En el mejor de los casos el viaje del Presidente Felipe Calderón al antiguo Paso del Norte fue en sus pocos momentos útiles, una catarsis tan leve como necesaria; tan demorada como rasposa, plena de voces discordantes y reclamos; disculpas, saltos para atrás, sapos en el esófago y nudos en la garganta donde hizo falta una palabra nunca pronunciada: perdón.
Mujeres cuyo dolor no había sido expresado en la forma quizá injusta de un reclamo airado, madres para las cuales no hubo otra forma de externar la pena y la rabia, sino dándole la espalda a quien –dicen allá — le ha dado la espalda a Juárez a lo largo del tiempo: el gobierno federal, representado en esta magna asamblea cuyas proporciones denotan su esterilidad, por un presidente cuya imprudencia en el día de los hechos no hizo sino ahondar el agravio por todas partes, por la criminalización de las víctimas, en medio del abandono de años y decenios lo cual es la causa profunda, la raíz podrida de todo este desastre de violencia, sangre en un túnel sin salidas; subterráneo sin luz, pozo del odio y el mal.
Pero como sea, el Presidente Calderón se echó para atrás cuando ya era quizá inútil e innecesario; quizá por conveniencia sin convicción. De la simplona y facilota explicación desde Tokio –mal informado, bien apresurado–, para presentarlo todo como un pleito entre pandillas y por tanto evidencia de cómo ante el empuje de su cruzada los malos se acaban entre sí (es la tesis oficial) se vio forzado a buscar un discurso en las antípodas de la melosidad. Y de manera meditada dijo:
“…no quiero entrar al tema sin antes reiterarles lo que les comenté a ellos. Primero. Mis condolencias más sentidas y las de mi familia (¿cuántos días después?) por la irreparable pérdida de sus hijos. El hecho del dolor y la indignación que a todos nosotros nos generó este trágico evento, y el agravio que le ha causado a Juárez, que me queda absolutamente claro, a Chihuahua y a México.
“También les señalé que comprendía perfectamente el malestar, la irritación, la incomprensión que pudieran haber generado las declaraciones que hemos hecho (sic) en el primer momento, cuando a pregunta de la prensa le di cuenta del estado que guardaban las primeras investigaciones y que señalaban, precisamente, el poder (sic), el que las pesquisas llevaban a, según las primeras declaraciones del primer detenido, a una agresión de un grupo criminal, hacia otro con el que tenía una rivalidad y que eso llevó, precisamente, a una incomprensión y a una estigmatización (¿?).
“Pero cualesquiera que hubieran sido el sentido de mis palabras (sic), les dije a aquellos padres de familia que les presentaba y les ofrecía la más sentida de las disculpas, si cualquiera de esas palabras hubiera ofendido a ellos, o a la memoria de sus hijos.
“Que me queda claro, y así lo he dicho desde entonces y lo reitero ahora, eran muchachos ejemplares, deportistas, estudiantes, buenos estudiantes, y buenos hijos, como quisiéramos que fueran los hijos de todos”. Ahora los hijos de todos.
Habla el Presidente en una parte de su extensa exposición (entre el burocratismo y optimismo redentor) sobre los daños terribles generados por la impunidad, sin importarle siquiera la forma como muchas organizaciones sociales de Juárez, las mismas a cuyo concurso convocó para presentar su plan integral llamado “Todos somos Juárez”, impugnaron el nombramiento de su Procurador Arturo Chávez Chávez quien fue omiso y poco eficiente cuando desde la procuración de justicia en Chihuahua sembró de manchas su desempeño en la investigación de los cientos de feminicidios impunes de esa ciudad, presagios de todos los males ahora agobiantes e inmanejables.
