Ya se había dicho algo en espera de una diplomática fiesta de julio en la inminencia de un aniversario más del asalto a La Bastilla, una cárcel, a fin de cuentas, pero era necesario hablar ya en el lugar de la realidad hiriente de lo ocurrido en otra cárcel, en ese envejecido y a todas luces decadente (en todos sentidos) penal de “alta seguridad” llamado La Palma, Almoloya El Altiplano o la coladera, como se quiera.

Y en ese tenor, empujado por un sentimiento de frustración aunado a la imperdonable circunstancia previa de impedir una fuga con palabras seguras y precisas, lo cual a la larga no fue posible, pero el Presidente de la República enfrenta la situación y nos dice claramente a todos, hasta al evadido: solo la recaptura resolverá lo ocurrido. Apenas. Palabras más, palabras menos. Revisemos.

“Ante empresarios, luego de reunirse con su gabinete de seguridad, expuso (EPN) que le ordenó a la Procuraduría General de la República (PGR) una investigación a fondo para realmente determinar dónde hubo complicidades, de quienes y que sean sancionados.

“Eso ha sido un hecho (Excélsior) que ha indignado, que marca frustración, que ha marcado enojo y que, como Presidente y como ciudadano, también tengo afrenta de lo que ha ocurrido.

“Aseguró que quienes hayan incurrido en algún acto de complicidad en el escape serán castigados con el peso de la ley. “El gobierno tiene la determinación para lograr su captura”, insistió.

Pero nadie ha querido advertirlo más allá de la promesa de recaptura.

“El chapo” Guzmán no alcanzó la libertad por ese famoso túnel cuya ingeniería del disimulo pondría pálidos a los constructores de esa vía submarina por el Canal de la Mancha, por ejemplo o a los magníficos obreros de ese túnel alpino de San Gotardo (más de 65 kilómetros) cuyos trenes recorren las vértebras de Europa por debajo.

No; “El Chapo” nada más cambió de cárcel.

Oculto bajo la tierra o emparedado en galerías interminables, sometido a la penumbra, siervo del disfraz y el recelo, receloso y suspicaz ante todo y ante todos, expuesto a las traiciones, solo en la multitud de los sicarios, nada más ignora de cual de todas esas armas con pavonados de oro (si eso fuera posible) va a salir la bala traidora cuya precisión lo mande a la última e inevitable prisión de su vida: la muerte de la cual nadie puede escapar, ni de su frío abrazo ni de su rubor helado, como diría Gorostiza.

Obviamente Guzmán no ha leído “Muerte sin fin” pero eso es su vida a fin de cuentas: la muerte de saberse vivo sin certeza lógica del siguiente minuto, la hora próxima, la mañana por llegar por la noche inalcanzable. Náufrago en una tierra donde todo es mar, donde no hay Asideros ni formas de alcanzarlos porque todo es satelital, los teléfonos, los geolocalizadores, los rumores vuelan en nubes de “bites”; las redes atrapan, los ojos del mundo se multiplican; los gringos vigilan furiosos, los silenciosos “drones” navegan el cielo, los barcos ojean el mar y sus profundidades; los mexicanos están avergonzados y dolidos, las presiones aumentan, el mundo es ajeno y estrecho y no quedan esperanzas de nada para nadie, la familia se asfixia, las niñas todo ignoran la mujer no existe, ¿dónde habrá alguien capaz de pasar una noche entera al costado de este hombre sin temor de verse degollada u eternamente silenciosa a la mañana siguiente?; quién consolará sus congojas y su mente sin remordimientos pero abrumada de miedo, a fin de cuentas, miedo a la cárcel de la cual se evade cada vez; miedo entrar de nuevo, pavor de estar afuera en el arañazo febril del último día, en la apuesta final mano a mano, mano con mano, cada mano.

Todas las cartas debajo de la mesa, todas las balas perdidas tras imán de sus recompensas (las del gobierno y las de los enemigos de cártel), de una fácil traición, de un herido anterior dejado por ahí medio muerto a la orilla de un camino. ¿Quién pagará por los hilos sueltos? ¿Cuando vendrá el asesinato; hoy, mañana?

