Puede ser una paradoja, pero la más exitosa operación naval de la historia (“Marinero en tierra” habría dicho Alberti), de Pedro Baranda hasta estos días, ha probado lo riesgoso de recurrir permanentemente a las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico y en general a la delincuencia organizada.
Su éxito es al mismo tiempo motivo de escándalo. Y todo por una razón muy simple: el entrenamiento militar, castrense o naval no tiene sino una finalidad: exterminar.
Matar. Matar al enemigo para decirlo con todas sus letras.
No están las Fuerzas Armadas convocadas por su Jefe Supremo al abierto belicismo para prevenir, detener o corregir. Están para arrasar y ya se ha visto su notoria y precisa eficacia en los hechos de Morelos en la semana anterior.
Pero una cosa es convertir calles, avenidas y colonias de cualquier ciudad del país en el campo de un combate abierto donde los muros recuerdan las cacarizas imágenes de Bagdad cuando los americanos llegaron por Sadam y perforaron hasta el viento de la tarde, y otra enteramente distinta desarrollar una política de Estado para evitar el consumo de drogas y encarcelar a quien las produzca o distribuya.
Quizá no haya quedado más remedio, pero transitar todo el tiempo en el borde de la constitucionalidad civil y la excepción militar no declarada, tiene sus riesgos.
Uno de ellos fue precisamente derivado de estas acciones cuya contundencia es realmente asombrosa (no se sabe si a la larga asombrosamente eficaz, ya lo veremos) y se refiere a las repugnantes fotografías fantasmal y “clandestinamente” distribuidas a la prensa el jueves por la noche para injuriosas adornar las primeras planas del viernes de algunos diarios.
“Filtraciones infamantes y perniciosas”, les dijo por televisión el contrito secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont a esas gráficas, “realmente fuera” de la “política de comunicación social del gobierno”, la cual es uno más de los misterios de la vida y en pos de cuya definición muchos periodistas hemos insistido.
–¿Cuál es si no es esa; la política de comunicación del gobierno? No lo sabemos más allá de los hueros enunciados y eternos lugares comunes de siempre.
Las fotografías donde Beltrán Leyva aparece con un brazo cercenado y puesto ahí nomás como rota figurita del nacimiento; ensangrentado y cubierto de billetes de distintas denominaciones; con objetos religiosos y los pantalones en los tobillos (seguramente para evitar su carrera post mortem) no fueron tomadas por el personal de la Secretaría de Marina Armada, según afirmó Gómez Mont quien le ha pedido al sospechoso gobierno de Morelos (¿dónde estás gobernador Adame?) una investigación conjunta para determinar quién lo hizo, porque ¿sabe, señora?, yo no rompí el florero, asíyastaba, dijo la mucama.
Pues si no fueron los marinos y dejaron entrar a alguien al lugar de la batalla para armar ese montaje en el mejor estilo de las producciones televisivas de otras dependencias (¿dónde estás Florence Cassez?), lucidos y en evidencia quedan los imprudentes nautas. Y eso demuestra una vez más su impreparación en el manejo de situaciones civiles.
Si fueron ellos; malos. Si dejaron a otros hacer, peor.
Como si fueran los compadres de Hugo Stiglitz, el mercenario de Tarantino, con las cabelleras de sus víctimas nazis en la foto del recuerdo, otros “bastardos sin gloria” se metieron a vejar el cadáver, así como en su tiempo (abril de 1997) hizo Alberto Fujimori quien pateaba en macabro paseo a los senderistas muertos en el rescate de la embajada japonesa en Lima en aquellos sus remotos días de gloria.
Hoy la pregunta sigue siendo la misma de hace años.
Después de la desaparición de un jefe, el máximo de todos ellos en esa organización criminal, ¿se acabará el delito? ¿Han servido para algo las capturas, extradiciones o muertes de Rafael Caro Quintero, Miguel Félix Gallardo, Juan García Ábrego; Amado Carrillo y tantos y tantos más en los últimos años? Al parecer no.
Una cosa es acabar con la industria estadunidense del narcotráfico y otra la captura de sus cabezas.
No hablemos de la hidra mitológica, hablemos de los 500 mil mexicanos dedicados a esas actividades cuya contratación por parte de los cárteles se facilita en la medida de la crisis económica y la degradación moral de la sociedad.
Quizás así comprendamos mejor.