No se ajustan los tonos de la disculpa con la ciudad convertida en una ciudadela para el resguardo de los visitantes encerrados en el capullo de hierro de sus vehículos blindados y sus escoltas. Mucho menos se acercan esos tonos condolidos al origen de esta información divulgada por la edición digital del Diario de Juárez casi simultáneamente a la celebración de la asamblea del eterno proyecto
“Esta tarde las manifestaciones se recrudecieron afuera del Centro de Convenciones Cibeles, donde se encuentra el presidente Felipe Calderón Hinojosa.
“Los inconformes gritaban consignas contra Calderón cuando los agentes antimotines sacaron sus armas y replegaron a los manifestantes hasta la Antonio J. Bermúdez.
“Ante el acto, los manifestantes se tiraron al suelo y se rehúsan a quitarse del cruce de Antonio J. Bermúdez y Tomás Fernández. El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, acudió a dialogar con el diputado Víctor Quintana, quien se encontraba con los manifestantes.
“Momentos después el secretario pidió a un elemento del Estado Mayor que replegara el muro de contención. Fue entonces que los agentes federales se retiraron (mientras una mano anónima le metía por la espalda un zape a FGM) pero los municipales permanecieron frente a los manifestantes”.
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Por eso la señora Luz Dávila quien perdió a dos de sus hijos en la noche brutal y sangrienta de Villas de Salvárcar, le dijo al presidente Calderón: si hubieran sido hijos suyos ya los estarían buscando hasta debajo de las piedras.
–¿Cómo se muda la opinión, cómo se cambian las palabras y las actitudes?
Pues haciendo un esfuerzo o de humildad o de extrema simulación, cualquiera de las dos cosas. A veces detrás de un humilde nada más hay un soberbio aparentemente condescendiente. Seguramente este no es el caso.
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El tono generalizado de los juarenses (hasta de los familiares de este redactor) es de rechazo a la presencia del Ejército. Según ellos la ciudad no tiene ni las instalaciones ni las condiciones para estar ocupada por diez mil o más de tropa y su larga estancia en sus calles y áreas urbanas no ha logrado sino problemas y abusos.
La tesis de sostener a los militares hasta en tanto se tiene una policía capaz de implantar el orden choca con la realidad: ellos tampoco han construido ni garantizado el orden anhelado. Por eso piden respeto a los derechos humanos por encima de cualquier acción posible en el futuro.
Pero si bien el Presidente les dijo, vengo a escuchar no a decir, su decisión en este sentido ya estaba tomada desde antes. En la ceremonia de la Fuerza Aérea, Felipe Calderón había fijado su postura. Ni un paso atrás.
“Por eso –dijo en Tecámac–, a quienes quieren ver al país sumido en la violencia, les decimos que los mexicanos les seguiremos haciendo frente, con toda la fuerza de la razón y con la fuerza de la ley… A quienes pretenden ver a México claudicar y dar marcha atrás, hoy les decimos que el Estado mexicano es fuerte y se mantiene firme en su empeño, porque cuenta con mujeres y hombres íntegros y valientes que, desde instituciones como la Fuerza Aérea Mexicana, seguirán luchando hasta alcanzar la victoria.
“El Gobierno Federal tiene un compromiso irrenunciable con la seguridad de todos los mexicanos, y en especial con la seguridad de aquellos mexicanos que padecen especialmente el embate de los criminales, como es el caso de los moradores de Ciudad Juárez…”
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Todos sabemos cuánto trabajo y esfuerzo se necesita para movilizar un Ejército. Y no hace falta ser Napoleón (“El paso del orden ofensivo al orden defensivo, es una de las operaciones más delicadas de la guerra”, dijo el Corso) para comprender lo doblemente arduo de emprender una retirada. Especialmente cuando se ha perdido la campaña. Un Ejército desmoralizado es capaz de todo, por eso el soberano nunca quiere incomodar a la tropa ya movilizada.
