–Todo va a salir muy bien. Ya verás.
Eso me dijo Juan Camilo Mouriño días después del inicio del Operativo Conjunto Michoacán cuya composición policiaco-militar decidiría desde diciembre del 2006 el rostro, el destino y el prestigio de un gobierno de inicio bamboleante; frágil, debilitado por la protesta social y aferrado con las uñas a su escaso y dudoso margen de ganancia electoral del medio por ciento.
–“Va salir muy bien”, repitió como para convencerse a sí mismo.
Horas antes la agencia Notimex había enviado a sus suscriptores un despacho avasallador por su contundencia en el cual analizaba el reciente recurso del gobierno:
“Los cinco integrantes del gabinete de seguridad anunciaron la aplicación del operativo conjunto Michoacán, en donde trabajarán de manera estricta contra el crimen organizado en esa entidad, por instrucciones del presidente Felipe Calderón.
“En el salón Adolfo López Mateos de la residencia oficial de Los Pinos, los secretarios de Gobernación, Defensa Nacional, Seguridad Pública, Marina, así como el titular de la PGR, señalaron que por instrucción presidencial, a partir de este lunes (12 de diciembre) pondrán en marcha un operativo especial en esa entidad.
“Dieron a conocer que se enviarán miles de elementos, equipo de seguridad y transporte aéreo, que dependen de dichas dependencias, para regresar la paz al estado de Michoacán, de donde es oriundo el (jefe del ) Ejecutivo Federal.
“El titular de la Secretaría de Gobernación, Francisco Ramírez, indicó que una de las tres prioridades de Calderón es fortalecer la seguridad de los mexicanos y sus familias, para traer la paz a los espacios públicos que la delincuencia organizada ha arrebatado”.
Muchas cosas más decía el citado cable de la agencia gubernamental (estatal es un decir) pero las apreciaciones de quien entonces ocupaba la coordinación de Los Pinos, nunca se cumplieron. No se ha traído la paz a los espacios públicos ni se ha fortalecido la seguridad de las familias de los mexicanos.
“…en la acción conjunta Michoacán se desplegarán –decían quienes anunciaban la arrolladora e invencible fuerza total del Estado–, más de cinco mil efectivos, cuya labor será terminar con los plantíos ilícitos, efectuar cateos, órdenes de aprehensión y desmantelar los lugares en lo que se vende droga. Explicó que la operación es parte de las diferentes actividades que desde el 1 de diciembre iniciaron para velar por todos los michoacanos, además de que será una lucha conjunta con el gobernador Lázaro Cárdenas Batel. El secretario de Gobernación advirtió que la batalla contra el crimen organizado apenas comienza, y reconoció que será una lucha que llevará tiempo”.
Pero eso es historia.
Los hechos más recientes, cuya explosiva irrupción en la vida nacional, nos prueban cómo nada ha mejorado en el estado de Michoacán donde (todos lo sabemos) la hermana del Presidente de la República –la señora Cocoa–, gobernará muy pronto.
El asesinato sin piedad del alcalde de La Piedad, Ricardo Guzmán, en medio de una jornada de promoción electoral y reparto de propaganda nos echa de pronto y a la luz del día, el chubasco de la verdad desnuda y sangrienta.
Ni ha bajado la violencia, no la zozobra ha sido desterrada de las ciudades y poblados de Michoacán donde al menos siete municipios no podrán siquiera presentar candidatos para la elección dados los vientos de temor y desconfianza. Pero tan grave como el homicidio son las reacciones en torno de su unánime condena.
Todos los actores políticos se ha apresurado a colocar el sartal de adjetivos y la finalidad última: esto no va a alterar el proceso electoral en medio de un reparto insensato de sugerencias y acusaciones.
Hay quienes murmuran cómo este crimen servirá para asegurar la victoria ya cantada del PAN con la señora Luisa María quien se promueve y se mueve en medio de una atmósfera oficialista vedada a otros aspirantes.
Cuentan las crónicas:
“…el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Guillermo Galván Galván, destinó 29 aeronaves y 246 vehículos terrestres para que se concentren de manera especial en 16 regiones catalogadas de alta incidencia delictiva en Michoacán.
