Ha logrado imponer un estilo en una sola aparición: encarar sin enfrentar, negociar sin entregarlo todo y neutralizar un ambiente de suyo ríspido como suele ser el encuentro entre estudiantes y autoridades.
Ya desde hace mucho tiempo resulta inevitable lugar común invocar la perdurable definición de Daniel Cossío Villegas (por eso es común) en torno del estilo como una forma personal de ejercer el gobierno, de administrar el poder, de acercarse a los hechos y teñir futuras realidades con el tono y el modo de la forma de ser. El estilo es el hombre, dijo George Louis Leclerc, conde de Buffon, varios siglos atrás.
Lo peor en la vida, por consecuencia, resulta un hombre sin estilo.
Para hoy, cuando se cumplan las horas pactadas y a las tres de la tarde la calle de Bucareli se colme de nuevo con estudiantes y funcionarios de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, responsable de la política interior, no de la academia o los conflictos politécnicos cuya atención debió recaer en otras manos, impondrá a la solución de este breve pero intenso conflicto la impronta de su estilo de abordar y resolver, no sin riesgos paralelos (como el riesgo físico, la provocación o la “desinstitucionalización” de los espacios de autoridad), un asunto de naturaleza explosiva de por sí.
Sin embargo siempre será mejor exhibirse en mangas de camisa y no mostrarse afanoso tras las mangas del chaleco o los gatos de tres patas. Osorio ha logrado imponer un estilo en una sola aparición: encarar sin enfrentar; negociar sin entregarlo todo y neutralizar un ambiente de suyo ríspido como suele ser el encuentro entre estudiantes y autoridades.
La leyenda izquierdista y romántica dice desde 1968 (con todo su aprovechamiento industrial) que los jóvenes siempre tienen la razón por el solo hecho de serlo, parecerlo y a veces demostrarlo. La verdad sabe otra cosa, pero en el balanceo de ambas posiciones y en los linderos del explosivo y memorioso mes de octubre, Osorio —como hizo tantas veces en Hidalgo, cuando “El Mexe”, cuando Ciudad Sahagún , cuando Ixmiquilpan— tomó los cuernos del toro y prometió atención inmediata.
Pidió la media hora más importante de su vida política (¿cuántas medias horas necesita Emilio Chuayffet?) y como Yeltzin encima de un tanque ofreció a la iconografía del “nuevo PRI” la imagen de un hombre capaz de arriesgarlo todo a una carta única: el diálogo directo para impedir el fuego inminente.
Sin embargo, ese recurso no deja de tener riesgos alternos. Uno de ellos es ayudar a los intransigentes en el trazo de una carretera de imposiciones posteriores. Los fanáticos del todo o nada no pueden quedarse satisfechos cuando alguien los envuelve en el manto esponjoso de la comprensión. Imposible decirles sí a todo.
Y tratar a los estudiantes como si fueran fuerzas ciento por ciento genuinas, sin contaminantes partidarios ni fanatismos auxiliares, sería pecar de ingenuo. Y en ese cargo se puede ser cualquier cosa, hasta equivocado, pero no ingenuo. El candor no se lleva con la alta política.
Por lo pronto Salomé envió para lustre de espejo la charola donde se les entregará a los quejosos la cabeza de Yoloxóchitl Bustamante cuya historia personal merecía un fin más sosegado. La primera directora del IPN resulta abatida por un movimiento estudiantil, breve, fugaz e inclemente.
Informe
Mientras en otros estados la violencia crece, el gobernador de Chihuahua, César Duarte, aprovechará la oportunidad, hoy, para reflejar en su cuarto Informe de Gobierno, el abatimiento de la inseguridad en su entidad. Lejos quedaron los horrores de Ciudad Juarez.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com
Señor Cardona, se ve usted un poco exagerado, como cuando calificó al Felipillo como «hombre de estado» porque se encontró con Sicilia y Cía en Chapultepec. Osorio llegó a donde está porque colaboró ampliamente en ganar para su partido unas elecciones muy dudosas, a pesar de sus cinco millones de votos adelante. Que tenga cierto oficio político es otra cosa. Se nota que usted puede ser un poco deshonesto a veces. Al menos un poco chayotero.