Algunos preferirán al Ramón López Velarde del encono amoroso, aquel cuyo verso decía:
‘’ A la cálida vida que transcurre canora/con garbo de mujer sin letras ni antifaces’’, pero ahora, para usarlo en función del diagnóstico de Paul Krugman, el premio Nobel de Economía, valen más estas otras palabras:
‘’… en piso de metal vives al día/ de milagro, como la lotería…’
¿Cómo se pueden combinar los altos galardones de la ciencia económica con la inspiración patriotera (o patriótica) del doliente Ramón contrito ante la suerte casual de una patria desafortunada como si fuera pobre trenecito de aguinaldo juguetero?
Pues con una cierta dificultad dominical, pero veamos este reciente caso:
“La gente ya se cansó de esperar el milagro mexicano. La gran liberalización (del país) ya tiene 30 años y claramente eso por sí mismo no bastó. No estamos hablando de que haya habido un desempeño terrible, pero no fue lo que se esperaba, aseveró Paul Krugman, premio Nobel de Economía, en una conferencia magistral en la Convención Anual de Industriales de la Canacintra.
“Hay desencanto, dijo, y aunque México realizó grandes cambios porque liberalizó su comercio de manera dramática y reorientó su economía, consideró que muchas razones pueden haber incidido en que no creciera.
‘Hay muchas recetas para el crecimiento pero sólo Dios sabe qué pasó, comentó irónico (LJ)”.
Personalmente yo comienzo a creerle a un economista cuando me dice: solo Dios sabe. Me parece mucho más sincero. Prefiero la invocación divina a la certeza de la invisible mano del mercado todo poderoso.
Y en cuanto al milagro y la espera, pues quizá Krugman se haya fatigado de esperar prodigios, pero ignora lo fundamental: el milagro mexicano consiste en la eternidad con la cual los mexicanos esperan un milagro.
Quizá este premio Nobel se haya distinguido en años recientes por la heterodoxia de sus planteamientos y sus posturas económico políticas, pero esta advertencia o diagnóstico o muestra de desencanto, no debería ser echada a la basura así nada más como así.
Es un signo de cómo quizá nos equivocamos al creer en los milagros de la globalización tecnificada y neoliberal.
Vea usted:
’”…Una de las cosas que sí es decepcionante es el despegue en el crecimiento económico. Ustedes todavía siguen esperando ese crecimiento y que México se convierta en un país como Corea, pero a pesar de 30 años de reformas no ha sucedido, insistió.
“…México ha sido la paradoja porque cuando liberalizó su economía a partir de la década de los 80 mucha gente pensó que se reduciría la desigualdad entre su población porque exportaría muchos productos y tendría mucha demanda de mano de obra, pero “sucedió todo lo contrario y hubo más desigualdad.
“Esto indica que el comercio no necesariamente es una buena herramienta para abatir la desigualdad. México ha logrado una significativa reducción de la desigualdad, pero a partir del año 2000 más o menos, a partir de otros canales y medios (…) capacitando más a la mano de obra y un aumento significativo en el gasto social, que es bastante bueno”.
De modo Mr. Krugman, para decirlo de modo sencillo, nos viene usted ahora a decir cuánto muchos mexicanos ya sabíamos: la economía abierta, liberalizada salvajemente capitalista nos ha puesto en estas condiciones de fabricare pobres como si fueran comaladas de tortilla aromática.
Dicho de otro miedo, ¿el salinismo y sus secuelas nada más nos vieron la cara de pendejos?
Eso tampoco tiene nada de milagroso.