Todos los gobiernos funcionan mediante un método: el gobernante mete la mano en la bolsa del ciudadano. Lo exacciona, lo conmina o le impone (por eso se llaman impuestos) la obligación de contribuir a los gastos de la administración, la obra pública o la dotación de servicios. Con la ley en la mano. La ley de Herodes.

Y en todos los gobiernos sucede lo mismo, el dinero jamás es suficiente. Por eso se recurre a los créditos o a las medidas de excepción y en los países militaristas, a los bonos de guerra, entre otras cosas. En México se emiten bonos de deuda.

Así ha sido siempre. Aunque se caliente alguien: todos son iguales aunque en ocasiones esa igualdad se empeore.

Leo un episodio de la biografía del general Vicente Riva Palacio en pleno juarismo:

“…Era tan crítica la situación económica de la administración, que el Congreso debió autorizar al Ejecutivo la imposición de un préstamo a la población hasta por la cantidad de un millón de pesos que exigía la guerra.

“Yo mismo quedé incluido en la lista de ciudadanos obligados a colaborar con un préstamo –a pesar de haberme opuesto en la Cámara–, y a querer o no debí contribuir con mil doscientos pesos que fue la cantidad que me asignaron…”

Todos conocemos la historia de Napoleón cuando volvió para su periodo de los “Cien días”. En una aldea camino a París su escolta conminó a una mujer viuda y sola, la cual había perdido dos hijos en la guerra, a entregar un caballo a Napoleón. La mujer lo insultó y lo culpó de la muerte de sus hijos. Monstruo, le dijo.

Napoleón, sin perder la soberbia imperial (él también era soberbio) le reclamó a la mujer:

–”¿Le has dado dos hijos a Francia y ahora le niegas un caballo al Emperador?” Montó y se marchó.

En ese sentido el encaje es una tradición del poder. Y una resignación para los gobernados.

Cuando el mundo se acomodaba de otra manera y era necesario alzar ejércitos en poco tiempo, sin soldados, sin entrenamiento, la carne para el cañón se conseguía con la leva.

Hoy la política, urgida de dinero, especialmente cuando se plantea  un gobierno cuyo gasto es simultáneamente promoción electoral mediante programas con disfraz social (pensiones, becas, dádivas, salarios ficticios y demás), y gasto corriente y dispendio caprichoso, se recurre a cualquier subterfugio para exprimir hasta a las piedras.

El más reciente caso es la rifa del chipilín, a la cual acudieron presurosos y hasta orgullosos, algunos rastacueros de la oligarquía para presumir el sobrante de mil quinientos millones de pesos y donárselo sin chistar al presidente cuya prioridad son los pobres.

Todo como antes, idéntico en lo esencial, fiel en la igualdad,  aun cuando en el extremo del vasallaje conveniente, Carlos Salazar Lomelí, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, de la mano con Alfonso Romo, mayordomo en el gabinete, nos regale esta joya de la lambisconería:

“El presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Carlos Salazar Lomelín reveló que las reuniones entre empresarios y el Presidente, donde se pide dinero, no son nuevas pero antes se realizaban «en lo oscurito» (luego entonces el pecado no se comete si se enciende la luz).

“El líder empresarial señaló que lo positivo de la cena con López Obrador, donde se invitó a los empresarios a participar en la rifa del avión presidencial, fue que se hizo pública.

«Celebro que lo hayan hecho a la luz del día (no fue de día, fue de noche), que todo mundo este enterado. Estas reuniones ya se habían hecho en el pasado, y siempre en lo oscurito y se les pedía dinero a algunos. Aquí fue abierto. El que quiso lo hizo y el que no quiso no lo hizo», subrayó.

Además, Salazar Lomelín recalcó que no sintió que le pasarán la «charola» para cooperar.

«A mí no me pasaron ninguna charola. Yo no sentí que me pasaron alguna charola», enfatizó (le pasaron otra cosa).

“El líder empresarial dejó claro que la invitación que se hizo desde la Presidencia fue de manera personal, no para los organismos empresariales. Finalmente, el líder adelantó que sí comprará boletos para la rifa para sacarse los 20 millones de pesos”.

En los tiempos relatados por Vicente Riva Palacio todo se disimulaba con una ley de prestamos. Una guerra patriótica había quebrado al país. Gran pretexto o enorme motivo.

Hoy se dice: “cáitecadáver…”

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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