Una consecuencia de los nuevos tiempos es la selección obligatoria de las mujeres para los cargos públicos. Ya sea por una natural evolución social cuya madurez hizo necesaria la mayor participación femenina en la política y la dirección de gobierno o por el aprovechamiento de esta circunstancia como impulso de propaganda de los partidos en busca de más electora(e)s.
Cualquiera de esos casos no tiene ninguna importancia por encima de la realidad. El hecho es –por moda o por evolución—significante y de alta importancia. Las cosas ya son así. Irreversibles.
Sin embargo, la justicia de la paridad implica –a veces–, la injusticia de sacrificar hombres valiosos, para darle el paso a féminas sin atributos por encima de su condición mujeril. No señalo casos concretos para no dar pie a acusaciones de “violencia política de género”. Líbreme el altísimo.
Hoy la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional, cuyo proceso para seleccionar al siguiente rector ha comenzado, se enfrenta a una disyuntiva grave: si entre lo(a)s aspirantes elige a una mujer, cometerá una injusticia en contra de quien representa la más universitaria de las opciones para la universidad: Raúl Contreras, el director de la Facultad de Derecho, quien ha recorrido todos los peldaños de la institución desde su inscripción como alumno de la Escuela Nacional Preparatoria, administrador, catedrático hasta director de la más grande facultad.
Si, por el contrario, él llegara a ser designado, habría fáciles señalamientos: la Universidad además de haberse “derechizado” (“hamburguesado”), frena a las mujeres. Cualquier decisión tendrá críticas a final de cuentas, pero sobre todo en este último escenario. Por eso la junta debe actuar sin temor.
Si la Junta de Gobierno elige con objetividad, sin detenerse en el prejuicio de las críticas y descarta los currículos de quienes ni siquiera cursaron estudios profesionales en la UNAM (hay un médico de la Universidad La Salle; una aspirante de la UAM, por ejemplo), y se inclina por una trayectoria administrativa, docente y académica probada, la decisión redundará en beneficio de la autonomía y el espíritu universitario.
Si, por el contrario, acude al fácil expediente de navegar con la corriente y permite la victoria del morenismo (o el Ceuismo), la institución pagará las consecuencias, casi como el Consejo de la Judicatura con Celia Maya.
Podría darse un caso como el de Veracruz, donde el presidente de la República resolverá la candidatura de Rocío Nahle, su secretaria de Energía, en contra del aliancista diputado José Yunes (quizá hasta con el respaldo de Movimiento Ciudadano en insólita circunstancia), quien representa la única oportunidad de balance en favor de la legalidad y la decencia contra el desastre sembrado por Cuitláhuac García.
–Mira cómo son las cosas, me dijo una veterana política veracruzana: tanto luchamos las mujeres para tener una oportunidad, y cuando llega una a la candidatura, la tenemos que importar de Zacatecas. Como si aquí no hubiera alguien.
EVIDENCIA
Ebrard lo sabe: mientras formalmente siga en Morena, el suyo seguirá como un caso de inestabilidad interna, dañino para la imagen del dedazo en favor de Claudia. Por eso no hace explícita su ruptura, aunque sea un hecho consumado.
Cuando anuncia una organización propia, evidencia el quiebre.
Si lo expulsan lo martirizan y canonizan; confirmarían todas sus acusaciones. Y si no lo echan, mantendrían permanentemente la piedra en el zapato. Y esa molestia crecerá si el asunto llega al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
NOMBRAMIENTO
Lo dije aquí hace 11 días:
“…Intempestivamente, como si fuera una primera potestad de mando, aun antes de recibir el bastón simbólico de manos del amo y señor de todos ellos, horas antes de la publicación de las encuestas, Claudia Sheinbaum envía por delante de los aspirantes por la ciudad de México a Omar García Harfuch, integrante de su equipo, y con mucho el mejor funcionario de su gobierno…”