Verdaderamente, es una osadía intelectual reducir las circunstancias juarenses a una simple “idea” compartida. ¿Es una idea o un diagnóstico, una evidencia o una presunción? Si la perspicacia fuera el antecedente necesario de la eficacia, ya podemos llenarnos todos de alborozo esperanzado en relación con las macabras circunstancias de Ciudad Juárez.
El presidente Felipe Calderón, quien va y viene del antiguo Paso del Norte con un discurso reiterativo y repetitivo, nos ha dicho con toda certeza:
“…Evidentemente, comparto con ustedes la idea de que las cosas en Juárez están delicadas y, efectivamente, han ocurrido acontecimientos desde mi última visita que han, todavía, con sobrada razón, encendido aún más las preocupaciones de propios y extraños de la situación de Juárez”.
Verdaderamente, es una osadía intelectual reducir las circunstancias juarenses a una simple “idea” compartida. ¿Es una idea o un diagnóstico, una evidencia o una presunción?
¿Y cuáles son los acontecimientos cuya irrupción ha encendido aun más las preocupaciones de propios (mexicanos) y extraños (estadunidenses)?
“Primero fue la muerte, el asesinato absurdo, totalmente irracional, de los muchachos en Salvárcar, la muerte de esta mamá en un campo de juego, recientemente; incluso, el asesinato de tres personas vinculadas al consulado americano. Yo creo, es evidente, señores, que tenemos un problema serio, por eso estamos aquí, y por eso seguiremos estando aquí, por eso no vamos a dejar a Juárez hasta que arreglemos el problema.
“Pero también es importante el poder contar, entre nosotros, con la información que nos diga, efectivamente, por dónde vamos”.
En estos elementos discursivos del mandatario mexicano, cuya genuina preocupación es un elemento, pero sólo un elemento en juego y no una solución en sí mismo, ni siquiera un atisbo de remedio se regresa a la eterna discusión entre la sociedad y el gobierno: las percepciones contra las estadísticas, las interpretaciones contra las congojas cotidianas.
Quizá por eso el oportunista ex presidente Carlos Salinas le manda un mensaje de aliento a Felipe Calderón, cuya intención profunda de inmediato se ve anulada por la jefa de la seguridad interna de Estados Unidos. Veamos.
Dice Carlos Salinas, mientras mira la Fuente de Cibeles, sobre la valiente decisión del presidente de México de enfrentarse a la delincuencia organizada. En este tenor nadie censura la decisión, pero todo mundo duda de los resultados. Pero, en fin, la diplomacia en las cimas del poder se conforma con esas palmadas en la espalda. Y también en el viejo rollo de la doble responsabilidad, atribuye la generalización de la violencia al bloqueo de las rutas caribeñas de transporte de drogas al mayor consumidor del mundo.
Pero eso no persuade a la señora Janet Napolitano, cuya dureza deja quieta a cualquier “dama de hierro”; sentencia sin piedad en medio del velorio de sus empleados consulares:
“La secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, rechazó (MSNBC) la solicitud del gobernador de Texas de enviar tropas a la frontera con México, y consideró que el traslado de militares mexicanos que ordenó el presidente Felipe Calderón a Ciudad Juárez, Chihuahua, ‘no ha ayudado’ a resolver la ola de violencia.
“Mientras, el estado de Texas activó hoy un plan secreto de contingencia contra el desbordamiento de la violencia del otro lado de la frontera. La Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) aún cuestiona si los asesinatos del sábado pasado en Ciudad Juárez no fueron resultado de un caso de identidad equivocada.
“Napolitano afirmó que la zona fronteriza ‘necesita ser una zona segura. Por ahora no lo es y necesitamos trabajar con México para volverla así’”.
Vistas así las cosas, el tema juarense tiene ahora nuevos componentes. El primero, la formal binacionalización del conflicto; el segundo, la descalificación internacional de las instituciones mexicanas por omisas e ineficaces; el tercero, la burocratización de la respuesta a través de “reuniones de trabajo” masivas y sin consecuencias inmediatas en medio de un montaje de propaganda similar al plan para “Vivir Mejor”.
Como un cuarto punto notable en este caso se podría analizar la incorporación del embajador Carlos Pascual a la comitiva presidencial, no se sabe si en calidad de invitado, supervisor, jefe de control de calidad o “testigo de honor”.
También se podría bordar en el vacío de las definiciones sobre el papel de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la legalidad de su presencia en este país, sobre todo a la luz del mandato constitucional (artículo 21) cuyo texto otorga al Ministerio Público el monopolio en la investigación de los delitos.
SINALOA
Interesante el desplegado de 22 notables ciudadanos sinaloeneses (Ley, Berdegué, Coppel, Toledo, Cadena, Habermann y otros apellidos conocidos) en favor de Jesús Vizcarra Calderón, a quien le reconocen sus méritos políticos y sociales, y cuyo conjunto de cualidades Sinaloa “merece y necesita”. Mientras tanto, en el PAN ya no saben cómo meter a Malova (para luego batearlo) en un proceso tan inicuo como él mismo calificó a la desdeñada selección priista. Quizá quede como el perro sin las dos tortas o como bateador con “la carabina al hombro”.