La relación entre las fuerzas armadas y los gobiernos de México, a partir de 1968 es, por decir lo menos, incomprensible.
La injustificable orden de actuar en contra de una multitud desarmada, fue suficiente para estimular una crítica política contra el régimen, la cual –por furiosa –, cubrió al Ejército Nacional con los peores calificativos.
De asesinos desalmados no los bajaron durante medio siglo, por lo menos. Los relatos truculentos y fantasiosos abundan. No tiene caso ni siquiera repetir alguno de ellos.
Esa actitud fue suficiente para arrinconar a las Fuerzas Armadas entre el sigilo y el desprestigio. Los militares se volvieron, recelosos del poder político y sólo su acendrado sentido de la lealtad les impidió convertirse en un factor de inestabilidad.
Todo lo aguantaron y todo lo han resistido, especialmente durante el infausto sexenio de Felipe Calderón quien los desvió de sus funciones, los desnaturalizó y los convirtió en malos policías cuando estaban educados y preparados, con excelencia en muchos casos, para ser buenos soldados.
Y ellos aguantaron en el nombre de su solidaridad con el país. Siempre acudieron a cualquier llamado y si bien en lo privado repelaban y se quejaban, nunca sabotearon al gobierno ni mucho menos pensaron en una traición.
En la conciencia popular esa actitud ha dado frutos: la sociedad –dicen las investigaciones de opinión–, les sigue teniendo respeto y reconocimiento. Las Fuerzas Armadas están altamente calificadas, quiz
´aaporque como dice la frase populista: el Ejército es el pueblo uniformado.
Ahora; cuando – a través de las modificaciones Constitucionales cuyo cambio no resuelve su desnaturalización, sino la aumenta–, lograron a medias el anhelado marco jurídico cuya amplitud les permite actuar en labores de seguridad pública; es decir, como policías o Guardias Nacionales, se han encontrado con un comandante supremo sin empacho para confesar su
íntima convicción de desaparecerlos.
Pero mientras se les desaparece o no; se les necesita.
Y para satisfacer el papel de fuerzas aparentes, mientras se sondea la oportunidad de negociar con la delincuencia, se les ordena callar y resistir. Nunca un acto de respuesta cuando se les secuestra, retiene, amenaza, veja o escupe. Las armas, como los floreros, les sirven de adorno.
Obviamente nadie quiere hombres armados cuyo dedo fácil accione el gatillo de un arma profesional ante cualquier circunstancia. Para el uso debido, legal y legítimo de la fuerza, hay protocolos, pero ninguno de ellos implica la absoluta y total resistencia gandhiana ante los delincuentes y provocadores.
En el extremo de esa orden por la pasividad, también están los policías. Nadie interviene cuando un anarquista con soplete quema a un granadero. Es mejor desaparecer el cuerpo de granaderos, en vez del batallón de anarquistas, aunque se les tenga plenamente identificados.
Son “luchadores sociales” contra las fueras represivas. Y así seguimos.
Por eso se dan noticias como estas:
“En un video difundido en redes sociales se observa a un grupo de soldados retenidos por civiles que pretenden negociar la devolución de armas que previamente fueron aseguradas, en la localidad de La Huacana, en el municipio de Michoacán.
–«Hey jefe, quiero que nos mande todas las armas en un auto particular, a La Huacana. Somos el pueblo y estamos esperando las armas. Tú mándalas al nombre del pueblo. Aquí están tus muchachos y no se van ir si no nos das las armas que le quitaste a los muchachos. Se están defendiendo (los muchachos) y llevaste las armas a Gabino Barrera»… ”
Y les devolución hasta armas para penetrar un blindado.
Y luego:
(Teléfono Rojo).- MORELIA, Mich.- El gobierno federal ha decidido premiar con dinero a los delincuentes que secuestraron, humillaron, desarmaron y retuvieron durante horas a soldados en Michoacán.
“La denuncia la hizo el gobernador Silvano Aureoles, quien protestó por este hecho justo cuando con ese fin visita hoy su estado el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta.
“Va a La Huacana para reunirse con supuestos policías comunitarios y a darles dinero para supuestamente iniciar la construcción de una empresa manufacturera…
“Es una estrategia unilateral porque no me avisó de que venía. Y hoy por no dejar me mandó un mensaje de que viene y que cómo le encantaría que lo acompañara y yo no lo voy a acompañar», protestó…”
Una vez más les llamó criminales y asentó:
“Yo difiero de esas estrategias de seguridad porque nada más van empoderar a los que ultrajaron a los soldados, lo que deben hacer es detenerlos, no llevarles dinero y apapacharlos. ¡Qué Pena!».
No los queremos desalmados, pero tampoco desarmados.