Hoy el Presidente Calderón parece sentirse cómodo entre los militares e incómodo entre los civiles capaces de protestar, gritar o darle la espalda, reacios –como otros—a cantar las loas a su valentía. Quizá eso explica la extraña intervención política del general secretario de la Defensa Nacional Guillermo Galván Galván durante la ceremonia del Día de la Lealtad:
“Es ésta una oportunidad inmejorable para tomar decisiones, cambiar lo obsoleto y anquilosado e impulsar lo vigente o innovador. Sólo mediante reformas integrales estaremos en condiciones de consolidar ese bienestar colectivo que todos exigen, pero que no todos procuran.
“Esa es la propuesta. Esa es la convocatoria presidencial. No es utopía, se trata de voluntad, de responsabilidad cívica y compromiso histórico. Entendemos que el poder político es complejo y acumula variados intereses, propios de su naturaleza, normas y fines”. La Reforma Política vestida de verde olivo.
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Una de las retiradas más terribles en la historia reciente de un país militarista como Estados Unidos ocurrió en Vietnam. De esto dice Henry Kissinger:
“Recayó en el gobierno de Nixon la tarea de sacar a los Estados Unidos de su primera experiencia de una guerra en que no habían triunfado, y del primer compromiso en el extranjero en que las convicciones morales de los norteamericanos chocaron con los límites de lo posible… Ningún país ha logrado hacer esa transición sin angustia… Al final de su mandato en 1968, Johnson ya no podía presentarse en público, salvo en bases militares o en otros lugares, sin que se tuviesen que poner barreras contra manifestantes violentos…”
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Pero otras cosas definieron también el color de la semana.
Fernando Gómez Mont es un hombre de pocas pulgas cuya más reciente circunstancia lo ha enfrentado contra un señor “de mecha corta”, cualidad (o defecto, según se vea) con la cual se ha querido siempre definir al presidente Felipe Calderón.
Y entre los pocos sifonápteros de uno (así se llama a estos hematófagos parásitos de perros, gatos y jergones de mala muerte) y la proclividad explosiva del otro, el resultado no podía ser distinto: el encontronazo previo al hachazo por parte de quien hasta ahora sigue en el despacho de Bucareli, quien sabe por cuánto tiempo más y con cuál objeto.
No tiene caso ahora insistir en las razones, motivos, impulsos o causas de la renuncia de Fernando Gómez Mont al Partido Acción Nacional en el cual nació, creció, se reprodujo, maduró e hizo fortuna y relaciones profesionales suficientes para lograr su desahogada vida y la de su familia.
¡Ah!, la familia, he dicho.
Ascendencia y descendencia panista. Educación basada en los principios de esa forma local de la democracia cristiana; mundo pleno de virtudes éticas o al menos de aspiraciones genuinas para lograr esa moral y en ella perdurar. Juventud de rabia contra el “autoritarismo”, búsqueda incesante de la libertad, de la decencia. Todo eso dice el libro de la doctrina panista.
Y a nada de ello ha renunciado el señor secretario de Gobernación cuyo seco estilo epistolar ya era conocido de todos como más adelante veremos. No. Un hombre puede renunciar a la estructura de un partido, pero no por eso deja de creer en los valores de toda su vida. El abogado Gómez Mont seguirá siendo siempre el panista Gómez Mont, dentro o fuera del partido.
Una cosa es la filosofía y otra la “nomenklatura”.
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Hace tiempo un profesional en el “entrenamiento de medios” estuvo en la oficina de Fernando Gómez Mont.
El secretario reconoció frente a su jefe de prensa (o como le llaman ahora, Director de Comunicación Social), su falta de “cancha” en el trato con los medios.
–En eso no tengo mucha práctica.
–Usted necesita un curso, un entrenamiento.
–¿Y en qué consiste?
— Básicamente en decir lo necesario; lo conveniente, sin detenerse mucho en la sinceridad o la verdad de las cosas; controlar a los medios, manipular, ofrecerlo todo, quedar bien con quien sea…
–Gómez Mont lo interrumpió:
-No mire, mejor déjeme así, yo no puedo estudiar un papel de mentiroso profesional. Prefiero cometer mis errores”.
