Por: Guillermina Gómora
En los últimos días el concepto renovación va y viene en los discursos de los hombres que hacen política, lo esgrimen como as bajo la manga para vencer a sus enemigos internos y externos. Intentar contagiar a sus bases militantes de un viento fresco que mande al olvido, o más lejos, a los dinosaurios, a los caudillos y a los líderes tribales.
Nuestros adalides de la clase gobernante de izquierda, derecha y centro, encontraron en la palabra “renovar” la clave para ganar los relevos en las dirigencias de sus partidos durante este agosto político y que marcará la pauta a seguir el año siguiente donde se jugarán 12 gubernaturas.
En el PAN, Ricardo Anaya, alias El joven Maravilla, a quien le heredó el poder Gustavo Madero, afirmó: «El llamado a la renovación y regeneración del PAN es urgente, si no estaríamos condenando a México a padecer de estos gobiernos del PRI, corruptos e ineficaces. Vemos la economía estancada, disparada la delincuencia, la fuga del Chapo (Joaquín Guzmán) confirma que este gobierno está podrido de corrupción». Vaya elocuencia.
Sin embargo, El joven Maravilla parece olvidar que todos estos males también se registraron durante los 12 años de los gobiernos panistas, de la alternancia, que tanto quedaron a deber a millones de mexicanos que votaron por ellos. Y qué decir de Sonora, de los moches, de los jóvenes neonazis, de César Nava y su departamentito de interés social en Polanco de 7 millones de pesos, de su padrón inflado, etcétera, etcétera.
¿Acaso Ricardo Anaya, entiende por renovación: perdón y olvido? ¿De verdad podrá modernizar al blanquiazul con Gustavo Madero tutelándolo? La primera prueba de su discurso transformador se registrará durante la designación del coordinador en la Cámara de Diputados. El queretano está ante la disyuntiva de cometer parricidio con Madero y buscar a otro legislador o aceptar que su prédica electoral sólo fueron palabras que el viento se llevó.
Por lo que toca al PRI, el discurso renovador planteado por el presidente Enrique Peña, para acercar el partido a los jóvenes y a las universidades, se quedó en buenos deseos. Manlio Fabio Beltrones es el nuevo dirigente del tricolor y su concepto de modernizar tiene otros matices.
El sonorense dijo que tal “renovación no es una cuestión generacional sino de capacidades y de proyectos”, respondiendo así a sus detractores que lo relacionan con los dinosaurios tricolores que no aceptan cambios en los modos y formas de hacer política.
Sin duda, ese es el gran desafío que deberá enfrentar el curtido político que busca llegar a Los Pinos en 2018. Beltrones tiene claro que de los resultados en 2016 y 2017 depende su aspiración presidencial, no en balde sepultó “la sana distancia” entre el partido y el primer priista del país.
Durante su corta campaña por la dirigencia tricolor, retomó el discurso de Peña y afirmó que: “Los jóvenes, son el motor para el cambio de la organización. Es momento de que el PRI regrese a las universidades, que despierte nuevamente el entusiasmo de la juventud”.
El camaleónico priista sabe que acabaron los tiempos del carro completo, del voto verde, de los mapaches electorales y que el ciudadano está más politizado y en consecuencia exige resultados más que palabras.
Manlio reconoció en diversos actos con los sectores priistas que la renovación incluye actualizar el partido para reflejar las nuevas condiciones del país y advirtió: «Es tiempo de que el PRI renueve su misión ética y social en favor de los menos favorecidos, de los que padecen hambre y viven en marginación”.
El experimentado político en tejer alianzas, va contrarreloj y otros grupos inconformes por su designación. Así que deberá demostrar en el corto plazo sus habilidades renovadoras que lo empoderen hacia el 2018. De sucumbir a las viejas formas basta recordar el año 2000.
Respecto al PRD, la palabra renovación es sinónimo de canibalismo. La definición del concepto no encaja en sus procesos, aunque se maneje en el discurso para cambiar la dirigencia y el perfil que los lleve a recuperar su competitividad.
Su permanente estado de confrontación interno y ahora con su ex caudillo Andrés Manuel López Obrador, los tiene en la lona y con la etiqueta de traidores y corruptos. Su necesidad de reinventarse puso al descubierto su frágil organización e independencia como partido político que nada puede hacer por sí sólo y requiere de alianzas aún con sus detractores.
De otra forma no se entiende la necedad de acercarse a Morena, una organización controlada por el Mesías. ¿Ese es el nuevo PRD que ofrecen a su militancia que les dio la espalda en las pasadas elecciones? Pareciera más un suicidio asistido.
Si el sol azteca de verdad busca transformarse, deberá empezar por replantear sus principios como izquierda y oposición seria. De otra forma seguirá siendo la comparsa del PRI, PAN, Movimiento Ciudadano o cualquier otra franquicia. Además de la plataforma de cualquier oportunista que busque un cargo público y tenga con qué comprarlo, como sucedió con José Luis Abarca y Ángel Aguirre Rivero, por citar algunos.
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