Indudablemente en algunos momentos el gobierno entrante provoca dudas. No se comprenden fácilmente sus posturas antagónicas, opuestas y hasta excluyentes, las cuales son, sin embargo, pilares de su convicción administrativa y política.

Un ejemplo de esto es la dialéctica de sus posiciones concentradoras para algunos afanes y descentralizadoras para otros fines. Pongamos los casos más visibles:

El proyecto para sacar de la Ciudad de México las secretarías de Estado y algunas empresas públicas, como Petróleos Mexicanos, por caso, contra la centralización de la Comunicación Social en un par de manos.

La idea detrás de aquel proyecto es dispersar geográficamente la abigarrada población del Valle de México, como si se tratara de separar ganado en distintos potreros. Quizá funcionaría en ranchos y haciendas, pero con personas e instituciones es un poco más complejo, aunque se suponga en este afán un detonador para el desarrollo de esos lugares.

Sin embargo no creo en la bonanza de Aguascalientes sólo por la mudanza del INEGI a esa ciudad hace muchos años. El estado creció y se mejoró con inversiones, con el aeropuerto y con la inyección económica de los extranjeros, entre otras cosas.

Pero lo notable, en este caso, es la intención: dispersar, generar una fuerza administrativa centrífuga. Es decir, lanzar todo a la periferia y descongestionar el centro.

Y eso es un proceso muy distinto del aplicado en la Ciudad de México, cuando este mismo hombre gobernaba. Los bandos vedaron el desarrollo periférico y congestionaron las delegaciones del Centro con un grave perjuicio a la infraestructura y una incontrolada densidad de personas y vehículos sobre la misma instalación de zonas unifamiliares.

Pero por otra parte, como dice Rodríguez Araujo, una cosa es la geografía y otra el control administrativo. Todo queda sujeto a una sola voluntad. Veamos:

“…La Secretaría de Marina, para poner el ejemplo aparentemente más obvio, ¿tendría que estar a la orilla del mar? Ahí están los barcos y los marinos, pero no es evidente por qué tendrían que estar también el secretario, los subsecretarios, los jefes de departamento y los trabajadores de base que no tienen ninguna razón para estar cerca del mar; y menos en estos tiempos de teléfonos celulares, internet y muchas otras tecnologías que facilitan la comunicación instantánea.

“Es como si un articulista de un diario tuviera que estar en la misma ciudad donde están las oficinas centrales del periódico en lugar de usar correo electrónico para enviar sus escritos. Lo mismo se puede decir de todas las secretarías del gobierno federal.

“¿Se ha pensado (supongo que sí) el costo de las reuniones de gabinete con los secretarios de gobierno que están (estarían) repartidos en casi todos los estados de la Federación?”

Pero si esa idea tiene una base y una lógica, esta otra tiene una lógica distinta y una base diferente:

“…El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que en su gobierno se concentrará en una sola oficina la política de comunicación social y que se reducirá 50 por ciento el gasto en publicidad gubernamental.

“En las dependencias del gobierno federal, las secretarías, se van a reducir las oficinas de prensa. Se va a reducir a lo mínimo. Poquito, porque es bendito; no habrá duplicidades. No podemos derrochar, se tiene que ahorrar. Por eso vamos a tener la coordinación, dijo ayer en conferencia de prensa.

“Anunció que el coordinador de Comunicación será Jesús Ramírez Cuevas, a quien concedió una deferencia cuando, una vez que posó para una fotografía con los otros seis colaboradores de su círculo cercano en la Presidencia, lo abrazó y dijo:

“Y ahora me voy a tomar la foto nada más con el coordinador de Comunicación Social. Le tengo toda, toda la confianza, es un profesional, una gente honesta, inteligente. Y como mi pecho no es bodega y siempre digo lo que pienso, les comparto que lo conocí porque me lo recomendó Carlos Monsiváis”.

Y más allá de los méritos de Jesús y su amistad con “Monsi”, el caso es complicado. Sin embargo este gobierno sabrá o no cómo resuelve esas complejidades y en su eficiencia hallará las consecuencias.

Lo extraño —insisto— es la convivencia (¿cohabitación?) de esas dos formas de pensar. Por una parte, la dispersión; por la otra la concentración.

¿Los beneficios de una son los perjuicios de la otra?

Nadie lo sabe y ojalá quien lo propone sí lo tenga en la mente y sepa con claridad los motivos y las consecuencias prácticas de su proceder. Porque si todo es la simple imposición de rutinas de campaña, o la firme costumbre de controlarlo todo, todo el tiempo, quizá las cosas se compliquen de manera innecesaria.

Este banco, diría alguien, no tiene gerentes en las sucursales. Todo se resuelve en la oficina matriz.

En términos sencillos, Jesús Ramírez se ha convertido en un secretario de Comunicación Social, si ese ministerio existiera. Tiene grado y galones de alto oficial en este ejército político llamado Morena y su trabajo desde ahora se adivina complicado.

En mi caso personal he visto, y hasta padecido, las divergencias de comunicación entre la coordinación presidencial y la Secretaría de Gobernación. Ahora esas pugnas no se van a presentar, pues Ramírez no podrá pelearse contra el espejo. Sólo queda en duda la operatividad de un esquema simple frente a una realidad compleja.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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