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Obtienen los políticos mexicanos, cada quien a su manera y en su escala, beneficios de imagen derivados de la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático, así la cumbre misma no se haya elevado más arriba de un otero insignificante.
Marcelo Ebrard se ve ungido como presidente del Consejo Mundial de Alcaldes sobre Cambio Climático, la asociación internacional paralela a la Conferencia Mundial sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, conocida como COP 15 y lleva el agua para su molino:
“Cuando los más de mil alcaldes presentes aquí en Copenhague regresen a sus ciudades la próxima semana, estaremos (sic) decepcionados de que el acuerdo no se pudo concluir, pero seguiremos comprometidos a proveer el liderazgo continuo, necesario, para enfrentar los retos del cambio climático desde nuestras propias comunidades.”
Sin embargo Felipe Calderón, presidente de la república, quien luce ufano el dudoso privilegio de haberse comprometido para realizar aquí la décimo sexta edición de la inútil conferencia climática en el bicentenario año del 2010, dice satisfecho después de haber logrado el reconocimiento internacional por su iniciativa del “Fondo verde”:
“Sé, señoras y señores, que este acuerdo está lejos de ser lo que muchos esperaban y lo que el mundo necesita… sin embargo, los avances logrados deben servir como base para un acuerdo futuro, que nos permitirá alcanzar las metas de reducción de emisiones que la comunidad científica, nos asegura, son necesarias para la viabilidad del planeta…
“… Yo estoy convencido de que los seres humanos tenemos la capacidad de tomar decisiones difíciles, que son absolutamente necesarias.
“También considero que, como gobiernos, tenemos que aprender las lecciones que nos deja la experiencia de Copenhague esta semana… a nombre de los mexicanos, asumiremos esta responsabilidad con orgullo y con un enorme compromiso.
“Los avances logrados aquí, en los que Dinamarca y su Gobierno pusieron tanto empeño, deberán ser profundizados y continuados en los meses por venir para asegurar el éxito de la COP16 (en México) y que ahí podamos acordar un instrumento jurídicamente vinculante”.
Total, si ya salvamos a la humanidad cuando la pandemia del AH1N1, también le podemos resolver su calentamiento global.
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La reforma del Estado propuesta por el presidente Calderón –por otra parte y en temas locales– tiene un elemento altamente sofisticado (en el sentido del sofisma): la segunda vuelta en las elecciones presidenciales.
Como se sabe una doble ronda de votaciones tiene únicamente una finalidad: lograr una mayoría suficiente para no dejar dudas sobre la legitimidad de quien ha vencido en el proceso y al mismo tiempo garantizar la gobernabilidad en los sistemas parlamentarios. En el caso mexicano no sucede así.
La verdadera reforma sería pasar a otro régimen: no el del “hiper presidencialismo” disfrazado.
Uno de los análisis más serios en esta materia (se advierte la mano de Diego Valadez) fue hecho por el Instituto de Investigaciones Jurídicas por invitación del Senado de la República. En el documento final de esa prestigiada institución, se dice:
“El IIJUNAM opina que no es conveniente establecer el sistema de segunda vuelta electoral para la elección del Presidente de la República por las siguientes razones: puede promover el híper presidencialismo, que precisamente se trata de superar con el proceso de reforma del Estado; promueve el oportunismo electoral de los partidos políticos al producir incentivos para la formación de coaliciones electorales sin un mínimo de coherencia ideológica; es además un sistema electoral más caro para los contribuyentes por el hecho que estos tienen que sufragar una segunda elección, por último una segunda vuelta electoral no construye mayorías de gobierno sino a las más efímeras coaliciones electorales…” .
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Pero si a la ya dicha cumbre todos acudieron aun cuando ninguno logró la cima ni la altura de la gloria, el gobernador del estado de México Enrique Peña Nieto (quien en torno del cambio climático urgió a soluciones inmediatas) se fue a la ciudad de las siete colinas y en una de ellas, la Vaticana, parlamentó con Tarsicio Bertone, el poderoso secretario del estado Vaticano y fue recibido por el todavía mas poderoso Papa Benito XVI líder de más de mil millones de católicos.
Y frente a él le hizo un regalo a la sensibilidad de sus muchísimas electoras potenciales derretidas por la escena. Anunció su compromiso matrimonial con Angélica Rivera y con ese simple hecho se montó en la cresta de una popularidad contra la cual “no prevalecerán las puertas del infierno”.
Y Benito los bendijo.