Esta anécdota ilustra la noción sobre sí mismo de FGM. Es preferible un error personal a una negación personal.
Y en el nombre de su autoestima, del concepto de sí mismo, de su calma de conciencia, Gómez Mont se abronca con frecuencia. Hoy es célebre por una carta de muy pocas palabras cuyo contenido le ha sido reclamado por algunos con base en la discreción a la cual apela para esconder los motivos de su separación del Partido Acción Nacional.
Yo no comparto esa crítica. Me parece válida la reticencia al escándalo. Bastante daño le ha hecho la renuncia al PAN del oportunismo y al impulsor de tan innobles maridajes, como para ofrecer detalles únicamente para la satisfacción del morbo caníbal de los políticos y los analistas y comentaristas de los medios.
A fin de cuentas los motivos los sabemos todos y terminan en una cuestión de orden personal: a FGM no le gusta el papel de títere ni se deja mangonear o amenazar ni mucho menos quedar colgado de la brocha.
Esta actitud se mira también en otra carta pública de hace ya tiempo, en la cual se advierten los rasgos básicos del carácter de este caballero. Así le escribió a Ricardo Salinas Pliego cuando en medio de un litigio, el concesionario de la tele lo amenazaba con usar su pantalla para golpearlo:
“El abuso de poder que significa utilizar las pantallas de dicha televisora para servir a sus intereses muy particulares, no es nuevo y cada vez resulta más patético. El carácter social del medio de comunicación que usted controla cotidianamente se ve traicionado por tan arbitrario proceder. Frente a su arrogancia le respondo con el desprecio, frente a la pobreza de sus recursos le ofrezco sinceramente mi compasión… Mientras usted, señor Salinas, está dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger lo que usted estima como su dinero, yo estoy dispuesto a asumir cualquier costo por defender mi honor”.
El honor, el honor. Ese concepto tan olvidado especialmente cuando alguien ha empeñado su palabra.
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¿Existieron en verdad las promesas del célebre “quid pro quo” entre el PRI y el PAN? ¿Yo te apoyo y tú no te alías en contra mía?
Todos los comentaristas políticos lo han dado por hecho en un grado mayor o menor. Pero solamente alguien con autoridad lo ha desmentido con todas sus letras: Manlio Fabio Beltrones. Y algo debe saber.
“— ¿Nos podría usted informar si realmente estas versiones en las que se afirma que la renuncia tiene que ver con el agravio al PRI, por no cumplir un pacto que les ofreció a cambio de estas alianzas, para lo del paquete económico? ¿Usted está en posibilidad de confirmar que haya existido este compromiso del secretario de Gobernación?
–Si eso fuera cierto, no están acudiendo a quien les pueda informar al respecto. Yo nunca he sido documentado al respecto de que pudo haber alguna negociación de ese tipo.
–¿Con usted no se hizo ese compromiso, entonces?
— ¡Jamás! Ni con el Grupo Parlamentario del PRI en el Senado, nunca hubo una negociación de esa naturaleza ni hubiéramos permitido que eso sucediera”.
Pero la respuesta induce otra pregunta, ¿a quién se debe entonces acudir para ser informado al respecto?
Pues como dijo el Dante, ¿Dónde está Beatriz?
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Y bueno, como de alianzas se trata, pues el PRI ya hizo la suya en Oaxaca.
El Representante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ante el Instituto Estatal electoral (IEE), Elías Cortés López, así como el Presidente de Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Oaxaca, Rogelio Arturo Enríquez Palma, solicitaron este jueves ante el Consejo General del IEE la inscripción de la coalición denominada “Por la Transformación de Oaxaca”,
A la entrega-recepción del registro asistió la Secretaria General del CDE del PRI, Margarita Liborio (a) “La Dulce Margarita” y los dirigentes de sectores y organizaciones; diputados locales y federales de ambos partidos.
Peor es nada.