–Y si fuera aquel, y si fuera éste.

Nunca sabrá quien lo va vender y no siquiera lo entregue con un beso en la mejilla. Lo dejarán caer de las alturas, pronto, muy pronto y todo por una razón: cuando se ha llegado tan arriba el siguiente paso es para abajo. No hay más. La magnitud de su audacia es también el límite de su capacidad. No hay más.

Por eso leer esta noticia quizá la haya causado una furtiva y fugaz sonrisa:

“Por el delito de evasión de presos, la Procuraduría General de la República (PGR), por conducto de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), ejerció acción penal en contra de siete custodios del Centro Federal de Readaptación Social número 1 Altiplano por estar relacionados con la fuga de Joaquín Guzmán Loera.

“El Ministerio Público de la Federación solicitó a un juez las órdenes de aprehensión en contra de los siete funcionarios públicos por la responsabilidad en el delito de evasión de presos en la hipótesis de cuando el detenido está siendo procesado por la comisión de delitos contra la salud.

“Los consignados serán recluidos en el Centro Federal de Readaptación Social Número 12, situado en Guanajuato, donde serán puestos a disposición del Juzgado Cuarto de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de México, con sede en Toluca”.

Si supieran, habría dicho con una mueca de disgusto.

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–No lo digo por usted, me dijo una indignada voz por el teléfono. Pero algunos de sus compañeros son unos imbéciles. Esa consagración heroica del Chapo después de la fuga, es una estupidez además de un crimen.

–Pero los periodistas no el hicimos una misa, ni le organizamos manifestaciones en Sinaloa… dije con timidez defensiva.

–No, pero lo celebran acríticamente. Lo están elevando a categoría de genio. Es el colmo. Mire, me dice en tono de confidencia. Yo tengo un hijo que se ha pasado años en tratamientos contra las adicciones. Las drogas enferman, matan a la larga, pero después de mucho sufrimiento.

“No saben los periodistas lo que es vivir en infierno de un adicto incurable en la casa., Y esa genta sufre para hacer millonarios a los que compran la libertad sobornando al sistema podrido.

“Si de veras quisieran hacer algo con los narcos los habrían matado hace mucho tiempo, pero es una política hipócrita porque de ella se benefician todos con el auxilio sensiblero y cómplice de los “Derechos Humanos”; los delincuentes y sus protectores, los que los sacan de las prisiones por túneles o de cualquier otra forma.

–¿No de dan cuenta?”

Cuando colgué, me sentí mal. Me dio vergüenza.

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Y para seguir con el optimismo nacional, lea usted: (Crónica):

“Dos adolescentes de 15 y 16 años de edad, fueron detenidos de secuestrar, apuñalar y enterrar vivo a otro menor de edad, aludiendo “problemas de la escuela”, en Puerto Peñasco, Sonora. “

Luego de ser rescatada, la víctima, de 16 años, relató a los agentes que se encontraba conviviendo en los límites de Puerto Peñasco con un amigo de nombre Francisco, cuando repentinamente arribaron dos jóvenes con la cara tapada, quienes con amenazas los obligaron a abordar el vehículo y le cubrieron el rostro con un trapo.

“En el trayecto al lugar donde lo enterraron, hasta la altura de los hombros, lo ataron de pies y manos, lo golpearon en múltiples ocasiones, y lo acuchillaron hasta en 24 ocasiones.

“… Le taparon la cara al afectado con un trapo, golpeándolo y produciéndole varias heridas con arma punzo-cortante, para inmediatamente después enterrarlo entre el monte, dejándolo solo con la cabeza por fuera de la tierra”, describe el boletín oficial”. El agredido está vivo, pero grave. Nadie castigará a los agresores, son menores de edad. YT si los encarcelaran, se fugarían alguna vez. ¡Viva México, cabrones!

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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