Decía el legendario matador de toros “El Guerra” (Rafael Guerra Bejarano): “lo que no se pueé, no se pueé; y ademá ej imposible” .
Y por lo visto gobernar a plenitud en este país, “ej imposible”.
Revisemos así sea someramente cualquier edición reciente de la prensa nacional. Veamos cómo lidian los gobiernos federal o estatales los toros ofrecidos a su habilidad por la veleidosa fortuna.
“Tixtla, Gro., 27 de agosto.- Medio centenar de integrantes de la Policía Comunitaria (PC) irrumpieron (ió) ayer de manera violenta el Ayuntamiento de Tixtla.
“Durante la toma, en un conato de violencia que protagonizaron con un grupo de policías municipales, hirieron de manera leve con un machete al director de esta corporación. Además les quitaron sus rifles de cargo R-15 a tres policías y se llevaron las armas tras desbloquear el acceso del edificio .
«Con esta acción le estamos mandando un mensaje al Gobernador Ángel Aguirre para que cumpla los acuerdos que a través de sus funcionarios establecieron con nosotros en el sentido de que iban a liberar a nuestros compañeros detenidos por el Ejército Mexicano», aseveró el coordinador de este grupo de autodefensa civil, Gonzalo Molina González”.
En esta información se advierten dos elementos de extrema gravedad. Primero, durante años y años se insistió en la capacidad de fuego de los delincuentes frente a la pobreza del armamento de los policías, pero cuando los insurrectos les quitan a los policías fusiles de asalto R-15; uno se pregunta cuál es el sentido de dotarlos de semejante equipo si, primero, no lo saben usar y, segundo, se los pueden quitar como a un niño se le arrebata su paleta “Mimí”.
El otro elemento grave es la evidencia del cuento chino sobre las policías comunitarias cuyo origen es atribuible (en el discurso falaz) a la falta de seguridad pública generada por la negligencia o complicidad de la fuerza pública. No. Mentira. Ya vemos en este caso su verdadero rostro: rescatar a sus compañeros, desafiar a los poderes (pobres poderes) y someter al inepto gobernador guerrerense a uno más de sus caprichos.
Otra información, quizá más significativa guarda relación con el Informe Presidencial.
El rito republicano se desarrollaba con el Ejecutivo presente en la apertura de sesiones del Congreso, el primero de septiembre. Su informe –en teoría— ofrecería a los congresistas un panorama sobre cuyo análisis (glosa, le dicen) se podrían determinar las prioridades legislativas del año.
Pero un día la izquierda decidió expulsar del Palacio Legislativo al presidente de la República. Vicente Fox y Felipe Calderón, comodones y pateando el bote, se hicieron de lado. Ahora Enrique Peña también.
El informe republicano, imposible para un adecuado equilibrio de los poderes, fue sustituido por un “informe social”. El Presidente convida a sus amigos al Palacio Nacional (como en la toma de posesión) y recibe carretadas de aplausos de sus invitados.
Pero ahora ni en el Palacio Nacional cuyas inmediaciones no le pertenecen al Poder Ejecutivo sino al selvático contingente magisterial propietario de la vida urbana desde hace ya demasiado tiempo. Mejor vámonos al Campo Marte, extensa pradera embanderada donde se juega polo; aterrizan helicópteros, se rinden honras fúnebres a los amigos o se leen discursos de aniversario.
El Congreso en el Centro Banamex y el Ejecutivo en el Campo Marte. El poder se hace a un lado; el desafío echa raíces. ¡Lindo, che!, diría Gardel.
Obviamente nos topamos con una explicación ñoña: la prudencia como norma suprema de la vida republicana. Y está bien el cultivo de tan cardinal virtud (justicia, fortaleza y templanza son las demás) pero en la política llevada a su más alta expresión (la encarnación de la soberanía popular) debería sobresalir algo más virtuoso: el ejercicio pleno y justo del mando, del poder legítimo, invulnerable (en teoría) al chantaje o el menosprecio.
Pero este caso es notable por dos razones. La primera por el voluntario desplazamiento del escenario del poder, y la segunda por la fugacidad de su recuperación.
Al principio de este gobierno la propaganda dijo: el Presidente ha regresado al Palacio Nacional, pues ahí desarrollaba muchas de sus actividades, en contraste con el confinamiento panista en Los Pinos. Pero antes de un año desistió de ejercer sus funciones en el emblemático edificio, en especial esta hora de tan alto simbolismo.
La sede de todo, la cifra y la suma de nuestra historia. “Tu imagen, el Palacio Nacional, con tu misma grandeza y con tu igual estatura de niño y de dedal…”, decía López Velarde. Niño y dedal. Pequeñeces, pues.
Y para acabar algo feliz: las fuerzas armadas se alegran con un juego de futbol entre los verdes (cuando no les secuestran la tropa en Guerrero) y los blancos (cuando no les matan algún vicealmirante en Michoacán): los de la Sedena contra los de la Semar.
Partidazo en el Estadio Azul.
El general Cienfuegos y el almirante Soberón hacen “la ola” (¿ventaja para los marinos?) y al final todo son abrazos y gozo, especialmente ahora cuando el Turibús ya recorre zonas de importancia castrense, como el Museo del Ejército, asunto, como se ve, de extrema importancia nacional.
COAHUILA
Pero no todo es llanto. Rubén Moreira, gobernador de Coahuila anda contento.
Rob Sands, presidente de Constellation Brand, (compradora del Grupo Modelo) le ha informado sobre la ampliación de sus instalaciones en el municipio de Nava, donde se invertirán 600 millones de dólares para duplicar la producción.
En un trienio (un suspiro) Constellation Brand, habrá creado más de mil 200 empleos directos, para operar la cervecera de preferencia con trabajadores coahuilenses altamente capacitados.
¡Salud!