berlusconi

Quizá no sea políticamente correcto, pero cuando veo sucesos como el “hocicazo” en perjuicio de Silvio Berlusconi o el zapatazo contra George W. Bush me alegro. Y no por los agredidos, sino por los agresores. Me parecen indispensables en un mundo de impunidad en el cual a los políticos nunca les sucede nada.

También me dio gusto cuando le dieron un corcholatazo, piedrazo o monedazo a Luis Echeverría en la escuela de medicina de la UNAM a donde se había ido a meter como parte de una demagógica reivindicación con los estudiantes agraviados desde el 68.

Me encantó la cara de estúpido desconcierto sembrada junto con las manchas de sangre en la cara de Berlusconi, quien nunca la ha tenido para otra cosa y es un canalla derechista experto en transas, trácalas y frivolidades, prófugo de los tribunales y corruptor de la vida italiana. Junto a todas esas linduras le ha salido barato acabar como el caballo blanco.

Viven rodeados en costosos equipos de seguridad, cierran las calles cuando se les viene la gana; humillan a los ciudadanos, empujan y patean a sus guardaespaldas, tienen a su servicio legiones de vigilantes, soplones y sicarios y cuando alguien –loco o sano– les mete una figura de bronce por los molares, el mundo se enciende en las llamas del escándalo por la barbarie.

También me dio gusto cuando le estamparon una tarta de manzana en plena jeta al canciller alemán Helmut Kohl, aun cuando ahí había una especie de venganza por mano ajena.

Kohl siempre me cayó mal, especialmente cuando sentí su zapato del 12 sobre mi pie del seis y medio en el congestionamiento de un elevador en Bonn.

Me cuentan de un señor llamado Noël Godin, quien ha llevado esto de los ataques incruentos (nada en relación con el ataque verdaderamente peligroso contra Berlusconi) a la categoría del arte mayor: les ha llenado de merengue y betún los belfos a Bill Gates, a Milton Friedman, el Premio Nobel patriarca de los economistas del neoliberalismo; al ex primer ministro Jean Chretienne y a un obispo de la ciudad de Nantes cuyo nombre ahora he olvidado.

El señor Godin ha creado el terrorismo incruento, pero el caso de Il Cavalieri es distinto: no fue un jocoso extremo del irrespeto, fue una agresión física brutal cuya naturaleza por mucho gusto como le cause a alguien (como a mí) no deja de ser un delito punible.

Si al agresor –Massimo Tartaglia, quien como sucede en estos casos ya fue diagnosticado orate– se le juzgara con el código mexicano, no tendría consecuencias graves, pues esas lesiones tardan (como se puede ver a simple vista) menos de 15 días en sanar y no ponen la vida en peligro.

El problema con estas expresiones de agresividad política es su riesgo precursor de magnicidios u homicidios de famosos, lo cual se parece, pero no es lo mismo. Por esa razón yo preferiría estar en los zapatos del golpeador y no en los del jefe de seguridad de Berlusconi, cuyo nombre no ha sido revelado por los despachos informativos referentes a esta espinosa y contundente cuestión.

“Es una consecuencia de su forma de gobernar”, ha dicho la oposición sobre el incidente contra este caballero, a quien los tribunales persiguen desde hace años.

YouTube registró 25 mil mensajes de alegría (ninguno mío, conste) en los minutos posteriores a la divulgación del ataque a Berlusconi, cuyo ministro del Interior ya piensa bloquear a los cibernautas, según le dijo en su momento Jorge Gutiérrez desde Roma a los radioescuchas del programa de Jacobo Zabludovsky.

Pero hay voces más sensatas.

El ministro de defensa de Italia, Ignazio La Russa, al conocer los hechos, dijo:

“Cuando se hacen manifestaciones, no contra un partido, sino contra una persona, y se incita al odio, éste es el resultado (…) Estamos al borde del abismo (…) cuando se permite que se odie y se criminalice a una persona; pasar de las palabras a los hechos supone un paso muy corto”. Y el presidente de la república, Giorgio Napolitano, llamó a que “cada conflicto político e institucional encuentre respuesta dentro de los límites de la responsabilidad para prevenir todo impulso en esta espiral de violencia”.

REELECCIÓN

Presenta el Presidente las iniciativas originalmente esbozadas por el senador Manlio Fabio Beltrones en torno de los incipientes detalles de una real y completa reforma del Estado. Se inician las cosas con la reelección de los diputados, los alcaldes y los jefes delegacionales, como, por ejemplo, Clara Brugada.

No deja de ser una esencial paradoja, pero precisamente en el Centenario de una revolución cuyo germen fue precisamente combatir el principio reeleccionista nos venimos a dar cuenta de la necesidad de un aggiornamento en ese sentido.

Y en cuanto a la segunda vuelta hasta lograr la mayoría en elecciones presidenciales, no haría sino duplicar el costo del proceso. Y es otra paradoja, quien no quiso un segundo recuento propone una segunda vuelta. Lo analizaremos todo más adelante.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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