“Asimismo, dispuso de cuatro mil 200 elementos del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana, con 17 aeronaves de ala fija y 19 binomios canófilos…”
Pero no solo marra el gobierno cuando uno escucha su voz en la distancia o en el tiempo lejano.
También cuando se habla por hablar, el cual como sabemos es el deporte favorito de una clase política insensata y sin mucho por hacer más allá del ridículo.
Lea usted esta nota de hace apenas unos días (martes); pero hágalo bajo la luz pálida de los cuatro cirios en las esquinas del catafalco del alcalde asesinado. Y si puede ríase.
“El gobernador Leonel Godoy Rangel y el secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora firmaron el “Protocolo para Coordinar, Coadyuvar y Garantizar la Seguridad Pública del Proceso Electoral Michoacán 2011”, el cual permitirá construir las condiciones necesarias para que el próximo 13 de noviembre la ciudadanía emita su voto de manera libre y sin presiones de ninguna naturaleza, en orden y apegado a la legalidad (lindo, ché).
También, el documento fue signado por la presidenta del Instituto Electoral de Michoacán, María de los Ángeles Llanderal Zaragoza, en su calidad de testigo de honor. En el marco de la ceremonia realizada en la Casa de Gobierno de esta capital, Godoy Rangel señaló que Michoacán se pone a la vanguardia de los procesos políticos democratizadores de la nación y así lo ratifica la firma del protocolo entre el gobierno estatal y federal (más lindo, ché).
Pero nada. Nada es nada. La vanguardia proclamada por el insignificante gobernador Godoy, mera figura poco decorativa desde el “Michoacanazo” y aun antes, y la firma del “PROCOOCOAGASEPUPROELMICH” (pues tal sería el acrónimo del protocolo señalado con negritas líneas arriba), por el solemne secretario de Gobernación quien al paso de su pérdida de peso avanza en su empaque de notario nacional, ha servido para untárselo al queso.
Cuando se anunció el “Operativo Michoacán” habían muerto 539 personas; o sea 25 por ciento de las muertes relacionadas con el crimen organizado en el país en aquellos días. Hace apenas cinco años.
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Cuentan los marchantes de flores sus entregas por docenas o por gruesas. Doce docenas son una gruesa y caso de ese tamaño ha sido el número de los “apoyadores” y “abajo-firmantes” cuyo prestigio (faltaba más) se pone al servicio de la cusa política del jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard quien, es asunto resabido, anhela mirarse en un espejo de cuerpo entero con la banda presidencial sobre su pecho, cosa muy agradable para todos, pues como consecuencia y ventaja adicional los mexicanos tendríamos una Primera Dama cuya belleza opaca a Carla Bruni, por ejemplo. Pero esas son divagaciones torpes de las cuales debería arrepentirme.
Sion embargo el caso es muy simple: con la divina anticipación de los oportunos y todavía más de los oportunistas, un centenar de personas de conocida fama (algunos de ellos presentes también en el manifiesto aquel en pro de las coaliciones) expresan su adhesión al señor Ebrard, en un desplegado sentencioso y firme.
Nada más dicen (entre otras cosas):
“…Quienes suscribimos, académicos, intelectuales, científicos, artistas y luchadores sociales, sabemos que Marcelo Ebrard ha demostrado capacidad de gobierno y compartimos con él una visión sobre la sociedad a la que aspiramos, sobre el Estado que merecemos, sobre las vías para conseguirlo: es la coalición, no la colisión.
“No es la restauración del pasado lo que nos conducirá a alcanzar las más altas aspiraciones de la República (la República, también de frente ante un espejo de cuerpo entero, ha respirado tranquila y satisfecha)”.
PREGUNTA
–Papá, ¿para qué sirven los intelectuales?
–En México, hijo, para firmar desplegados.
OTRA PREGUNTA
Los políticamente correctos, esos quienes creen en el nuevo evangelio de la indignación y celebran a los españolitos y los ocupantes de Wall Street como si fueran héroes planetarios, se preguntan mientras fruncen el ceño:
–¿Dónde están los indignados mexicanos?
Yo no sé dónde están. Supe cuando estuvieron den el Zócalo y el Paseo de la Reforma en el 2007 y los querían quemar en leña verde.
Pero claro, no llevaban el glamour de estar dirigidos por las ideas “revolucionarias” del viejecito antifascista Stéphane Hessel.