban entre las aguas negras cerca de la actual unidad Ejército de Oriente.
Al día siguiente recibí una carta del delegado ofendido por mis palabras. De tan airada misiva no recuerdo mucho, sólo se quedará conmigo para siempre el nombre del remitente: Ricardo García Villalobos.
En la carta me invitaba a recorrer con él la zona. Me explicaba y me mostraba las obras. Accedí, lo vi hablar con los vecinos y meterse en el lodazal hasta las rodillas en una labor absolutamente imposible: resolver un problema sin solución.
Después tuve oportunidad de conocerlo más y más. También de sorprenderme más y más y de guardarle un aprecio indeclinable hasta el día de su muerte.
García Villalobos, cuya defunción sus amigos y conocidos temíamos desde hace algunos meses fue un jurista y un hombre de acción. Magistrado, catedrático, profesor, administrador, político y sobre todo un hombre de enormes capacidades emocionales.
Cuando estaba al frente del Tribunal Agrario, se trenzó contra el entonces presidente Vicente Fox, en una disputa por su cargo y lo venció.
Entre risas decía:
–Fox le ganó al PRI, pero no me ganó a mí”.
Su muerte ocurrió pocos días después del cumplimiento de la profecía foxista: el arroz ya se coció y el PRI ha regresado a Los Pinos.
Cuando Carlos Hank González reinstauró las fiestas primaverales en la ciudad de México, Ricardo era –como ya dije–, delegado en Iztapalapa. Como parte de las fiestas se convocó a un concurso de ensayo histórico literario. Los temas eran “La vida en México en el siglo XVII” y “El Templo Mayor”. Se creó un patronato presidido por Dolores Olmedo y se repartieron premios y preseas.
Yo había publicado un libro bajo el sello editorial de la Universidad Autónoma de Sinaloa y le obsequié un ejemplar a García Villalobos. Le gustó y me pidió más.
–Ya no tengo, se acabaron.
–Pues hay que hacer una reedición.
La reedición se hizo y gracias a ello fue posible publicar, no con el patrocinio de la delegación Iztapalapa, sino del peculio personal de Ricardo, la segunda edición de aquello y la primera del ensayo ganador en el certamen convocado por el gobierno.
–Si nos esperamos a que lo publique el Departamento, decía, vas a tener un libro póstumo.
Muchas fueron las historias compartidas y muchos los sabores y los sinsabores.
–El problema de Iztapalapa es ir siempre contra la lógica. Lo que sucede aquí no es lógico y las acciones de gobierno están limitadas. La mejor solución sería trasladar a todas estas personas a otros lugares y dejarle a la zona un carácter de reserva ecológica. Llevarlos a otros lugares a donde se instalen fábricas, escuelas. Pero eso no se puede. Cuando hacemos algo aunque lo hagamos bien, cuando lo terminamos, no importa la rapidez, ya resulta chico, insuficiente.
“Cada mes llegan más y más. Miles y miles. Ese es el verdadero problema de la ciudad de México y especialmente de Iztapalapa”. Descanse en paz Ricardo García Villalobos.
FUENTES
La muerte de Carlos Fuentes le ha dado oportunidad a varios sectores de la burocracia nacional para reaccionar favorablemente a sus intereses. Hoy muchos cargan su cadáver.
La primera reacción de homenaje perdurable fue del gobierno de la ciudad de México. Ponerle su nombre al cascarón del palacio de los Condes de Calimaya (donde vivió y pintó el impresionista Joaquín Clausell). Y lo llamo cascarón por su vacío insoportable. Cuando más el Museo de la Ciudad de México ha servido para recepciones y bodas; alguna exposición de cuando en cuando y cierto actos políticos del propio gobierno.
En ese lugar recibió Cuauhtémoc Cárdenas al Papa Juan Pablo II.
Ahora el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes instituye otro premio a la creación literaria. Y le pone el nombre de Fuentes y lo dota con un cuarto de millón de dólares, lo cual es mucho dinero.
Ya tenemos el Villaurrutia, el Alfonso Reyes el Juan Rulfo (aunque la FIL le cambie de nombre); el de Poesía de Aguascalientes y una bola de galardones municipales, estatales, delegacionales y cuanto se imaginen. Premios por una cosa o por otra.
Lo curioso de este premio es la jugarreta del destino: en su primera edición será entregado –ya lo anunció Consuelo Saizar–, por Felipe Calderón. Y si las cosas siguen por el mismo camino, la próxima vez por Enrique Peña, virtual presidente electo de este país.
–Tiene derecho de no leerme, dijo Fuentes sobre Enrique Peña cuando ´peste lo confundió con (nada menos) Enrique Krauze.
Pues sí, pero ahora va a entregar el premio en su memoria y quien lo reciba zalamero, le dirá: gracias, señor presidente.
Detente viajero, has llegado a la región más sorprendente del aire, podríamos decir en libérrima paráfrasis de Don Alfonso…
IFE
Ahora el “porrismo #132” arremete físicamente contra Leonardo Valdez Zurita, consejero presidente del Instituto Federal Electoral. Van bien los neo demócratas azuzados por el Morena y su patrono.