Indudablemente vivimos tiempos confusos. Confusos los tiempos, confundidos nosotros.

Vamos de la lactancia legislativa al síndrome de Estocolmo.

Pero de la confusión hemos hecho una nueva ortodoxia en la cual aceptamos el gato por la liebre; admitimos el cinco como la suma de dos y dos y comulgamos con la militarización constitucional del país, a contrapelo de una larga tradición civilista (quizá poco civilizadora), porque si la ley es un estorbo, entonces quitamos el obstáculo y cambiamos la ley para disfrutar a dos carrillos la rueda del molino.

Todos felices.

No importa si caemos en absurdos eclécticos, tal este engendro legal con las características del ornitorrinco, el cual es una especie de garabato biológico o pieza extraviada en la evolución de las especies, porque tiene pico de pato, aletas de pez, es marsupial, mamífero y pone huevos, todo lo cual se contradice pero existe feliz con grandes habilidades natatorias como de nutria tuneada en la colonia Buenos Aires, como lo dijo (sin la BA), Éctor Jaime, un panista semi ingenioso:

“Compañeros mamíferos, y digo que son mamíferos porque son vertebrados; somos vivíparos, estamos en el seno materno, pero hay algunos mamíferos que no tienen estas características y se conocen como mono trematas, si quieren ponerse el mono entre matas, como gusten…”, les dijo (Éctor sin “H”).

Pero no han sido esos los únicos mamíferos en la cámara en estos días de la paridad legislativa, porque hasta una exhibicionista senadora de nombre Cecilia Márquez, ha llamado la atención, no con la fuerza de sus ideas sino con su nada original condición de madre con una infanta en lactancia, con quien en brazos, se subió a la tribuna ( a decir puras bobadas), en aprovechamiento de eso denominado por el presidente camaral, Porfirio Muñoz Ledo como “tolerancia materno infantil”, lo cual le dio a la “Madre coraje”, suficiente valor para enfrentarse (con el recurrente escudo de la misoginia) al veterano legislador, quien la reconvino por el tiempo usado en su “show” de lactancia legislativa.

Y ya la señora se convierte en la heroína de esa cosa llamada “Legislatura de la paridad”, cuyo tono “hembrista” comienza a ser insufrible; porque cuando el argumento mayor para cualquier cosa es la femenina condición, las cosas del mundo se van por otro rumbo.

Esta señora ha dicho cosas tan lactantes como estas:

“Quizás como senadora es más fácil cuidar a mi bebé mientras trabajo, pero las dificultades que sufro no son tan diferentes a las de todas las mamás. Por ejemplo, a comer con una mano, a comer a la carrera, a correr, bajar y subir con el bebé», dice”.

Válgame Dios, nadie en la historia de la humanidad se había dado cuenta de las dificultades de la crianza, nomás ella. La única en el mundo sometida al martirio de comer con una mano (pues coma con las dos, señora mientras el niño duerme); o andar para arriba y para abajo.

Vaya pues con esta edición ambulante del Monumento a la Madre (como escultura de Asúnsolo).

Pero hay otras circunstancias en este país.

El presidente les pide a los senadores (y se lo cumplirán), corregir el dictamen emitido por la noche del miércoles en San Lázaro y dejar las cosas como a él convienen en su amasijo legal de la Guardia Nacional.

«–Nosotros tenemos que pedir respetuosamente a los senadores que se contemplen temas que fueron eliminados en la aprobación, sobre todo lo relacionado con la participación de las Fuerzas Armadas en el proceso de capacitación, de formación, y de la definición con claridad sobre la facultad de las Fuerzas Armadas para intervenir en asuntos de seguridad pública”.

“Yes man”, responde Monreal. Faltaba más.

Y mientras eso ocurre, la paciente sociedad sigue formando filas sin fin para medio llenar un tanque de gasolina; los gobernadores se tiran de los pelos y hablan con ese compendio de la inacción llamado Olga Sánchez Cordero quien desde la secretaría de Gobernación quizás mucho secretea, pero poco gobierna.

La popularidad presidencial sube a cada momento como la espuma de la cerveza y de manera inexplicable sus dislates se convierten en aciertos, sus fallidas estrategias en prendas de eficacia y la paciencia le alza un obelisco al síndrome de Estocolmo.

Todos enamorados. O como dijo aquel viejo refrán español: quien bien te quiere, te hará sufrir.

Brindemos, pues por la lactancia legislativa, los infantes, los ornitorrincos y la lucha contra el huachicol.

Y apenas empezamos…

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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