Inolvidable, por muchas razones, el gran Jorge “Sonny” Alarcón. Con mucho el cronista deportivo mayor de México al menos en la segunda mitad del siglo pasado. 

Si él estuviera ahora narrando con  su estilo la pelea política sexenal, en su segundo “round”, nos estaría diciendo cómo sin armarse el triquitraca propio de los fajadores en una esquina, trenzados en un  intercambio de golpes, sin tregua,  estamos viendo, sin duda, de cual cuero salen más correas. 

Si “Sonny” debiera relatar una mañanera nos daría quizá la más exacta de las descripciones. 

Las conferencias de prensa en el salón de la Tesorería del Palacio Nacional son –a un tiempo– catequesis, propaganda, ejercicio de remembranzas históricas, anecdotario, pasarela de burócratas, ventanilla de informes sobre los precios de gasolinas y también reporte del avance de obras sin avanzar. 

Todo eso son, pero últimamente parece habérseles abierto una ventanilla más: oficina de Cobranzas.

Todo mundo debe pagar las ofensas hechas o proferidas alguna vez o aun imaginadas contra el actual presidente de la República quien insiste una y otra vez en la intensidad de los ataques en su contra y a ellos responde – “hecho un jabato”–, como diría el cronista aludido.

Jabato es, como todos sabemos, el cachorro del jabalí. 

No se de dónde venga ese zoológico comparativo con el hombre valiente y osado a quien se le llama de ese modo, pero como nunca en mi vida he visto un jabalí, ni siquiera una jabalina (excepto en el plato de asado de un político hidalguense cuyo nombre omito), confieso  mi ignorancia sobre la fiereza o mansedumbre de dicho animal tan salvaje y colmilludo. 

Pero si se le dice así a la determinación con la cual alguien defiende sus argumentos o sus actitudes, pues sí, el señor presidente es a veces un gran jabalí en abierta pelea. 

 Muchas veces lo hemos escuchado decir, no me voy a dejar, no estoy yo aquí de florero, tengo derecho de expresión, de réplica y de plantear mis convicciones; no traicionaré mi ideario ni mis convicciones, ni mi conciencia. Todos lo hemos visto tirar el uno, dos, el jab y el “counter”, el “upper” y demás golpes hasta consagrar el magnífico gancho al hígado de los conservadores.

Y esa conducta se ha instalado ahora en el plano electoral con la misma intensidad de cuando él mismo estaba en las papeletas.

Hoy no  es  candidato a nada –al menos formalmente–, pero sigue atento y crítico a todo cuanto ocurre en torno del inminente proceso cuyo interés parece ocupar la mayor parte de su tiempo.

Esta actitud de “institucionalización de la pendencia”, reflejada quizá como en ningún otro momento en el video mensaje del fin de semana desde casa de la Chingada (esto quiere decir muy lejos, pero también es el nombre de su finca, hacienda, rancho, solar, pago, estancia, casa de campo o cómo sea esa propiedad), ha sido en digno del “arte de fistiana”.

El Presidente resuelve, a destiempo o anacrónicamente, como se quiera, viejas cuentas pendientes. Y quien más paga los réditos de ese tiempo es Felipe Calderón. Muchos dirán, se lo merece. Otros quizá opinen lo contrario. 

En aquel año de 2006 siempre dije y publiqué: una ventaja del 0.5 por ciento no es una ventaja confiable; debe hacerse un recuento porque el pueblo tiene derecho a la certeza. También dije del penalti de Holanda, si era falta. Pero en ambos casos, nadie me hizo caso.

Hoy la furia acumulada o el rencor o como se llame esa extraña forma de la memoria cuya tenacidad no suelta el alma, mueve con frecuencia al Señor Presidente. 

Cuando en los Estados Unidos detuvieron a Genaro García Luna por todo lo ya sabido, yo escribí: se ha acabado la crítica contra el Presidente López Obrador. 

Cada y cuando alguien le diga algo, especialmente en materia de inseguridad, ya tiene un argumento imbatible: sí, pero en el pasado el gobierno estaba infiltrado por el narcotráfico hasta la cima. Y esa discusión nadie se la podrá ganar, ni siquiera si GGL resituara absuelto y saliera del talego limpio como una patena.

Ni así. 

Ahora el INE y mañana el Tribunal Electoral, le darán al Presidente un extendido argumento imbatible.  Al negarle registro a su partido, el SP podrá repetir:  hasta en eso hizo trampa. 

Y nadie puede censurar la política actual. Quien lo haga corre otro riesgo: no está criticando el presente, está defendiendo el pasado. 

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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