Los ciudadanos han vivido en el filo de la zozobra, en el balcón de la congoja mientras las calles y los caminos se llenan de cadáveres y las historias familiares se tiñen de anécdotas macabras sobre levantones, ejecuciones y crímenes de toda laya, contra los mexicanos o contra los emigrantes.

Golpea el gobierno a la negra organización de Los Zetas y le saca de circulación a uno de sus líderes históricos (Galdino Mellado), mientras en Tamaulipas, estado cuya silueta ha sido hallada en los emblemas adheridos a las casacas de campaña (reales o espurios) de los terroristas narcotraficantes, asesinos y secuestradores, nuevamente se ensaya un mecanismo de control; dividir la zona en varias regiones, hacerlo por cuadrantes, por áreas más fáciles de cubrir y controlar, supervisar y donde las actividades atomizadas sean más simples de vigilar y meter al orden.

Patrullajes de fuerzas federales las 24 horas del día los siete días de la semana y suponemos los doce meses del año con todo y sus cincuenta y dos semanas; ojos abiertos minuto a minuto, revisiones, retenes, marinos y soldados, y todo esto bajo la mirada severa del Gabinete de Seguridad Nacional reunido en las tierras tamaulipecas como ha ocurrido ya en tantas otras ocasiones sin verse hasta ahora los resultados de tan contundente despliegue de poder.

“Habrá mandos especiales —ha dicho el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio—, a cargo de las secretarías de la Defensa Nacional y Marina con más recursos humanos, técnicos y de inteligencia…”. Bendito sea Dios, diría la beata.

Nueva estrategia para los viejos problemas, porque no podemos hablar de una nueva crisis tamaulipeca, pues ya son hartos los años (la palabra ‘mucho’ es insuficiente, allá todo es mucho, es demasiado) en cuyo tránsito los ciudadanos han vivido en el filo de la zozobra, en el balcón de la congoja mientras las calles y los caminos se llenan de cadáveres y las historias familiares se tiñen de anécdotas macabras sobre levantones, ejecuciones y crímenes de toda laya, contra los mexicanos o contra los emigrantes, como sucedió en el conocido, penosamente conocido, caso de San Fernando y los centroamericanos masacrados. No es el único, pero es el mejor y más repugnante de los ejemplos.

Hoy el gobierno, cuya estrategia en Michoacán comienza a dar resultados, al menos si se compara el tiempo de su aplicación con las primeras evidencias, debe salir al “bomberazo”, el enésimo llamado de la unidad de urgencias en esa entidad, a indagar cómo se puede acabar con el problema y si no darlo por terminado, sí al menos hallarle un rumbo de solución.

La diferencia con Michoacán consiste en un asunto de visibilidad. En aquella entidad había dos grupos cuya suma desgobernaba todo el Estado. Los invisibles “Templarios” o “Familiares” y los muy visibles y hasta ostensibles Guardias Comunitarios, quienes residualmente han caído ya en manos de los políticamente correctos. Eso permitía un juego político. Aprovechar su enfrentamiento para dividirlos aun más y poner a unos en contra de los otros. Y así se hizo. Los guardianes espontáneos se encargaron de informar sobre los otros, exigir las capturas cupulares y después pelearse entre ellos. El gobierno ya levanta la cosecha.

Pero en Tamaulipas las cosas son distintas: ahí todos son invisibles. Y los visibles (la cómplice clase política de ayer y hoy) también son intocables. ¿Cuántos Jesús Reyna habrá en Tamaulipas, en los órdenes municipal y estatal? Muchos, demasiados.

elcristalazouno@hotmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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