En muchos casos fascinados por algo que aparenta ser inpedito, el populismo ha sido estudiado minuciosamente por académicos y humanistas. Nadia Urbinati es una politóloga italoestadunidense que seinteresó por el populismo como un fenómeno que afronta y transforma la democracia. Aquí un estracto, íntegro, cuyos contenidos sonarán más que conocidos.
«La democracia constitucional se estabilizó en 1945 tras la derrota de las dictaduras de masas; su objetivo era neutralizar los problemas que hoy en día el populismo intenta aprovechar.
Se trata de:
- La resistencia de los ciudadanos democráticos frente a la intermediación política, en particular frente a los partidos políticos organizados y tradicionales;
- La desconfianza de la rnayoría respecto de la vigilancia institucional del poder, que la mayoría obtiene de forma legítima a partir del voto de los ciudadanos; por último,
- La tensión con el pluralisrno o las opiniones y los grupos que no encajan con el significado mayoritario del «pueblo».
Sostendo que la representación es la representación es el terreno en donde se libra la batalla de los populistas sobre estos asuntos. Me parece que el populisrno es la prueba definitiva de las t.ransfonnaciones de la dernocracia representativa.
Procuraré resurnir la teoría que propongo. Mi argurnento consiste en que la democracia populista es el nombre de un nuevo modelo de gobierno representativo que se funda en dos fenórnenos: una relación directa entre el líder y los miembros de la sociedad a los que se considera las personas «correctas» o «buenas», y la autoridad superlativa de su público. Sus objetivos centrales son los «obstáculos» que impiden el desarrollo de estos fenómenos; las entidades que están en medio y pueden opinar, como los partidos políticos, los medios de comunicación consolidados o los sisternas institucionales que monitorean y controlan el poder político.
El resultado de estas acciones positivas y negativas traza la fisonornía del populismo como interpretación de «el pueblo» y «la mayoría», contaminada por una evidente -y entusiasta- politica de la parcialidad. Esta parcialidad fácilmente puede desfigurar el Estado de derecho ( que exige que los funcionarios del gobierno y los ciudadanos se rijan por la ley y actúen en consecuencia), así como la división de poderes, los cuales en conjunto se refieren a los derechos básicos, a los procesos democráticos y a los criterios sobre lo que es justo o correcto. Que estos elementos sean la esencia de la democracia constitucional no implica que por naturaleza sean idénticos a la democracia.
Su relación surge tras un proceso histórico complejo, a veces dramático y siempre conflictivo, que ha sido (y es) temporal, abierto a la transfomación, finito, y que puede revisarse y reestructurarse: el populismo es una forma posible de esta revisión y reestructuración. Los populistas quieren sustituir la democracia partidista con democracia populista; cuando lo consiguen, configuran su mandato mediante el uso incontrolado de los medios y los procedimientos de la democracia partidista. En específico, los populistas fomentan el despliegue pernanente de la gente (el público) para apoyar al líder electo, o modifican la Constitución vigente para reducir las restricciones que tiene la mayoría para tornar decisiones».